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Para Fernández, el inicio de la Convención hace un año tuvo una frágil frontera entre el "afuera" y el "adentro". La convulsión social, "los gritos", se reflejaban al interior del órgano.

ojalá no se reforme, yo sería opositor a ella. Lo que te estoy diciendo va más allá de la perfección o no que le conceda al texto constitucional. Cualquiera fuera el texto propuesto hoy día, deseo que tenga esa apertura a su perfeccionamiento en los tiempos que corren, porque entiendo que vivimos en tiempos de gran incertidumbre, transformación y búsqueda. Es más, te diría que yo veo este proceso como la búsqueda de un acuerdo para navegar en conjunto hacia un puerto que no tenemos totalmente identificado y de alguna manera esto establece esos criterios básicos por los cuales tenemos que participar de esa navegación. De hecho, si me preguntas y tuviera que decir un valor o fuerza que se vio en el proceso constituyente, que creo que está en el texto, que reúne o resume mucho, es la inclusión. O sea, es que ninguna voz, que ninguna pertenencia, que ninguna categoría humana quede fuera de la atención de este acuerdo. Yo creo que eso está y se refleja. Ahora, que merezca arreglo, claro.

-¿Como qué?

-El sistema político seguramente va a tener un montón de ajustes. Porque, además, pasó otra cosa, que al interior de la Convención la derecha efectivamente estuvo poco incorporada. O sea, muchísimas de las normas contaron con su voto, eso sí, muchísimas, pero muy pocas normas provinieron de ellos, razón por la que hay un sector acá que siente bastante ajena esta Constitución. Yo tiendo a pensar que este gobierno va a invitar a acuerdos y reformas y ajustes que le incorporen más a continuación de ser aprobada, si es aprobada.

-¿Dónde estuvo el error, en la minoría que no se quiso integrar o en la mayoría que no la dejó integrarse?

-En las dos. Acuérdate, no olvidemos de dónde arranca esto, de un estallido social. No olvidemos la ceremonia inaugural de este proceso. Porque si uno olvida estas cosas uno se extravía a la hora de su evaluación. Esto partió de un momento en que hasta en los pueblos más chicos de Chile había saqueos en supermercados. Hubo quemas y protestas fuerte no solamente en torno a la Plaza Italia o Dignidad o como cada cual la quiera llamar. Y el 4 de julio del año pasado, cuando empezamos, la frontera entre el afuera y el adentro era muy frágil. Los gritos de protesta dentro del exCongreso eran un reflejo de los que había afuera y en el camino esto se fue institucionalizando. Por eso, de alguna manera, comenzamos a ser vistos allá adentro con una cierta distancia e incluso una cierta molestia, porque también se estaban viendo allí los conflictos que estaban afuera. En ese momento Piñera era visto como algo así como un tirano, un violador de derechos humanos al que se le adjudicaban características y responsabilidades cercanas a las de Pinochet, en un hecho del cual disiento totalmente. Pero era lo que ahí, en determinados sectores estaba aconteciendo. Entonces había quienes ni siquiera se acercaban a la derecha. Había quienes consideraban que conversar con uno de derecha era algo parecido a la traición y, por otra parte, la derecha no era toda igual, hubo una parte de ella que llegó desde el rechazo. Por lo tanto, iba enemistada con este proceso. Pero hubo otra que no, que llegó con buena voluntad, y a esa, esta mala onda, esta reacción existente adentro, empujó a algo muy torpe: en lugar de abrazarla, acogerla y acercarla a la construcción, se la replegó al sito de esos otros más fanáticos del rechazo. Eso hizo que muchos de los que llegaron con buena voluntad terminaran siendo de los más hastiados y furiosos al interior de la Convención Constitucional.

-Pero luego de este camino constituyente las fracturas siguen vivas. ¿No aprendimos nada del proceso?

-Yo creo que este proceso no ha terminado y cuando lo miremos con una perspectiva histórica, aunque cuesta arrogarse esa categoría estando en medio de ella, yo especulo que vamos a darnos cuenta de que este proceso no comenzó ahora, sino que con Bachelet el 2015, con diálogos ciudadanos que entonces incluso se habló de momento constituyente y donde participaron más de 200 mil personas. Eso que el mundo político sepultó, transversalmente, que creo que lo despreció, y que se vio sepultado en el inicio del gobierno de Piñera, volvió a irrumpir ahora en esto y terminamos esta etapa y faltan más, porque esa fractura que tú mencionas no se repara en un día ni en un año. Porque de las cosas que uno se dio cuenta es que esas rabias existentes no se aplacaban con el simple hecho de reunirnos en un espacio en común. Pero sí empezó un algo: entraron en la institucionalidad, y eso creo que eso es muy valioso y ahora falta que la institucionalidad permanente del Estado siga y continúe esa construcción y falta que la comunidad en sus más distintas órbitas también construya esto.

-Pero muchos opinan que este texto divide más que une.

-Quien imagine eso está olvidando cómo era el día en que partimos. Olvidó que al interior de esto había quienes no se saludaban. Olvidó que empezó a los gritos y repugnando incluso a unos niños que cantaban el himno nacional. Hay una construcción en curso y lo que acaso se dio fue que viste las piezas del puzzle fracturado y antes solamente tenías el concepto de la fractura; y aquí los viste en escena reunidos, todos juntos, a la vista y eso, si es que lo llevamos al terreno sicoanalítico, es lo primero que tiene que hacerse al recostarse el paciente en el diván.

-Hace unos meses usted dijo que el concepto de plurinacionalidad estaba en construcción. ¿Ya se definió?

-Sí, claro, pero espera que se manipuló una cosa, en una entrevista con Sebastián Edwards sacaron un pedazo. La definición es bastante clara, no es un espacio vacío. Pero lo que pasa es que tampoco es un espacio cerrado. Su confección está abierta y en esta Constitución en todo lo que se refiere a ella está establecido, pero no definido. Dígase que: se declara Chile como un Estado plurinacional. ¿Cuál es la primera cosa que hay que entender? Que esto es una transformación del que históricamente se ha llamado Estado-nación. Es decir, un Estado que se asume como un lugar en el que habita una manera de ser hegemónica. Ese es el Estado que en la pacificación de La Araucanía se expande hacia el sur llevando un concepto de civilización estableciendo una manera de educar, una religión, una cosmovisión. El estado plurinacional entiende que, al interior de su territorio unitario, como establecemos, dicho sea de paso, habitan distintas maneras de ser, distintas culturas que tienen varias características que son las que dibujan la plurinacionalidad. Tienen autonomías, pero la norma que habla de ellas relega sus definiciones a la ley; tiene autogobierno, que será definido por la ley; tienen territorios, que serán establecidos por una comisión que la tendrá que determinar el gobierno que no se sabe cuántos miembros tienen ni cómo será su composición y que tienen unos plazos para hacerlo. Entonces, no es vacío, pero sigue abierto y yo lo entiendo sinceramente como un camino de solución a los conflictos hoy existentes, no como una creación de un conflicto, porque eso sería no estar viendo a propósito de qué nace esta propuesta. Estamos con toda una parte del sur de Chile extraordinariamente violentada con un problema gravísimo y todo ese conflicto ocurrió con una Constitución que ni siquiera reconoció a esos pueblos originarios. Es decir, ¿la solución es negar esas diferencias para evitar los conflictos? Yo creo que es exactamente al revés. Llevamos 200 años de República y el pueblo mapuche se ha encargado de decirnos que sigue siendo pueblo mapuche. Si quieres insistir en la ficción de que no hay tal, allá tú, pero yo por lo menos diría que hay suficientes pruebas como para entender que existen concepciones, tradiciones, lenguas, que constituyen unidades y pueblos que resulta muy violento desconocer.

-Es un hecho que todas las encuestas muestran un triunfo del rechazo. Si llega a producirse esto, ¿qué es, un fracaso?

-Lo primero que habría que decir es que faltan dos meses. ¿Y por qué digo eso?, porque de las cosas que uno ha constatado no solo aquí, sino en la realidad internacional, es que en los tiempos que corren dos meses es una infinidad. En Colombia Petro le ganó por 0,5% a Hernández, que hace un mes no existía en las encuestas, nadie lo mencionaba. Nadie meses antes de la elección hubiera dado un peso porque Gabriel Boric iba a llegar a ser el candidato de la izquierda y la centroizquierda. Bueno. Esta cosa se va a jugar en los relatos y lo que pasa hoy es que efectivamente está muy teñido lo que todos sienten y perciben con esta propuesta, con lo que sucedió en la Convención, y lo que aconteció fue duro, ripioso, fue de choques, no de abrazos. Eso para nadie es alentador y no es un bonito espectáculo. Pero lo que resultó no resultó, claramente, de un amasaje conjunto. No fueron normas modeladas, fueron normas esculpidas a puntas de choques de piedra; no fueron unas manos en conjunto las que le dieron forma, cosa que me habría encantado. No fue una deliberación en la que los unos buscaban la verdad junto con los otros, sino que fue un resultado a punta de machetazos, donde ninguno pudo quedarse con la forma completa de la norma, porque no tenía los dos tercios.

¿Qué creo que me pasaría si gana el rechazo? ¿Hay fracaso? Por supuesto que sí. No trabajamos para ser rechazados por la comunidad, sino que para ofertarle algo que contara con su anuencia y su gusto o aplauso. Por lo tanto, si esto es rechazado, sí es un fracaso. Pero, ¿es un fracaso final? ¿Es un desastre? No. Y mi preocupación ahí pasaría a ser pensar cómo continúa y cómo esto que aconteció no se vaya al tacho, porque sea dicho de paso, eso es impensable. Mal que mal, la Convención no nos olvidemos que fue elegida por los ciudadanos, no se inventó a sí misma. Quien quiera ver su fracaso tiene que ver el propio también. Habrá que seguir adelante construyendo esto. Esta es la democracia, un juego en que no sirven los que se dan por vencidos; esos son los que rompen con su funcionamiento, son los que cuando dejan de creer en ella creen que las cosas se resuelven con una revolución y otros con un golpe de Estado. Yo creo que esas no son soluciones jamás en el esfuerzo democrático.

"Si esto es rechazado, sí es un fracaso. Pero, ¿es un fracaso final? ¿Es un desastre? No. Y mi preocupación ahí pasaría a ser pensar cómo continúa y cómo esto que aconteció no se vaya al tacho, porque sea dicho de paso, eso es impensable".

"Esta cosa se va a jugar en los relatos y lo que pasa hoy es que efectivamente está muy teñido lo que todos sienten y perciben con esta propuesta, con lo que sucedió en la Convención, y lo que aconteció fue duro, ripioso, fue de choques, no de abrazos".