El mismo día del aniversario 97 de Carabineros de Chile, tres miembros de sus filas fueron asesinados en un violento atentado en Cañete. La conmemoración institucional se tiñó de sangre, de nuestra sangre, ya que cuando matan a un carabinero, nos matan también a todos los chilenos.
Al profundo dolor ciudadano se suma hoy la justificada rabia e impotencia de un pueblo que respeta, admira y valora a los hombres y mujeres que, como dice su himno, cuidan el sueño de nuestros hijos.
La muerte de estos nuevos mártires y de otros no hace mucho, se produce en tiempos difíciles para la institución uniformada, no sólo por la crisis de seguridad que vive el país, sino que sobre todo por el permanente ataque y persecución política, cultural, judicial y comunicacional de la cual ha sido objeto en los últimos años, protagonizado por personas y sectores políticos de izquierda que han pretendido, sin éxito, instalar con fórceps una suerte de deslegitimación social a su respecto como fundamento del cambio del uniforme verde por una policía de corte "progre".
Así, muchos de los que ahora claman por la máxima aplicación de la ley y prometen justicia, son los mismos que hasta hace poco justificaban la violencia contra Carabineros, con incendiarias expresiones que hipócritamente parecen no recordar.
Como olvidar las publicaciones en redes sociales llamando a "refundar Carabineros ahora", tratándolos de "pacos criminales y asesinos", que "el pueblo tiene todo el derecho a odiarles", que se trata de una "policía política que tortura y le arranca los ojos al pueblo", o que Carabineros debiera "acabarse, fundirse, era" y que es una "institución criminal". Como olvidar el símbolo del perro "matapacos".
A este clima construido artificialmente desde la política, uno de cuyos puntos más vergonzosamente alto fue el reconocimiento a "la primera línea" en el Congreso, se sumaron comunicadores que, sobregirados emocionalmente con la insurrección de octubre de 2019, apuntaron una y otra vez con el dedo a una institución que no hacía más que cumplir con sus funciones constitucionales.
Capítulo aparte, por cierto, es la próxima formalización del general director de Carabineros, en base a una alambicada e inédita construcción jurídica.
El péndulo cambió. La gente no es tonta. Llegó la hora de decir basta. No podemos permitir que muera otro carabinero más. Quienes no han podido combatir la inseguridad y quienes coadyuvaron a crear las bases de la atmósfera justificante de la violencia contra Carabineros no pueden pretender hoy lavarse las manos. Hasta la hipocresía tiene un límite y ese límite lo ponemos los chilenos, que tenemos nuestros corazones verdes.