El reciente fin de semana, denominado "XL", porque se extendió durante cuatro días, implicó mucha movilidad interna de personas en el país y -obviamente- también accidentes de tránsito. De acuerdo a datos de Carabineros fueron 918 los siniestros registrados en diferentes regiones, con un total de 19 personas fallecidas.

Los índices en general son más bajos que en la misma fecha del año pasado y ahora comenzarán a formar parte de una estadística "positiva", porque un 34% menos de decesos suena bastante bien. Sin embargo, no se debe olvidar que una de las marcas del registro es una verdadera tragedia para quienes las vivieron, por el trauma que implica, las secuelas que dejan y el dolor irreparable de perder seres queridos.

Así visto, está bien destacar los números azules, pero no perder la perspectiva, porque se crea una sensación de falsa seguridad que no ayuda a la prevención real. Lo cierto es que gran parte de esos hechos pudo prevenirse o evitarse. Quizás todos. La conducción sin atención debida a las condiciones de tránsito; la influencia del alcohol y de las drogas; el exceso de velocidad y la imprudencia son denominadores comunes a la hora de analizar las causas de los hechos y tales factores no llegan a las escenas de los hechos de manera fortuita, sino por el minuto de descuido, la irresponsabilidad o la falta de conciencia de las personas involucradas, que viven como si fueran inmunes.

Crear conciencia frente a estos hechos e involucrar a muchos actores sociales para enfrentarlos es parte de la campaña Pacto Nacional por la Seguridad Vial 2022, una iniciativa público-privada, que involucra a empresas, instituciones y organismos de gobierno, la cual fue presentada hace algunas semanas por Conaset y elaborada según recomendaciones de Naciones Unidas, siguiendo la ya fijada Estrategia Nacional de Seguridad de Tránsito. Una propuesta en esta línea es la de Intervial Chile que lanzó la campaña #NoLoLlamesAccidente, para generar la atención sobre conductas irresponsables. Es de esperar que tenga eco en el largo plazo; sobre todo ahora que se acerca el verano y los escenarios similares al feriado, se multiplicaron.

La ecología urbana estudia y analiza la sostenibilidad de las ciudades, en la permanente búsqueda de formas que mejoren la calidad de vida de sus residentes protegiendo la biodiversidad. Esta disciplina, estudia las relaciones internas entre los habitantes de una zona y sus diversas interacciones con el medio ambiente. Se puede considerar, a su vez, como una subdisciplina de la ecología que se nutre de otras como la arquitectura, la ingeniería, la sociología, la geografía y el urbanismo.

La mayor parte de las ciudades han incidido en su medio ambiente y han artificializado sus estructuras, reduciendo la biodiversidad del territorio. Las ciudades cada vez acogen a más población, creciendo y expandiéndose sin cesar.

Lo anterior ha provocado grandes perjuicios no solo a los habitantes de las ciudades, también a la fauna y a la flora. Cada vez existe un mayor consumo de recursos y ha aumentado la emisión de contaminantes atmosféricos y generación de residuos.

La ecología urbana se basa en estudiar las ciudades como un ecosistema a través de un análisis de los flujos y el consumo de sus recursos materiales y energéticos. También la generación y la gestión de los residuos que se producen. Se centra en tres campos de estudio.

Análisis de las estructuras urbanas, la planificación y la gestión ambiental de las ciudades vienen dadas de la estructura determinada de cada ciudad. Una mayor presencia de zonas verdes con árboles, por ejemplo, ayudará a que haya menos contaminación del aire y ofrecer a diferentes especies animales y vegetales un espacio para vivir.

Una alternativa a las ciudades tradicionales son las ciudades verdes y las ciudades inteligentes que han surgido en los últimos años. Se trata de centros urbanos que buscan una gestión más amigable con el medio ambiente y de mayor eficiencia energética, apoyándose en nuevas tecnologías asegurando la calidad de aire del medio urbano, no alterando el ciclo hídrico, conservando y protegiendo la biodiversidad, fomentando las energías renovables en la trama urbana, reduciendo el consumo de suelo y de recursos, garantizando la calidad de vida de todos sus residentes, fomentando el reciclaje y la reutilización de residuos, promoviendo la movilidad sostenible y un consumo responsable de materiales.

¿Cuál será la mejor opción para Osorno? Desde la CChC, esperamos que podamos decidir entre todos.

Andrés Angulo, arquitecto, past presidente CChC Osorno