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El familiar cuidador es el encargado de organizar toda la atención del enfermo, cuenta en mayor o menor medida con el apoyo del resto de los familiares, no dispone de recursos económicos para destinar a su propio beneficio, no tienen periodos de vacaciones o descansos prolongados, su dependencia emocional con el enfermo los termina aislando del entorno social, su día a día transcurre entre medicamentos, farmacias, salas de hospitales, exámenes, atención médica, entre otras necesidades que no están ligadas a su calidad de vida personal, sino del tercero a quien deben cuidar.
¿Cómo viven estas mujeres el día a día a cargo de un familiar dependiente 100% de ellas y su labor?. Una pregunta que tiene infinitas respuestas, algunas de las cuales conoceremos a través de la historia de Juana Saldivia (61 años), Luz Huaiquián (56 años) y Viviana Villagra (39 años), tres mujeres osorninas que asumieron el cuidado de sus padres adultos mayores.
Amor incondicional
Juana Saldivia lleva 9 años como cuidadora. En 2013 optó por llevar a vivir con ella a su madre Rosa Vargas (hoy de 90 años) que padece púrpura trombocitopénica inmunológica, lo que paulatinamente fue cambiando la rutina de vida de Juana, llegando al punto de tener que renunciar a su trabajo luego que a su progenitora le diagnosticaron demencia senil, afección que la mantiene postrada y totalmente dependiente. Y pese a que también recibe apoyo de sus otras hermanas, la mayor parte de asistencia de su madre recae en ella.
"En la casa vivimos con mis dos hijos de 26 y 11 años. Para mantener el hogar me ayuda mi hijo, la pensión asistencial de mi madre y lo que yo puedo hacer en las costuras. Cuando ella llegó a la casa era autovalente, así que la preocupación era para que no estuviera sola, pero su salud se deterioró al punto que hoy es como un bebé. Tengo que bañarla, limpiarla, cambiar pañales, darle su alimento en la boca, porque hasta eso se le olvidó con la demencia. Es muy difícil, porque muchas veces no sé cómo ayudarla por sus cuadros de dolor", indicó la hija cuidadora.
Reconoce que hay momentos donde se siente agobiada y cansada, pero el amor que siente por su madre es incondicional, lo que termina siendo su motor para empezar cada día a las 6 de mañana, cuando debe preparar los primeros pasos de la rutina con su mamá. Detalla que Rosa, antes de enfermar gravemente, siempre fue una mujer muy activa, trabajaba de maestra de cocina en restaurantes y casas particulares, con lo que pudo criar a 7 hijos (dos ya fallecidos) casi en soledad, ya que quedó viuda muy joven.
"La miro y entiendo que está sólo su cuerpo, porque su mente ya no existe, eso da pena e impotencia, pero aunque ella no sepa quién soy, yo sí tengo claro que es mi madre amada. Estar con ella, a su cuidado, es un hábito que se hace costumbre, que te lleva a ir renunciando y olvidando lo que para el común de las personas es habitual, como salir de paseo, ir de vacaciones, compartir con amistades, dormir hasta más tarde, entre tantas otras cosas que dejé hace mucho rato de hacer", comentó Juana.
Luz Huaiquián (56 años) desde hace más de un año que vive con su padre Nolberto Huaiquián (ahora de 87 años), cuya salud está muy deteriorada a causa de distintas enfermedades que lo dejaron postrado y dependiente. Si bien son cinco hermanos, Luz es la única que pudo asumir esa responsabilidad. Tomó esa labor de forma espontánea hace más de 15 años, cuando prestaba asistencia a su padre (postrado desde hace más de una década) y a su madre Alicia, quien falleció el año pasado a los 82 años a causa de una complicada enfermedad.
"Cuidar a mi padre ahora es un tema de amor y responsabilidad. Es un tema que venía realizando desde hace muchos años, pero puertas afuera. En la casa de mis padres era la encargada de sus cuidados, que no eran tan demandantes como los que ahora requiere mi papá. Estamos me dedico 24 horas, 7 días a la semana y todo el año. Mi vida fue cambiando paulatinamente justamente por asumir los cuidados de ambos padres. Muchas veces me he sentido sobrepasada y cansada, pero me hago el ánimo para sobrellevar esta situación por el gran amor que le tengo a mi papá y le sigo teniendo a mi madre, que ya no está", señaló la mujer que hasta 2017 trabajó como ejecutiva bancaria, labor que le dio tiempo para cuidar a sus progenitores y a sus 4 hijos (hoy todos mayores de edad).
Relata que con sus hermanos fijaron una cuota mensual (que ella también paga) para contratar una persona que cuide a su padre mediodía, tiempo que aprovecha para realizar algún emprendimiento en su hogar que le permita generar ingresos, debido a que por el complicado estado de salud de su papá renunció el mes pasado a un trabajo que tenía, lo que afecta la economía de su hogar, porque no tiene un ingreso fijo que permite al menos cubrir los gastos básicos en luz, agua, alimentación, calefacción, entre otras cuentas.
"Debemos hacer turnos con mis hermanos para que el papá no se quede solo en las noches. Durante el día, cuando tengo tiempo, voy a la farmacia, a los Centros de Salud Familiar (Cesfam), al hospital, a la municipalidad, a tocar puertas para que mi papá reciba atención médica y ayuda en pañales, por ejemplo. La realidad de los cuidadores está totalmente invisible en el país, nadie nos apoya, a pesar que enfrentamos momentos muy complicados, porque asumimos un rol múltiple de enfermera, sicólogo, jefe de hogar, entre tantos otros, pero no tenemos dónde sostenernos económicamente y mucho menos recibir orientación. Vamos aprendiendo en el camino y con el enorme costo emocional y monetario que esto significa. Pero no es una opción dejar a mi padre sólo, yo estaré con él y para él hasta su último aliento de vida", expresó emocionada Luz, quien hace unos años se divorció luego de 19 años de matrimonio, producto precisamente del tiempo que ella le dedicaba a sus padres.
Viviana Villagra (39 años) vive con sus hijos gemelos de 18 años y desde el año pasado se integró al núcleo del hogar su padre José Villagra (de 86 años), quien padece diabetes, hipotiroidismo, hipertensión y quedó con graves secuelas luego de una trombosis cerebral que paralizó la mitad de su cuerpo, lo dejó sin hablar y totalmente dependiente de los cuidados de terceros.
"Mi papá estaba relativamente bien, con problemas propios de la edad, entonces cuando llegó a la casa requería más que nada compañía, porque se había separado de mi mamá y no tenía dónde ir. Lo que no imaginé es que después de padecer covid-19 quedaría tan debilitado, al punto que le dio una trombosis que lo tumbó. Ahora debo cambiar pañales, darle de comer y está muy desconectado. Nos cambió la vida a ambos. Si bien aún estoy trabajando, debí tomar licencia porque este tema igual me pasa la cuenta físicamente. Tengo dos hijos estudiando, una casa que mantener y la pensión de mi papá cubre algo de sus remedios, pañales y alimentos especiales. Es un cambio brutal y si me veo obligada a dejar mi trabajo, el problema será mucho mayor", explicó Viviana.
Agregó que cuando su padre comenzó a tener problemas de salud, su cuidado recayó casi de forma natural en ella, que era la única hija. Sus hermanos debían consultar a sus respectivas familias, lo que complicaba el escenario.
"Somos muy crueles los seres humanos, porque dejamos al más viejo solo y desprotegido, volvemos a repetir lo mismo cuando alguien, la mayoría de las veces mujeres, asumen su cuidado".
Carlos Mendoza presidente del Consejo Consultivo de Salud del Adulto Mayor