Cuando el 7 de noviembre de 1982 circuló el primer ejemplar de El Austral de Osorno, sus periodistas, reporteros gráficos y administrativos se comprometieron a contribuir, desde sus páginas, con el desarrollo de una zona agrícola pujante y motor productivo alimentario del país. Probablemente, si a alguno de ellos se le hubiese preguntado esos días qué era lo que esperaba a futuro del diario, habría respondido que se instalara como un referente informativo local, capaz de contar, de mostrar, convocar y cuestionar cuando correspondiera.

Cuarenta y dos años después, El Austral de Osorno, contra viento y marea, contra estallido y pandemia, contra las fake news y las pos verdades, continúa diariamente cumpliendo su misión de demostrar que en este lugar del país, alejado del centro de poder nacional y regional, es posible realizar un periodismo al servicio de la comunidad. En estos 42 años que el diario cumplió ayer jueves, por sus páginas han desfilado los sueños que pudieron concretarse, los que quedaron en el camino y los que siguen en la mente de tantos osorninos, como una mejor conectividad, mejores empleos y una salud y educación que estén acordes a las necesidades de estos tiempos.

Quizás si uno de los mejores logros de El Austral de Osorno ha sido erigirse en un espacio de diálogo para que los distintos se conozcan y se encuentren, en una especie de plaza pública para ayudar a un sentido de pertenencia que la globalización ha amenazado en las últimas décadas. Aunque es sano y conveniente que los osorninos puedan enterarse de las novedades nacionales y del mundo, es a través del periodismo profundamente local que realiza El Austral donde pueden sentirse parte de una comunidad con sus particulares desafíos y oportunidades, como la constante tensión entre la vida urbana y rural, el pasmo de recintos educacionales paralizados y la siempre presente realidad de la leche y la carne como pilar económico de esta zona.

Es en este espacio de comunidad, las diarias páginas de El Austral de Osorno, donde se pueden sentar las bases de un futuro con sentido y conectado a la historia y a la identidad local. Es en este diario donde se han escrito 42 años de historia de los sueños y pesares locales; y es en estas páginas donde esa labor seguirá contra cualquier obstáculo.

Una persona podría pensar que el país está cada vez más agresivo, violento y lleno de peligros a causa de la delincuencia. Otra persona, en cambio, podría estimar que se trata de un país seguro y habitable, donde los riesgos son los mismos a aquellos que se corren en cualquier otra nación.

Es muy probable que la primera persona viva llena de miedos y temores, bajo una permanente sensación de amenaza e inseguridad, y cuando sale de su hogar lo hace tomando muchos resguardos a fin de evitar ser objeto de algún acto delictual; en tanto que la segunda tal vez haga una vida normal, tome algunas precauciones, pero sienta que no existen situaciones que afecten su paz y tranquilidad.

La pregunta que surge es: ¿cómo pueden originarse percepciones tan opuestas acerca del mismo país?. La respuesta que darían los doctores Richard Bandler y John Grinder -los padres de la Programación Neurolingüística (PNL)- sería que "cada uno ve lo que quiere ver".

De acuerdo con la PNL, las personas crean en sus mentes una representación subjetiva de la realidad a partir de sus propias experiencias. Dado que éstas son captadas a través de los sentidos y procesadas como información, a cada una de ellas se le da una valoración personal que puede ser positiva o negativa y, al igual que un proceso de condicionamiento, ello determina el tipo de relación que el sujeto establece con el mundo.

Bandler y Grinder concluyeron que las "emociones y la conducta humana son programas neurosicológicos y, por lo tanto, susceptibles de ser modificados". La nueva pregunta que surge es: ¿cómo se puede lograr una modificación, cuando la percepción de inseguridad en nuestro país es muy alta, dado que un "87,6% de la población estima que la delincuencia ha aumentado en los últimos 12 meses"?.

Tratar con PNL a este altísimo número de personas sería imposible -con el fin de reducir el nivel de percepción de inseguridad- debido al escaso número de especialistas disponibles para abordar con sicoterapia a tanta gente.

Por lo tanto, lo único que queda, es que los responsables de la seguridad ciudadana en el Gobierno despierten, de una vez, y realicen un cambio drástico de estrategia, porque la que están utilizando, no está dando resultado alguno.