Seguramente los mayores recordarán la serie animada del "Correcaminos" que tiene ya más de 70 años desde su creación y en la que el Coyote utiliza ingeniosas trampas para intentar capturar a un ave que corre tan rápido como el viento. De manera curiosa, el personaje que más simpatía causaba era el coyote, el supuesto villano de la historia, que provocaba que uno incluso empatice con su persistencia e ingenio hasta compadecerse de su torpeza y desventura.
Es probable que si el Coyote hubiese dejado como carnada un teléfono móvil, habría tenido una oportunidad segura de atrapar al correcaminos, evitando tantos infortunios. Bastaba con algún video divertido o un videojuego atractivo para detener la carrera frenética del correcaminos.
Tal como lo plantea Carolina Pérez Stephens en su libro "Secuestrados por las pantallas", pareciera que muy pocos se dan cuenta de que el uso desregulado de estos artefactos es simplemente una adicción.
El primer desafío que tenemos, como adultos, es comenzar poco a poco a autodisciplinarnos con el uso de las nuevas tecnologías, buscar momentos y actividades en familia o con amigos que prescindan de su uso.
Estudios recientes estiman que los chilenos ocupamos en promedio cinco horas diarias nuestros equipos móviles y la Región de Los Lagos tiene el tercer lugar nacional de máximo tiempo de uso. ¿Qué relación habrá entre este sobreconsumo de las tecnologías (celular, video juegos, plataformas digitales) con un evidente aumento de crisis de angustia, depresión adolescente, falta de control y agresividad, problemas de salud mental que tienen de cabeza a familias y escuelas en búsqueda de ayuda y herramientas para comprender y ayudar a nuestros hijos-estudiantes?
Tal vez una alternativa de mejora sea educar adecuadamente sobre su uso, capacitaciones de parte de profesionales del área que expliquen a los niños y a las familias cómo la tecnología vulnera la voluntad de los usuarios.
Con esto, no pretendo demonizar la tecnología. Por el contrario, creo que es fundamental aprender de sus ventajas y también considerar sus desventajas para que seamos nosotros, quienes, libremente, le demos un uso correcto.
Ojalá que las escuelas y familias puedan superar esta trampa para recuperar el tiempo y la cercanía que nuestros niños/as y adolescentes requieren.