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Santiago de Compostela prohibe comer al final del camino de la centenaria ruta de peregrinación

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Centenares de personas de todo el mundo llegan diariamente a la Plaza del Obradoiro, meta del Camino de Santiago -la ruta española de peregrinación cristiana más popular- y, además de hacerse fotos o de descansar en el suelo del largo recorrido, muchos optan por comer o beber algo, sin saber que la normativa lo prohíbe.

La prohibición municipal, que imita la de Florencia (Italia), tiene como objetivo proteger la emblemática plaza de la ciudad gallega de Santiago de Compostela, un bien Patrimonio de la Humanidad en cuyo recinto se encuentra la catedral que alberga los restos del Apóstol y el Ayuntamiento, para evitar la suciedad y prácticas como las reuniones de jóvenes para beber, conocidas como 'botellones'.

Aunque de momento no se han producido sanciones, se ha intensificado el control policial, para tratar de evitar que la plaza se convierta en un 'picnic' al aire libre.

Según los últimos registros oficiales de antes de la pandemia, en 2019 llegaron a la última etapa del Camino unos 348.000 peregrinos, récord hasta el momento.

La crisis de la covid-19 provocó un importante descenso en las cifras, con 54.000 peregrinos en 2020, pero con el fin de las restricciones el pasado año el número aumentó hasta los casi 160.000.

La normativa que impide comer y beber en la plaza es desconocida para la mayoría de peregrinos. Fuentes de la Policía aseguran que han visto de todo. Incluso a varios peregrinos freír huevos en la plaza.

Sin embargo, señalan que impera el sentido común y que salvo varios avisos, no suelen producirse incidentes.

Jean llegó caminando a Santiago de Compostela desde París y expresa su sorpresa ante la normativa, que considera absurda. "No pueden prohibir comer en la calle. Es un lugar público", señala a Efe. Lo mismo dice su compañero Michel, que no entiende que después de andar durante meses, no pueda ni llevarse algo a la boca.

No todos opinan igual. María, vecina de Santiago, considera que la plaza no puede convertirse en un basurero.

"Hay gente que tira colillas de cigarrillos, que deja las latas vacías. No pasa nada por comerse un sándwich, pero hay que tener un poco de respeto", señala.

En la plaza hay una patrulla de Policía. Controlan que no se produzcan altercados ante la masiva afluencia de visitantes. En muchos casos, les toca advertir a los peregrinos que no pueden sentarse en ciertas zonas del Ayuntamiento, situado justo enfrente de la catedral.

Sin embargo, no están multando por el momento a las personas que deciden tomarse un refresco o comer algo. Solo interceden cuando consideran que "se excede el sentido común".

"Se trata de tener todo ordenado y limpio. No estamos multando, pero lo que no puede ser es que vengan aquí con un mantel a comer como si fuera un restaurante", asegura el agente de la ley.

160.000 peregrinos llegaron el año pasado hasta la ciudad, tras una brusca caída a 54 mil personas el 2020 debido a la pandemia.

Una pérdida rápida del olfato puede alertar casos de alzheimer y demencia

SEÑAL. Los científicos conocen una relación entre ese sentido y el deterioro mental, y ahora buscan identificar las alteraciones del cerebro que se relacionan con el proceso.
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Agencias

La disminución del sentido del olfato de una persona a lo largo del tiempo no sólo puede predecir la pérdida de la función cognitiva, sino que también, su rápido declive, puede prever cambios estructurales en las regiones del cerebro que son importantes para la enfermedad de Alzheimer y la demencia en general.

Esta es la principal conclusión de una investigación liderada por la Universidad de Medicina de Chicago que ofrece "otra pista" de cómo un rápido declive del sentido del olfato es un indicador "realmente bueno" de lo que va a acabar ocurriendo estructuralmente en regiones específicas del cerebro, resume Jayant M. Pinto, uno de sus autores.

Basada en un estudio de seguimiento a 515 adultos mayores, el trabajo se publicó en Alzheimer's & Dementia: The Journal of the Alzheimer's Association.

La memoria desempeña un papel fundamental en la capacidad humana para reconocer olores y la comunidad científica conoce desde hace tiempo la relación entre el sentido del olfato y la demencia, recuerda un comunicado de la Universidad de Chicago.

Las placas y ovillos de proteínas que caracterizan el tejido afectado por el alzhéimer suelen aparecer en las zonas olfativas del cerebro y las asociadas a la memoria antes de desarrollarse en otras partes de este órgano. No obstante, aún se desconoce si este daño es el causante de la disminución del sentido del olfato de una persona.

Pinto y su equipo querían ver si era posible identificar alteraciones en el cerebro que se correlacionaran con la pérdida de olfato y la función cognitiva de una persona a lo largo del tiempo.

"Nuestra idea era que las personas con un sentido del olfato que disminuía rápidamente con el tiempo estarían en peor forma -y tendrían más probabilidades de tener problemas cerebrales e incluso el propio alzhéimer- que aquellas en las que este disminuía lentamente o mantenían un sentido del olfato normal", detalla Rachel Pacyna.

El estudio

El equipo utilizó datos anónimos de pacientes del Proyecto de Memoria y Envejecimiento de la Universidad Rush, iniciado en 1997 para investigar afecciones crónicas del envejecimiento y enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer.

Los pacientes se someten a pruebas anuales para comprobar su capacidad de identificar ciertos olores, su función cognitiva o los signos de demencia; a algunos también se les realizó una resonancia magnética.

En sus observaciones, los científicos descubrieron que un rápido declive del sentido del olfato de una persona durante un período de cognición normal vaticina múltiples características de la enfermedad de Alzheimer, incluyendo un menor volumen de materia gris en las áreas del cerebro relacionadas con el olfato y la memoria, una peor cognición y un mayor riesgo de demencia.

De hecho, el riesgo de pérdida del sentido del olfato era similar al de ser portador del gen APOE-e4, un conocido factor de riesgo genético para desarrollar alzhéimer.

Los cambios eran más notables en las regiones olfativas primarias, incluyendo la amígdala y corteza entorrinal, que es una entrada importante al hipocampo, un sitio crítico en el alzhéimer.

"Pudimos demostrar que el volumen y la forma de la materia gris en las zonas olfativas y asociadas a la memoria en personas con un rápido declive del sentido del olfato eran menores en comparación con las que tenían un declive olfativo menos grave", resume Pinto.

Según el investigador, este estudio "hay que tomarlo en el contexto de todos los factores de riesgo conocidos del alzhéimer, incluidos los efectos de la dieta y el ejercicio".

"El sentido del olfato y los cambios en el mismo deben ser un componente importante en el contexto de una serie de factores que creemos afectan al cerebro en la salud y el envejecimiento".

Más información

Para la investigadora Rachel Pacyna, si se pudiera identificar a las personas de 40, 50 y 60 años que corren mayor riesgo desde el principio, se podría tener suficiente información para inscribirlas en ensayos clínicos y desarrollar mejores medicamentos. No obstante, los científicos admiten algunas limitaciones del estudio, como que los participantes solo disponían de una resonancia magnética, faltando datos, por tanto, para precisar cuándo comenzaron los cambios en los cerebros o con qué rapidez.

511 adultos mayores fueron sometidos a un seguimiento en esta investigación, que busca aportar a la investigación de la demencia.

1997 ese año se creó el proyecto Memoria y Envejecimiento, en el que las personas se someten a exámenes anuales de su condición.