Reforma tributaria; nuevo pacto fiscal; que los ricos paguen más; impuestos a las etiquetas que no nos gustan, etcétera. ¿Qué sacamos con tratar de llenar el barril si está agujereado por todos lados?. Es lo que ocurre cuando buscamos recursos para los compromisos de campaña, pero no damos con el diagnóstico.
Es la sensación que muchos tenemos cuando vemos la horrorosas cifras de informalidad tributaria, que en promedio supera el 28% de los potenciales contribuyentes y que los impuestos evadidos por este concepto superan el 16% del total de lo que recauda el Estado. Así es, son cifras abrumadoras sin las cuales no podremos financiar en forma adecuada los servicios públicos, la educación pública, la salud pública y las pensiones solidarias entre cientos de otros gastos del Estado para su población.
Asimismo, se percibe que nadie se quiere hacer cargo "de ponerle el cascabel al gato" y dar la batalla frontal en contra de la evasión, que es donde está realmente el problema.
Tanto es así, que los países más desarrollados ocupan mucho de su tiempo y recursos para evitar las evasiones y las informalidades. Como indica el FMI respecto de Latinoamérica, que el comercio informal para estos países varía entre 30% y 50%, muy por sobre la informalidad de los países de la OCDE, que ronda el 10%. Agrega el informe, que la informalidad laboral golpea fuertemente a los segmentos más desprotegidos, por la precariedad del empleo, falta de acceso a la salud y el pobre acceso a la educación; y lo cataloga como uno de los nudos que limita el desarrollo de los pueblos.
Ahora, si revisamos los tributos en nuestro país y las cifras internacionales, vemos que la carga tributaria para las empresas en Chile es más alta que los países de la OCDE, lo que explica en parte la horrorosa migración de capitales de nuestro país. Así se puede constatar que en los últimos 4 años cerca de US$80 mil millones han salido del país, para emprender proyectos en otras latitudes.
Está claro que los sectores forestal, inmobiliario, agrícola y de servicios han llevado la delantera, presionados por los terribles incendios intencionales y terrorismo, ocupaciones ilegales de terrenos rurales y urbanos, y altas tasas de interés que han inmovilizado al país. Al parecer el diagnóstico está errado y los dogmas están superando a las aulas.
Es imposible mejorar las condiciones de la población porfiando con malas propuestas y sin una adecuada reasignación de los recursos. Los síntomas están a la vista de todos, por donde miremos tenemos un país sucio, desordenado y cada día más informal, por ello creo que se necesita "una nueva junta médica", porque los que están a cargo no dan con el diagnóstico y el enfermo sigue empeorando.