¿Cuál poder?... Más presencia femenina en el trabajo remunerado, misma cuota en política, igualdad de oportunidades, salarios, etcétera.
Para qué estamos con cuentos, es harto difícil ser mujer hoy día. Ya no es cosa de desvelarse, cambiar pañales y enseñar a caminar. Hoy, además, hay que estar preocupada de compatibilizar el trabajo fuera de casa con la hora del dentista de los niños, estar al día con lo que está pasando en el mundo y, ojalá, en la propia familia. Y como si fuera poco, hay que verse regia y joven, no sea que la flaca de pestañas largas y pensamientos cortos deje a las crías huérfanos de padre (por mucho que pase el tiempo y las modas, hay cosas que no cambian). Y convengamos que aunque muchas Eva aún se siguen sacando el sostén para vender o exigir derechos (como si un par de pechugas al aire pesaran más que la razón) se valora lo avanzado en equidad de género.
En fin, pero ¿qué pasa con las mujeres de países teocráticos, dictatoriales o fundamentalistas de oriente?...
Como se sabe, una joven Iraní murió por llevar mal puesto el velo. Pareciera que hoy mostrar el pelo en esas culturas es tan grave como ayer, para la mujer occidental, no llegar virgen al matrimonio. Y ahora, desde actrices a estudiantes, por todo el mundo están "desmechoneándose" para llamar la atención, protestar, solidarizar, visualizar la brutalidad, la insensatez de algunas costumbres e intentar que organizaciones de derechos humanos estén donde deberían estar.
¿Y? Y aquí estamos las "Lilith", confundidas porque a pesar de tanto derecho adquirido, el mundo no sólo no está mejor, está a un paso de la destrucción.
"Feliz el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron" le dijo una mujer a Jesús. Él respondió "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican"…(Lucas 11, 27-28)
Cuando vemos la violencia y locura que estamos viviendo parece que es el tiempo de que ellas, ellos, elle, todos a la par para exigir derechos, deberíamos empezar a cumplir con los deberes humanos. Esos que a través de la razón y practicando la disciplina, incentivan, favorecen y rescatan lo mejor de cada uno de nosotros. Y ese sí es un poder… ¿o no?
Vivian Arend