En julio del 2018, fue la última vez que los consumidores tuvieron una percepción positiva sobre la economía (fuente: IPEC). Luego de eso, hay un escenario pesimista. Esto acentuado por un estallido social, pandemia y alta inflación.

Con todos estos cambios, ¿cuál es el desafío de las marcas? Al buscar esta respuesta entre los consumidores, nos damos cuenta que un 49% cree que las empresas deben comprometerse con garantizar transparencia y acciones de anticorrupción; un 45% busca un trato justo con trabajadores y un 35% busca un compromiso con el desarrollo del país. Al analizar estos 3 factores, hay un denominador común, las personas están exigiendo a las marcas un compromiso con causas sociales, un propósito claro con el que se sientan identificados.

Al analizar las principales causas, Felipe Armijo, Country Manager Chile & Director Comercial Conosur GfK, vemos como los conceptos de cuidado del ambiente, cambio climático y adulto mayor aparecen como las principales causas a apoyar. Sin embargo, existe un creciente aumento en el interés por involucrarse en temas relacionados con educación financiera, cuidado de animales, bullying y salud mental.

¿Qué debemos hacer como marca para encontrar este propósito y causas a apoyar? La clave está en crear sintonía entre la propia cultura y la creencia de la compañía versus lo que nuestro consumidor está interesado. Hoy luego de varios años de cambios, el consumidor ha cambiado, nos exige un propósito y una razón por la cual volverse leales.

La clave está en conectar con este nuevo consumidor a través del propósito y son las marcas que logren esto de manera exitosa, aquellas que serán las triunfadoras en el mediano y largo plazo.

Para evitar que los ciudadanos solucionemos nuestros problemas matándonos o imponiendo la voluntad del más fuerte, nos dimos la política. Para evitar que entre países lo hagan a través de las armas, nos dimos la diplomacia. Es decir, la política interna y externa es una forma de evitar la muerte no natural.

Para alcanzar aquel propósito, el ejercicio de la política requiere transformar en virtudes lo que consideraríamos vicios en cualquier persona. Pues, ¿se imaginan que las autoridades del país no quisieran reunirse con sus pares internacionales por el solo hecho que le caen mal? Ahí es donde la consecuencia, valor tan enarbolado hoy en día, se transforma en algo inconveniente para el bien de la nación; y donde el cinismo, vicio reprochable, en una virtud.

Sin embargo, desde hace tiempo, pero con mayor esmero en el gobierno anterior y en el actual, nos estamos acostumbrando a la exageración de esta transformación, al punto de banalizar el ejercicio de la política. Lo que ocurre con nuestra diplomacia es elocuente al respecto.

Lo que sucede, es que las relaciones internacionales del país de tanto en tanto copan portadas por escándalos propios de la farándula, por gustitos del gobierno de turno. En efecto, un presidente Piñera en Cúcuta, un presidente Boric siendo tratado públicamente como niño de pecho por los pesos pesados del concierto internacional, un embajador sin mérito en España sacándose fotos al estilo flaite, una cancillería que filtra grabaciones pelando embajadores, un Canciller que da cuenta por la prensa que su opinión no es considerada por el presidente, son ejemplos a los que no debemos acostumbrarnos.

Y pongo el acento en este aspecto, porque cuando un gobierno muestra amateurismo en su diplomacia, como lo hizo la semana pasada el Presidente por Europa, deja a Chile en mala posición para defender nuestros intereses como país. Por ejemplo, el pasado 16 de julio, día nacional de la antártica argentina, las fuerzas armadas transandinas publicaron un nuevo mapa en el que se arrogan la antártica chilena. ¿Dónde está la protesta diplomática? ¿Dónde está la discusión pública al respecto? E incluso, nuestros diplomáticos ¿tendrán margen de acción cuando sus cabecillas están atendiendo la política contingente?

La banalización del ejercicio de la política no solo merma la confianza de los ciudadanos en el país, sino que disminuye el aplomo intelectual y solvencia moral con la que nos desempeñamos en el concierto internacional. Y nuestros vecinos, al constatarlo, no dudan en sacar provecho sabiendo que a nuestro país le cuesta reaccionar porque sus gobernantes están más interesados en la agenda cotidiana. Mala política por donde se le mire.