El mar siempre provee: la fugaz cosecha del alga luga en las playas de Pucatrihue
Adultos y jóvenes de la localidad costera extraen el producto durante unos pocos días, que luego venden por kilos a un comprador externo.
Texto y fotos: diario El Austral de Osorno
Las blancas y suaves arenas de la playa de Pucatrihue, en la costa osornina, se tiñen de color oscuro durante unos pocos días en esta época del año. Quedan cubiertas de algas como el cochayuyo, luche y también luga. Esta última es un preciado producto, un regalo del mar que los lugareños recolectan y venden por kilos. Adultos, y especialmente jóvenes del sector, se despliegan por el borde marino para seleccionar la luga, sacarle la arena y luego meterla en sacos. Trabajan afanosos para aprovechar al máximo los cinco o siete días que dura la bonanza.
La luga, presente entre las regiones de Valparaíso y Magallanes, habita en ambientes rocosos hasta los 10 metros de profundidad. La forma lisa se encuentra localizada en zonas de mayor exposición a mar abierto, a diferencia de la forma con hojas ásperas, que está disponible en bahías cerradas y canales desde Los Lagos al sur. Es apetecida para elaborar múltiples productos en Estados Unidos, Dinamarca, Francia, Filipinas, entre otros.
Se extrae de forma artesanal mediante recolección de orilla, tal como en la costa osornina, y con buceo. En algunas regiones de la zona central se ejecutan programas estatales para el repoblamiento de praderas de algas, entre ellas luga, con interés comercial en áreas de manejo.
Una oportunidad
Taisa es una estudiante del sector Choroy Traiguén, que cada año recolecta luga en este tiempo para ganar un dinero extra. La joven relató a este diario que en promedio le pagan 220 pesos por kilo del producto limpio, sin arena. Ella utiliza un balde con agua de mar para lavar el alga, aunque otros recolectores van hasta el oleaje para limpiarlas. Con eso gana tiempo y comodidad. Cuando la entrevistamos había entre 10 y 12 personas, la mayoría jóvenes, dispersos en busca de la preciada luga. "Ahora no hay tantos, hay días donde viene más gente, porque tenemos que aprovechar cuando el mar desecha esta alga", señaló.
La joven está descalza, con los pies metidos entre la arena y el mix de algas que hay a su alrededor. Escarba con mucho cuidado para hallar el tesoro marino, para luego meterlo en un saco que al final del día será recogido por un comprador externo. Señala que en promedio, aunque ello depende de la cantidad de kilos que logre, gana 80 mil pesos al día en esta faena.
En el otro extremo de la playa, frente a la roca del Abuelito Huenteyao, se ve a dos hombres cargando sacos con el producto, que luego quedan apilados cerca del camino, a la espera de que llegue el comprador a buscarlos. Ello finalmente ocurre cuando ya queda poca luz en el litoral. Los recolectores acuden a vender su producción diaria al comerciante que luego la revenderá a quienes la exportan o utilizan para procesos industriales.