A pocos días de terminar mi período como presidente de la Cámara Chilena de la Construcción de Osorno, recuerdo con nostalgia mi primera columna en este medio, que versaba sobre la administración del poder y la falta que nos hace en estos tiempos ese personaje ubicado detrás del César, quien sosteniendo sobre su cabeza la corona de laureles, le murmuraba al oído cada cierto tiempo : "recuerda que eres solo un hombre", mientras era vitoreado por las multitudes al regresar triunfante de sus batallas.
Ese esclavo que tenía la ingrata misión de recordarle al César su condición humana arriesgando su vida en el proceso, gozaba de total inmunidad y representaba la conciencia que no se puede acallar, la que te recuerda al final de cada día quién eres realmente y te mantiene alerta frente a las trampas del ego. Ese esclavo era finalmente, más poderoso que el mismo César.
A lo largo de la historia del hombre, esa dicotomía que produce la búsqueda del poder sin sentido del deber, es la que le otorga automáticamente una vida limitada.
Es cosa de ver las ceremonias de investidura de los monarcas en algunos países o los desfiles de armamento frente a los líderes de otros cuantos. No se ve en estos tiempos, detrás del trono, al esclavo que les recuerda su vulnerabilidad. ¿Cómo podríamos elegir a ese personaje en esta época?. Seguramente sería el puesto más codiciado del reino y también el más frágil.
La tentación de mantener las estructuras piramidales, los lacayos y las mantas de armiño que fueron diseñadas para concentrar el poder y perpetuarlo, en un mundo cambiante y globalizado como el de hoy, no tiene mucha oportunidad y emerge en su lugar el sentido común como una alternativa lógica de gobernanza para reemplazar al esclavo en la oreja del César. Lo paradójico es que, sabiendo que el sentido común sólo necesita alimentarse de la razón, la intuición y la empatía, cualidades que poseemos todos los seres humanos, todavía sigue siendo el menos común de los sentidos.
Decía Albert Einstein: "La mente racional es un sirviente leal y la mente intuitiva es un regalo sagrado. Hemos creado una sociedad que rinde honores al sirviente y se ha olvidado del regalo".
Deberíamos dejarnos guiar entonces por la intuición y en una de esas logramos, en conjunto, rescatar el sentido común que nos permita como sociedad no sólo subsistir, sino alcanzar también el tan ansiado desarrollo en todos los ámbitos.