La Misión de Coyunco: un lugar clave en la repoblación de Osorno
El casi desconocido recinto franciscano funcionó entre 1794 y 1851 en el actual sector Los Boldos, al final de Francke.
Un hito de la historia de Osorno poco conocido en los tiempos actuales, ya perdido en el tiempo, pero que resulta fundamental para la repoblación en 1796 y posterior desarrollo urbano y rural, fue la existencia de la misión franciscana San Juan Capistrano de Coyunco, situada al lado del estero Cuinco, al final de Francke.
Se fundó el 23 de octubre de 1794 (un día después que la misión de Quilacahuín) en el fuerte Reina María Luisa, a orillas del río de la Canoas (Rahue), donde se levantó acta, documento original que se encuentra en el archivo franciscano de Chillán que actualmente está en Santiago. Entre los participantes en la fundación estuvo el superintendente Manuel Olaguer Feliú; los caciques huilliches Catrihuala y Caniú; el comisario de naciones Francisco Aburto; el comandante del fuerte Julián Pinuer; el prefecto de misiones fray Francisco Pérez; y el misionero franciscano español Mariano Ramis.
Su creación se enmarca en la petición que formularon los caciques en el Tratado de las Canoas, de instalar misiones en sus territorios, para lo cual cedieron porciones de terreno de su propiedad. Colín facilitó los terrenos para la misión de Quilacahuín y el cacique Caniú, el espacio para la misión de Coyunco, ubicado al norte del estero Cuinco y el río Rahue, en un terreno llamado por los huilliches como "Futalelvún". Actualmente el camino se llama Los Boldos, donde coincidentemente está situado el fundo "La Misión".
Tenía como jurisdicción por el norte las misiones de Quilacahuín y San Juan, abarcando la zona de Remehue, Pilauco, Barro Blanco, entre otras áreas. Y desde Rahue Bajo hasta la Costa, incluidos las actuales Río Negro y Riachuelo (hasta caleta Huellelhue).
Su función principal era evangelizar e integrar a la fe cristiana a la población huilliche que estaba dispersa en el territorio, aunque las misiones también atendieron a las familias que se fueron instalando en las tierras que originalmente estaban en manos de los indígenas y que los caciques vendieron poco a poco.
El padre Mariano Ramis tuvo la difícil tarea de levantar la misión desde cero y atender inicialmente, además de los indígenas, a los repobladores de Osorno. Los misioneros de Coyunco también se encargaron de la parroquia San Mateo cuando faltaba el sacerdote, como fue el caso en 1817 cuando el párroco Juan Fermín Vidaurre se fue relegado a la Isla Quiriquina, ya que se declaró partidario del bando patriota (independentista).
Ramis permaneció en Coyunco hasta 1820 y recibió durante su estancia la ayuda de otros misioneros, tales como Gil Calvo, Mariano Ramírez, Antonio Hernández Calzada y Francisco Frau (que lo acompañó hasta 1820), todos franciscanos españoles del Colegio de Chillán.
Coyunco, al igual que las otras misiones de la zona, tenía construcciones muy simples, hechas con empalizadas de troncos y techos de tablazón. En general, estos enclaves religiosos tenían una capilla provisional, una casa para los misioneros y una bodega. Estaban siempre ubicadas en altura, lejos de inundaciones y otros peligros. Y a un costado de los edificios se hallaba un cementerio. Todos estos elementos estuvieron presentes en Coyunco.
Dentro la capilla había un altar, un tabernáculo, imágenes religiosas, candelabros de plata, copones, calis y crucifijos de estilo colonial-chilote de la época. También tenían bancas rústicas para los fieles.
La misión se comunicaba con Osorno por el camino Real, incluido un balseo por el río Damas. Y se proveían de agua con pozos hechos en el mismo terreno, además del estero Cuinco y el río Rahue.
Casamientos y bautismos
Actualmente se conserva un libro original de la Misión de Coyunco en el archivo del obispado de Osorno. Se titula "Libro de matrimonios de la misión de Osorno, que empieza desde se fundación el día 23 de octubre de 1794". En sus páginas están contenidos los primeros bautismos, matrimonio y entierros, en su mayoría de huilliches, hasta 1820.
En este antiguo texto, forrado con cuero de chivo, figuran los matrimonios de algunos hijos e hijas de los caciques Caniú y Catrihuala, como el caso de José María Lughna, que era de Rahue, hijo de Catrihuala, que se casó con María Candelaria, originaria de Futahuincul, celebrado el 22 de mayo de 1804 por fray Francisco Frau.
Según se observa en el libro de matrimonios de la misión, los indígenas de Osorno en la época de Coyunco no tenían los apellidos que hoy día son habituales. Sólo nombres como Rayunthay; Neiculahuen; Peiuguen, Licanthai, entre muchos otros. Más tarde comenzaron a aparecer nombres españoles con apellidos indígenas como es hasta el día de hoy. Ello se generó por dos razones: el creciente número de bautizos de niños indígenas en las misiones; y la asimilación cultural. En todo caso, tanto los nombres como los apellidos fueron escogidos por los mismos indígenas, sin interferencia de los misioneros.
Varias de las costumbres que los indígenas comenzaron a adoptar de la sociedad criollo-española quedaron establecidas en el mismo Tratado de las Canoas, tal como el fin de la poligamia (practicada especialmente por los caciques).
En Coyunco ocurrió un hecho extraordinario para las misiones y parroquias de la época, como fue sepultar en la iglesia al guillmen o cabeza de familia huilliche Ramón Ayelef, originario del sector Cancagua, que siendo "infiel" (no católico) bautizó a todos sus hijos, se preocupó que recibieran la instrucción y cumplieran con sus obligaciones cristianas.
Falleció el 26 de julio de 1818, a los 60 años, en casa de Mengoi. Sin embargo, recibió la extremaunción y se bautizó antes de fallecer. Fue sepultado con todos los honores adentro de la iglesia de la misión.
"Quiso Dios remunerarle el bien que hacía a muchos, entendía de remedios y los daba muchas veces sin interés alguno. Hizo limosna a los pobres y era compasivo. No permitía que en su casa se matase carne en la cuaresma para no poner en ocasión de comerla a los hijos cristianos. Y los hacía ayunar todos los viernes y sábado santo, incluidas sus mujeres", escribió como nota fray Francisco Frau en el libro de entierros de Coyunco.
Una vida llena de trabajo
Los misioneros de Coyunco, al igual que sus pares de otras misiones, tenían múltiples labores religiosas: bautizaban a niños y adultos, efectuaban matrimonios, para lo cual los novios recibían una preparación previa y luego se hacía una proclamación ante la comunidad. También se encargaban de los entierros, ya que desde el comienzo había cementerios en las misiones. Les prohibieron a los indígenas sepultar a sus muertos en las mismas comunidades, como era su costumbre, sino en el cementerio misional. Todas estas actividades religiosas fueron anotadas en los registros misionales, libros que hoy día forman parte de los archivos más antiguos de la provincia de Osorno.
Los misioneros visitaban las comunidades indígenas, donde tenían libre tránsito. Los primeros misioneros de Coyunco y Quilacahuín tuvieron una labor especialmente difícil, ya que les tocó tratar con huilliches que no hablaban castellano. Para tratar con ellos se incorporaron misioneros que aprendieron la lengua indígena, como es el caso de Antonio Hernández Calzada (que luego sirvió y murió en Quilacahuín en 1847). Tomó un método creado por un sacerdote jesuita que contenía la doctrina cristiana en castellano y lengua araucana en verso. Hernández Calzada incorporó la música, tras lo cual aparecieron las famosas bandas rogativas, el mismo método que aplicaron los franciscanos españoles en Chiloé.
Como si el trabajo religioso fuera poco, los frailes también realizaban faenas agrícolas en los predios de las misiones, que consistían en sembrar la tierra con trigo y papas, hacer una huerta con verduras y hortalizas, plantar árboles frutales, criar animales de granja como bovinos, ovejas, aves de corral y luego cosechar los frutos de la tierra para la alimentación del año de ellos mismos y los indígenas que acudían a evangelizarse. Para esto contaban con el apoyo de indígenas cercanos a la misión. Todo ello servía para ir poco a poco integrando a los huilliches a la vida en la sociedad de la época.
Los misioneros trabajan con los capitanes de amigos, funcionarios a sueldo de la corona española que se radicaban entre las comunidades indígenas y estaban encargados de mantener la paz, de convocar a los naturales a las actividades de la misión e incluso resolvían rencillas entre los mismos indígenas.
El fin de la misión
En 1820 se generó la incorporación de Osorno a la naciente República de Chile y con ello los curas españoles se fueron de las misiones, ya que la congregación Franciscanos de la Regular Observancia se mantuvo fiel al rey de España. Se fueron todos, a excepción de Manuel Palma, que permaneció en Quilacahuín.
Las misiones de Coyunco, San Juan y Pilmaiquén quedaron abandonadas hasta 1837, cuando regresó Hernández Calzada y atendió, como pudo, Quilacahuín, San Juan y Coyunco en Osorno.
Salvador Sanfuentes, intendente de la provincia de Valdivia en los inicios de la era republicana independiente, visitó las misiones de Osorno en 1846 y emitió un informe sobre el estado en que se encontraba en ese momento Coyunco.
"Gobierna dos reducciones de indíjenas cristianos, cuyo número se cree que ascendería a dos mil. Le faltan edificios para iglesia i escuela, pues para lo primero sirve un cuarto sumamente estrecho e impropio; i para lo segundo un mal acomodado retazo del galpón destinado en otro tiempo a los indios de rezo, donde no caben sino con mucha estrechez diez y seis niños que allí se educan a la fecha. No se encuentra en mejor estado, a pesar de algunas reparaciones que se le han hecho; la antiquísima casa misional, que ha estado mucho tiempo abandonada, advirtiéndose en ella los deterioros que son consiguientes".
La administración de estos recintos cambió de manos a inicios de 1849, cuando se hicieron cargo los capuchinos italianos. El padre Feliciano de Strevi se radicó en Quilacahuín, desde donde atendió a Coyunco. Y fue precisamente este sacerdote que en 1851 decidió cerrar para siempre la antigua misión. ¿La razón?, había pocos indígenas que atender en la jurisdicción de la ribera norte del río Rahue. Sin embargo, en 1858 la congregación decidió reabrir la misión, pero ahora en la ribera sur del río Rahue, tras lo cual nació la Misión de Rahue, vigente hasta nuestros días.