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Cambio climático y COP27
La Conferencia de las Partes (COP) es la Cumbre Anual que realiza la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Estas conferencias se iniciaron en 1994 en Berlín, sumando ya 27 años de conversaciones, teniendo para 2022 el lema "Juntos para la Implementación". En la COP27 las temáticas en discusión están centradas en la mitigación para reducir la emisión de los gases de efecto invernadero, la adaptación al cambio climático y el apoyo financiero que se requiere de los países miembros, donde sin duda el uso de nuevas tecnologías y energías, además de la voluntad de las naciones son clave para su logro.
Los impactos del cambio climático están presentes y vemos cómo afectan a los países más vulnerables, siendo uno de los temas a tratar en este encuentro el de "Pérdidas y Daños", para el cual Chile y Alemania fueron llamados para ser co-facilitadores de la discusión para canalizar mecanismos de financiación. Sabemos que nuestro país se ha sumado al término de la contaminación por plástico, qué necesario e importante es este punto, pero también precisamos políticas que impidan el ingreso de estos productos y se apliquen mayores impuestos a aquellos envases que pertenecen a la categoría de un solo uso.
De acuerdo con lo que se ha expuesto en esta COP, es necesario avanzar y tomar acciones climáticas más ambiciosas para mitigar, adaptar y tener medidas para las pérdidas y daños que se están generando a nivel global. Para esto el financiamiento y la ciencia son fundamentales. Estamos frente a una crisis que no disminuye, seguimos emitiendo gases de efecto invernadero, por lo que es necesario el apoyo para los países en vías de desarrollo que simultáneamente deben ser resilientes y adaptarse a los efectos que se están evidenciado debido al cambio climático. Aún estamos en un punto que podemos lograr el equilibrio. Es por esto y para esto que las COP están trabajando y las partes pueden implementar las acciones pertinentes para lograr el cambio real que necesitamos.
Susana Mayer, directora Ingeniería en Prevención de Riesgos UDLA
Señales que no supimos leer
Según cifras entregadas por el Mineduc la semana pasada, más de 227 mil estudiantes se encuentran fuera del sistema escolar, lo que es dramático. Sin embargo, no podríamos decir "que no lo vimos venir". En Chile hemos tenido históricamente altísimas tasas de ausentismo crónico.
Previo a la pandemia, 1 de cada 3 estudiantes faltaba al menos un mes a clases al año, situación que a partir de 2020 sólo se agudizó.
Si llevamos esta cifra a 10 años de escolaridad, por ejemplo, de primero básico a segundo medio, estamos hablando de que un estudiante con ausentismo crónico recurrente puede llegar a perder hasta 10 meses de clases, lo que equivale a un año completo.
Aprovechemos las 3 semanas de clases que quedan antes de que termine el año escolar. Son días clave en que se cierran y conectan los distintos aprendizajes sociales, emocionales y curriculares. Días en que adultos y estudiantes ponemos a prueba nuestra perseverancia y responsabilidad de terminar lo que comenzamos, a pesar del cansancio.
Es fundamental que como sistema escolar logremos experiencias significativas para los estudiantes hasta el último día y que seamos capaces de transmitir la importancia de esta etapa a las familias. No olvidemos que estamos formando para la vida y no para la prueba de cierre de semestre.
Rebeca Molina, directora ejecutiva Fundación Educacional Presente
Sequía
La realidad del cambio climático sigue avanzando y con ello también lo hace el problema de la sequía y el fantasma del racionamiento de agua.
Sí, porque pese a las últimas lluvias de invierno la escasez del recurso hídrico en Chile no se ha terminado. Por ende, se hace necesario que a nivel país, y considerando a los sectores privado y público, desarrollemos acciones concretas que nos permitan asegurar el suministro de agua para el futuro, tanto para el consumo humano como las actividades productivas.
No obstante, debemos actuar con rapidez y sin excluir a ninguna opción que nos permita contar con el vital elemento y fomentar, a la vez, su uso responsable: campañas educativas, uso de aguas subterráneas, desalinización, reúso de aguas tratadas y reducción de aguas no facturadas, son algunos ejemplos de ello. Para todo lo anterior se requiere una estrategia a largo plazo, dado que muchas de las soluciones tardan años en ser implementadas. Y, a decir verdad, ya estamos bastante atrasados.
Juan Pablo Negroni
Otra vez el Simce
Durante estas semanas se ha vuelto a realizar la prueba SIMCE, un sistema de evaluación que entrega datos sobre el nivel de logro de objetivos de aprendizaje a nivel nacional. Desde el año 2019 que no se llevaba a cabo esta prueba, o sea, hace dos años no se cuenta con datos a nivel país para la creación de soluciones y políticas para mejorar las brechas.
Cuán importante es que se retomen estas herramientas de medición y cuán necesario también, porque saber si quienes forman parte del sistema educacional formal están logrando aprendizajes -sobre todo en el contexto en que nos encontramos, donde es evidente que ha habido un retroceso significativo en el aprendizaje de los jóvenes-, es clave para actuar en el actual contexto educativo reconfigurado. Sin embargo, es muy relevante que se aborde esta evaluación con un enfoque formativo, donde el foco está en identificar dónde se encuentran los estudiantes de Chile, las dificultades que enfrentan en el aprendizaje y determinar qué es lo que sigue y hacia dónde deben dirigirse para cerrar la brecha entre el conocimiento actual y donde debieran estar.
La relevancia aumenta considerablemente sobre todo porque recientemente hemos conocido que Chile fue el país de la OCDE que más tiempo tuvo cerrados los colegios en la pandemia. De una buena evaluación surgen y, en este sentido, conocer y entender los niveles de aprendizaje logrados por los estudiantes para identificar desafíos y fortalezas que nos permitan crear estrategias orientadas a mejorar los procesos educativos.
Durante la ausencia del SIMCE este rol quedó en manos de los propios colegios y sus docentes, que tuvieron que sondear -prácticamente a pulso- si la modalidad híbrida y las improvisaciones con las que tuvieron que responder ante tan adverso escenario, estaban funcionando o no.
Los propios establecimientos y los profesores encontraron buenos aliados para esto en las plataformas de digitalización de procesos educativos con las que contaban. Hoy, inmersos en esta "nueva realidad", contar con protocolos establecidos y herramientas definidas para apoyar la educación remota ya no es una alternativa, es más bien una necesidad.
Isabel Loncomil