La semana pasada se desarrolló la nueva Prueba de Acceso a la Educación Superior (Paes), instrumento de evaluación para postular al Proceso de Admisión 2023 en las universidades.

El proceso de selección a la educación superior ha sufrido varias modificaciones en los últimos años, tratando de encontrar la metodología que sea más apropiada. La anterior PSU había sido atacada por quienes sostenían que no evaluaba correctamente y que, en la práctica, consolidaba las brechas existentes entre quienes pasaron por instituciones educacionales públicas o privadas. Sin embargo, había que considerar también que esa brecha se alimenta cada año en la medida en que los paros de estudiantes o de profesores dejan al alumnado de los liceos con meses de estudio menos respecto de los establecimientos privados pagados, donde los programas se cumplen con mayor rigurosidad.

Cada año cuando se conocen los resultados, se escuchan los mismos argumentos, como que la PSU medía más conocimientos que aptitudes. Y que la anterior Prueba de Aptitud Académica (PAA) medía las aptitudes de los postulantes, pero que se necesitaba un test que examinara conocimientos, porque sería más equitativo. En cada caso, los expertos y promotores de cada uno de esos instrumentos han llegado a las mismas conclusiones: que cualquier medición deja en desventaja a alumnos provenientes de establecimientos públicos.

Bastaría preguntarse también cuál es el cumplimiento real de los programas de estudio en nuestras universidades, si se considera que cada año hay casi un mes dedicado a mechoneos de los nuevos estudiantes y luego viene un gran número de paralizaciones. Las consecuencias, entonces, tienen un efecto en cascada. El desafío no es sólo corregir oportunidades, también mejorar en calidad y aquello solo será posible con la decisión concreta de aportar fuertemente en el rubro, con participación del Estado, pero también de las entidades privadas. Tal como se ha señalado con cada uno de los mecanismos de evaluación anteriores, solo se espera ver ahora si la nueva Paes cumple con el objetivo propuesto, de dar las mismas oportunidades de acceso para quienes tienen el interés en ingresar a la universidad.

Goool: palabra mágica que convierte al homo erectus en primate del tipo Titi si el gol es del equipo de su preferencia; o en uno del tipo Orangután si el gol es del bando contrario.

Futbolear: mirar/ "parrillar"/ beber el fútbol.

Futbolista: Mamífero bípedo, dicen que en pleno uso de sus facultades es capaz de seguir a una pelota.

Equipo: Once trogloditas pelotorum dispuestos a correr, transpirar, patear, alcanzar y llevar la pelota al arco contrario e introducirla al fondo de la red.

Comentarista deportivo: Troglosapiens dedicado a comentar la importancia de una pelota y la trascendencia del gol.

Fanáticos: Mortales, absolutamente trastornados por once peludos, piernudos y sudados troglodespelotorum.

Pichanga: Antigua y sana entretención de barrio. Entonces jugaban por jugar. Hoy, el jugador juega para pagar la cuenta de la luz, cambiar el modelo del auto y obvio a la señora, por una más nueva o recauchada.

Flexibilidad laboral: Durante el mundial, una clara demostración que la flexibilidad laboral es posible.

Qatar: País del Medio Oriente, bañado por el Golfo Pérsico que saltó de una monarquía ajena (protectorado británico, 1971) a su propia monarquía absoluta. Hoy, dicen, allá se violan los Derechos Humanos (no "considera" a la mujer y murieron más de seis mil obreros mientras construían los estadios, etcétera) por lo que no se explica cómo lograron que reyes, emires y presidentes electos hagan la vista gorda y se besuqueen como grandes amigos. Las malas lenguas dicen que es por ser una economía pujante y con gas para calentar a medio mundo.

Negociados: Publicidad, remate de jugadores, sueldos escandalosos, miles de minutos en radio y televisión, acciones en la bolsa y "deuncuantohai" proliferando alrededor del fútbol, que ha transformado una sana diversión de muchos en un negocio de no tan pocos.

Mientras: En nuestro país aumenta el caos, la pobreza y la violencia, las autoridades juegan sus propios partidos, con sus propias pelotas. O mientras el mundo se derrite, el trogloerectus sigue pegado a la tele, sobre una tierra girando igual que una pelota de fútbol y nosotros gritando ¡goool!...

Vivian Arend