Entre las realidades que dejó en evidencia la pandemia, se cuenta el deterioro de la salud mental de la población chilena. Se evidencia entre los escolares con los aumentos de violencia en colegios; entre los trabajadores con el alza de las licencias médicas y también se vive en los hogares con el "burnout parental", o agotamiento profundo experimentado por padres y madres frente a las demandas que implica la crianza.

Este último se estudia desde principios de siglo a nivel internacional y se asoció primero a las familias cuidadoras de hijos e hijas con enfermedades crónicas; pero el avance de las investigaciones también ha permitido revisar una realidad mucho más extendida especialmente entre mujeres desafiadas por la doble presencia laboral y familiar.

Investigaciones realizadas a nivel nacional (Pablo Pérez, Daniela Oyarce; 2020) identificaron que este tipo de estrés parental suele afectar más a madres con bajo nivel educacional, con más de un hijo y con escaso apoyo parental y social. Es decir, tiene componentes de género y de oportunidades muy marcado. También habría uno cultural respecto de los roles; algo que se aprecia al revisar otros análisis efectuados en Europa, que no registran grandes diferencias entre hombres y mujeres.

Otro factor complejo observado respecto del tema es la incomprensión. En el imaginario colectivo, criar debiera ser "placentero" y "trascendente"; por ello quienes sienten agotamiento también enfrentan con frecuencia una sanción social y propia por no responder a esas expectativas ideales.

Ayudar a comprender este tema y reflexionar sobre estrategias para enfrentarlo fue el objetivo de Webinar "Cuidando la salud mental de padres y madres en un mundo exigente", que se realizó ayer y fue transmitido por www.soyvaldivia.cl.

La actividad forma parte del cierre de la campaña "Juntos por la Salud Mental", que ha impulsado la Sociedad Periodística Araucanía, en las regiones de La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos, con el objetivo de generar conversaciones que ayuden a mejorar la calidad de vida en nuestras comunidades.

La Región de Los Lagos cuenta con aproximadamente 700 mil hectáreas arables, de las cuales 250 mil se destinan a la lechería, y se estima que solo entre 17 mil a 20 mil poseen riego. Si bien en la región pareciera no faltar el agua, zonas como Ancud presentan 53 comunidades que se abastecen de cinco camiones aljibe semanales en invierno, lo cual se recrudece en verano. O Llanquihue, donde pese a las lluvias, persiste un déficit de un 10% respecto del promedio anual.

Las políticas de riego en Chile se han establecido según la experiencia de la zona centro norte, que tiene más de 200 años de desarrollo agrícola y donde el 99% de los agricultores poseen derechos de agua, ya que de otra manera no podrían producir. Hay una "cultura del riego", existiendo asociaciones de canalistas, juntas de vigilancia y comunidades de usuarios de aguas superficiales y subterráneas.

En el sur, buscamos crear esta cultura: formar comunidades de aguas, y desarrollar herramientas para incorporar al sistema las aguas lluvia, por ejemplo, con infiltración de acuíferos. Actualmente los derechos de agua son en gran medida propiedad de entidades que los usan para especular o para proyectos detenidos, por ejemplo, hidroeléctricos, dejando a productores agrícolas y lecheros sin acceso a derechos de agua.

Si bien existen iniciativas en las cuales somos parte, como el Pacto Sostenible impulsado por el Gore y un estudio hidrográfico en curso, necesitamos como agricultores que se avance pronto en bajadas concretas y aplicables, que destraben el potencial agrícola de la zona.

Desde los gremios estamos trabajando junto a Agrollanquihue y Aproval, coordinados por el Consorcio Lechero, bajo un Comité de Riego, en levantar estos temas y buscando de esta manera formas de avanzar. Sin embargo, no ha sido fácil, porque la autoridad respectiva que es la Dirección General de Aguas ha sido muy evasiva.

Asegurar la producción lechera implica en muchos casos crecer en superficie de riego de manera importante. Es por lo tanto clave avanzar en una política regional para el tema derechos de agua y riego, que responda realmente a los productores y sus necesidades, para aprovechar todo el potencial agrícola de nuestra zona, generando crecimiento, seguridad hídrica y un futuro sustentable para el sur de Chile.