Desde que entraste a la universidad estás lleno de dudas. Ves que gran parte de tus compañeros se han sumado al Frente Amplio o incluso a grupos de izquierda muy radicales. Muchos de tus profesores transmiten también en la misma frecuencia. Percibes una enorme disociación entre lo que escuchas en tu casa y lo que recibes en el ambiente universitario, y te preguntas por quién tiene razón. Además, sientes una presión cada vez más fuerte para sumarte a lo que, en ese medio universitario, parece ser la opinión mayoritaria. Digo "parece" porque quizá no lo sea. Es posible que muchos estén en una situación semejante a la tuya, pero ya han cedido y no están dispuestos a parecer diferentes.
Ser democratacristiano, de derecha o incluso socialista, es visto como algo inaceptable por esos compañeros tuyos y profesores que están absolutamente convencidos de estar del lado correcto de la historia, cada noticia que leen parece confirmarlos en la idea de que el mundo va hacia allá.
Sin embargo, tú mismo te das cuenta de que las cosas no son exactamente como ellos dicen. De partida, el espectáculo que ha dado el gobierno en estos cien primeros días no parece ser muy ejemplar. No hay semana en la que nuestras autoridades no nos sorprendan con algo, y no precisamente con algo muy bueno. Hay que decir en su favor que ellos no pensaban que llegarían tan pronto a La Moneda, pero no creo que sea una excusa buena para la gente que está aterrorizada en la Araucanía, o para quienes empiezan a sufrir las consecuencias de la incertidumbre económica.
En suma, no sabes qué hacer.
No tengo ningún título especial para hablarte; sin embargo, me permito pedirte una cosa: toma tus decisiones políticas de modo libre. Parece obvio, pero me temo que en el Chile de hoy existen bastantes personas que quieren robarte esa libertad. ¿Cómo lo hacen? Te señalaré dos maneras, que se han utilizado muchas veces en la historia. La primera es dividir el mundo entre buenos y malos. Eso es absolutamente falso: conozco gente heroica en la izquierda frenteamplista y también auténticos tramposos. Y lo mismo vale para la derecha o la centroizquierda.
Un filósofo al que estimo mucho, Miguel Orellana Benado, acostumbra a decir a sus alumnos de la Universidad de Chile que la distinción entre el bien y el mal no coincide con la distinción entre los buenos y los malos. Parece un juego de palabras, pero en su afirmación hay una verdad muy profunda. Decir que las ideas propias son mejores que las otras es cosa muy legítima. En cambio, ponerse en un pedestal moral y condenar a los otros como si fueran unos malvados; juzgar a las personas y no a las acciones, es un juego tramposo.
En la misma línea de asegurar tu libertad, quiero prevenirte contra una extorsión que fue muy común en los años sesenta y que hoy vuelve a repetirse. Algunos buscan hacerte sentir culpable por el hecho de que tengas cosas de las que otros carecen, entre ellas una mejor educación. Ciertamente haz recibido más, pero ese hecho debe engendrar en ti algo muy distinto de la culpabilidad, y ese algo se llama "responsabilidad".
Para hacer rendir los talentos que uno ha recibido lo primero es reconocerlos y saber que son un regalo. Los tienes no para ti, sino para servir mejor al país, y eso se puede hacer de modos muy diversos. Tú tendrás que encontrar el tuyo, que supone, entre otras cosas, estudiar muy en serio. Resulta absurdo pensar que por unirte al Frente Amplio uno ya queda dispensado de preocuparse de los demás y que, por ese hecho, tiene una especie de sello que garantiza tu sensibilidad social.
Es curioso, porque el discurso de cierta izquierda sobre la culpabilidad es la contrapartida del discurso de determinada derecha sobre el mérito, que lleva a pensar que todo lo que uno posee se lo ha ganado a pulso y que no tiene ninguna responsabilidad respecto del país.
No dejes que la masa decida por ti. Estudia, infórmate y no tengas miedo a pensar distinto. Si lo haces, descubrirás con sorpresa que no estás solo.