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El agua pudo formarse en el universo unos 200 años después del Big Bang

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El agua podría haberse formado por primera vez entre 100 y 200 millones de años después del Big Bang, es decir, antes de lo que se pensaba, y pudo ser un constituyente clave de las primeras galaxias, según sugiere un estudio publicado ayer en Nature Astronomy.

Un equipo de expertos de las universidades Portsmouth (UK) y de Emiratos Árabes usó modelos informáticos de dos supernovas: uno para una estrella de 13 veces la masa del Sol y la segunda para una estrella de 200 veces, para analizar los productos de sus explosiones.

El agua, ingrediente primario para la vida, "existía incluso antes de que se formaran los bloques de construcción de nuestra propia galaxia", señaló a EFE Muhammad Latif, de la Universidad de Emiratos Árabes Unidos y uno de los firmantes de la investigación.

Las simulaciones, además de relevar que el agua ya existiría en el universo hace entre 100 y 200 millones de años después del Big Bang, muestran que era probablemente un constituyente clave de las primeras galaxias, indica el estudio.

Los componentes del agua (hidrógeno y oxígeno) se sabe que se formaron de distintas maneras. Los elementos químicos más ligeros, como el hidrógeno, el helio y el litio, se forjaron en el Big Bang, pero los más pesados, como el oxígeno, son el resultado de reacciones nucleares en el interior de estrellas o de explosiones de supernovas.

El deshielo antártico amenaza a la corriente oceánica más importante

RIESGOS. Este proceso tendría impactos significativos en la subida del nivel del mar, en el calentamiento del agua marina y en los ecosistemas.
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Agencia EFE

El deshielo de las capas de hielo está provocando la ralentización de la Corriente Circumpolar Antártica (CCA), la más fuerte del mundo, lo que podría tener impactos significativos en la subida del nivel del mar, el calentamiento del agua marina y los ecosistemas.

Más de cuatro veces más fuerte que la corriente del Golfo, la Corriente Circumpolar Antártica supone una parte crucial de la "cinta transportadora oceánica" del mundo, que mueve el agua por todo el planeta, uniendo los océanos Atlántico, Pacífico e Índico.

La CCA es el principal mecanismo de intercambio de calor, dióxido de carbono, productos químicos y biología a través de estas cuencas oceánicas.

En estos momentos las capas de hielo que se derriten en la Antártida vierten grandes cantidades de agua dulce en el océano salado. Eso da lugar a un cambio significativo en la salinidad del océano que genera el debilitamiento del hundimiento del agua oceánica superficial hacia las profundidades (lo que se denomina agua de fondo antártica) y, según este estudio, un debilitamiento del fuerte chorro oceánico que rodea la Antártida.

Demostración

Pues bien, un grupo de investigadores, de la Universidad de Melbourne (Australia) y del Centro de Investigación NORCE de Noruega, han demostrado que la CCA se ralentizará en torno a un 20% de aquí a 2050 en un escenario de altas emisiones de carbono, según un estudio recogido la jornada de ayer en la revista Environmental Research Letters.

Para llegar a esta conclusión analizaron simulaciones de alta resolución de las corrientes oceánicas, la capacidad de transportar el calor y otros factores en el océano y el hielo marino para diagnosticar el impacto de los cambios de temperatura, salinidad y condiciones del viento.

"Se espera que esta afluencia de agua dulce del deshielo al Océano Austral modifique las propiedades, como la densidad (salinidad) del océano y sus patrones de circulación", subraya uno de los autores Bishakhdatta Gayen, especialista en mecánica de fluidos de la Universidad de Melbourne.

La CCA actúa como barrera para las especies invasoras, como las balsas de algas toro australes que avanzan sobre las corrientes, o los animales marinos, como las gambas o los moluscos procedentes de otros continentes que llegan a la Antártida.

"El océano es extremadamente complejo y está finamente equilibrado. Si este 'motor' actual se estropea, podría haber graves consecuencias, entre ellas una mayor variabilidad climática, con mayores extremos en determinadas regiones, y un calentamiento global acelerado debido a la reducción de la capacidad del océano para actuar como sumidero de carbono", concluye Gayen.