La palabra de Lagos
¿Qué pudo mover al ex presidente Lagos a escribir la carta que fue conocida ayer, apenas horas después de concluir la Convención?
El presidente Lagos tiene, como pocos, una conciencia clara acerca de su rol. Los sociólogos llaman rol a una posición social de la que se siguen determinadas expectativas de comportamiento. Y distinguen entre la subjetividad de la persona y las expectativas de rol que, si es consciente de su deber, debe cumplir.
Pues bien. Ricardo Lagos -esta es una de sus principales virtudes- sabe que cuando se llega a sus alturas la subjetividad debe desaparecer o, si se prefiere, debe dar paso a la expectativas de rol. No es lo que él quiere lo que dirige su conducta, sino lo que debe a la luz del rol que el tiempo y la circunstancia le han asignado lo que orienta su comportamiento.
Es entonces erróneo leer o intentar comprender, o describir, la reciente carta que él ha dado a conocer como si ella fruto del cálculo, de la oportunidad o una forma de tomar venganza de esa selfie con la que Boric lo sorprendió, porque en realidad lo más probable es que se trate de una opinión reflexiva y largamente meditada.
¿Qué dice la carta de Lagos?
Desde luego dice lo obvio. Que ni la propuesta que la Convención elaboró, ni la carta constitucional en actual vigencia, suscitan consenso o eso que los antiguos romanos llamaban concordia, ese estado social en que hay convergencia acerca de el puñado de reglas que conducen la vida compartida. Y entonces lo que el ex presidente arguye es que habrá que darse a la tarea, fuere cual fuere el resultado del plebiscito, de continuar el diálogo constitucional.
Alguien podrá decir -ya hay comentaristas apresurados que lo han dicho- que lo de Lagos fue una maniobra dilatoria, una forma de eludir la toma de posición frente a un asunto urgente del espacio público. Pero decir eso -decir que Lagos se las arregló para eludir un comportamiento- es no comprender que quien habló en esa carta no fue la subjetividad de Lagos, no fue la posición política de Ricardo Lagos o su historia, la que trazo esas líneas sobre el papel: fue el rol de ex presidente que tal como Lagos lo comprende atiende no a lo que él quiere o su historia le indica, sino a lo que él piensa, tomando incluso distancia de si mismo, es mejor para la comunidad política.
¿Y qué es lo mejor para la comunidad política en opinión del ex presidente?
Desde luego, él piensa que la unidad de la comunidad política -la noción de estado nacional, nada menos- no debe ser desmedrada y no cabe duda que para él la idea de plurinacionalidad, una de las ideas más sorprendentes e inéditas del texto constitucional que se propone, no resulta razonable. Lagos cree que la construcción del estado nacional es una de las características que distingue a Chile en el contexto regional, la capacidad de haber establecido una institucionalidad de esa índole, es en su opinión, como en la opinión de la historiografía más clásica que él ha leído desde siempre, una de las ventajas de Chile en el contexto regional. Y no cabe duda que él piensa que relativizarla es dañino para el futuro de la comunidad cívica.
Hay, por supuesto, otros aspectos de la propuesta que a la luz de su carta deben ser mencionados. Y son tantos que es difícil pensar bajo qué condiciones el ex presidente llamaría a aprobar la propuesta. Basta enumerar las más notorias: la ausencia del poder judicial, la iniciativa parlamentaria en las leyes de concurrencia, el sistema de partidos, corregir el diseño del estado regional, son solo algunas de sus objeciones al texto de la Convención.
¿Cambiará Ricardo Lagos su punto de vista en los dos meses que vienen, los meses de campaña?
Lo más probable es que no. Sus opiniones son demasiado sustantivas y se asoman seriamente reflexivas para que ello ocurra, motivo por el cual la subjetividad del ex presidente seguirá subordinada al deber que impone el rol histórico que él cumplió y al que ahora, incluso retirado de la política activa, ha decidido seguir siendo fiel.