Cada espacio económico dejado por Chile en la última década, lo ha ocupado otro país y la razón de ello es simple: el mercado global no se detiene a la espera de las definiciones locales.
Hoy tenemos más de 60 mil millones de dólares en inversiones privadas detenidas -las que equivalen a la ejecución de tres años consecutivos-, mientras en paralelo aumenta el desempleo y la informalidad, lo que demuestra que las indefiniciones las pagan primero los menos favorecidos.
Muchos de los que consideran que este no es un tema urgente, repiten hasta el hartazgo la frase del fallecido ex rector de la Universidad Austral de Chile Manfred Max-Neef, acerca de que en la naturaleza nada crece de manera indefinida, buscando justificar una detención controlada de la economía. La pregunta es ¿quién demostró que el país había llegado a su límite máximo de crecimiento como para señalar que era hora de parar?.
Hace unos diez años se instaló en Chile que el problema era que no generaba valor agregado a su producción, todo explicado en la caricatura de "simples exportadores de palos y piedras", en referencia negativa a las industrias maderera y la minería. Hoy, cuando Brasil y Colombia comienzan a desplazar a Chile en la "exportación de palos", Perú en la de "piedras" -cobre- y Argentina amenaza la supremacía en litio, no se ve en el horizonte la posibilidad de reemplazo por productos de mayor valor agregado, porque ellos no requieren de la mera voluntad política, sino de ventajas competitivas que define el mercado. En materia de minería, la recién pasada fue una década que se encuentra perdida, mientras en el exterior nadie entiende por qué Chile no promueve con decisión las exportaciones de hidrógeno verde y litio, más allá del mero discurso.
En el ámbito local, la industria salmonera también dejó de crecer. De hecho, la Fundación Pivotes estima que la participación nacional se reduciría de 37% en 2022 a un 17% para el año 2050. Lo mismo la leche, donde el sueño exportador fijado en la Estrategia lanzada por el Consorcio Lechero en 2010 parece una quimera y la carne se mantiene donde siempre.
La retórica no puede con los datos. Es lícito plantear un modelo alternativo, pero su búsqueda no puede generar vacíos. Cuando la deuda pública ya alcanzó el 41,2%, del PIB, es tiempo de entender que no queda margen y que es hora de volver a crecer, aprovechando nuestras ventajas competitivas que siguen ahí, pero no por siempre.