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da, panaderías, carnicerías, fruterías, mueblerías, distribuidoras de alimentos de mascotas, paqueterías, florerías, tiendas de ropa americana, bazares, cibercafé, hojalatería, supermercados mayoristas, botillerías, colegios, jardines infantiles, entre otros.

Entre ellos aparecen casas de madera protegidas con rejas y muchas de ellas aún lucen jardines con flores que aportan un matiz de color y ambiente hogareño, un reflejo de la vida en los barrios de antaño. Sus moradores llevan décadas viviendo en el mismo lugar, siendo testigos silenciosos de las externalidades positivas y negativas que trae el progreso comercial a la misma arteria, al barrio y al mismo Osorno.

A través de sus relatos, que serán presentados sólo con nombres para evitar exponerse, podremos conocer en primera persona cómo la vida en la ciudad es dinámica, irreversible y a veces genera cambios positivos y negativos a los vecinos.

Una bendición

Magaly (45 años) nació y ha vivido siempre en el mismo punto de calle Chillán, donde se criaron sus padres desde que sus abuelos compraron lo que sería su primer y único hogar familiar.

"Recuerdo que mis abuelos siempre comentaron que optaron por este barrio porque era tranquilo, pero tenía futuro, como solía decir mi abuelo. Estaba justo en la zona que actualmente es la más comercial. Si eso es bueno o malo, es algo discutible. Cuando niños jugábamos en los patios o podíamos salir a andar en bicicleta, eso ahora es imposible, porque es una calle tremendamente transitada. Hay ruidos hasta muy avanzada la noche, cuando también se puede palpar la soledad del entorno, más cuando nuestros vecinos son locales comerciales", explicó la dueña de casa.

Agregó que la seguridad del sector es uno de los principales cambios, porque donde hay negocios también aumenta la delincuencia y muchas veces a plena luz del día.

"Tenemos portones con candado todo el día, algo que comenzamos a implementar hace 20 años porque era un desfile de gente pidiendo; o entraban a sacar agua del antejardín, donde también tuvimos que suprimir la llave o simplemente los ociosos pasaban tocando el timbre. Lo hemos conversado con los vecinos de la cuadra, casi todos nos conocemos de siempre y sus padres a los nuestros. Ahora igual siento que todo este auge es una bendición, porque tenemos todo lo que necesitamos a metros de la casa", indicó Magaly, quien al cruzar la reja del hogar que comparte con su esposo e hijos, se transforma en un peatón más de la movida arteria.

Amada (86 años) tiene una mirada nostálgica de la vida en calle Chillán, donde recuerda que los primeros negocios fueron más bien emprendimientos asociados a bazares, almacenes y peluquerías implementadas en alguna habitación del hogar familiar.

"Eran otros tiempos, donde las familias eran mayoría en estas cinco cuadras desde República hacia calle Concepción, que ahora son puros negocios. Cambia la vida, claro, eso es imposible no verlo, ya que por ejemplo no puedo tener mascotas, porque las matan, tal como me pasó con dos perros que les dieron veneno, o los atropellan, como a mis gatos por salir de día. El polvo y el ruido es constante, antes cuando vivía mi marido pintábamos la casa y ahora ya no lo hago, si al final en menos de un año está ploma nuevamente. Los autos se estacionan afuera cuando quieren y así muchas cosas más", relató la adulta mayor.

Aunque en su testimonio no todo es negativo. "Me gusta observar y desde la ventana siempre estoy mirando a la gente que transita, los niños cuando entran o salen del colegio y pasan caminando llenos de risas, la gente trasladando sus compras, es todo un mundo distinto todos los días. Igual voy a mirar a las tiendas de ropa americana que tienen cosas bien buenas, mis compras son en las verdulerías y fruterías, donde me dicen 'caserita', el cartero es el mismo de hace muchos años. Siento que estos cambios en mi entorno me ayudan a ponerme al día con los tiempos actuales y eso me mantiene activa", precisó la mujer de la tercera edad que desde hace más de 60 años vive en el sector.

José (57 años) vive en calle Chillán, pero en el tramo menos comercial, lo que asegura le entrega una ventaja, ya que disfruta tener todo cerca, pero sin los ruidos y problemas de los que quedaron insertos en medio del comercio.

"Claro que ha cambiado el barrio, aunque yo con mi familia solo arriendo acá. Como soy osornino me doy cuenta que esta zona ha ido transformándose en un polo comercial, pero siempre como a menor escala, porque si pensamos bien no tenemos por ejemplo una sucursal bancaria u oficinas de servicios públicos. La verdad podemos hacer todo el resto sin tener que ir al centro y eso significa hasta trabajar y nuestros hijos estudiar. Pero me imagino que para quienes viven acá por años es complicado, porque por ejemplo aparecen malos olores, más basura, ratones, 'pinganillas' (ladrones) robando, cosas que no son tan comunes en barrios donde sólo hay casas", contó el obrero.

Regulación

Macarena Seguel trabaja en un negocio en calle Chillán, al que llegó después de vivir malas experiencias laborales en el centro de Osorno.

"Este barrio es muy tranquilo para trabajar, porque la gente en el entorno se conoce, no tienes la presión de los mismos jefes en el centro, donde estuve trabajando con unos extranjeros y fue horrible. Acá estoy más tranquila y lo que me gusta justamente es que existe harto comercio, pero sigue teniendo un aire pueblerino, barrial, de cercanía que creó buscan los clientes también", explicó la joven dependiente.