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Amenaza interna
Comparto plenamente lo expresado por el almirante Miguel Ángel Vergara Villalobos en el sentido de que "ciertas ideologías se empeñan por borrar nuestras tradiciones y reescribir la historia" y que "la patria no solo puede estar amenazada por fuerzas externas, sino también, y quizás más graves, desde su interior y de manera solapada".
Esta amenaza interna se manifiesta en un vasto proceso de transformación cultural que persigue despojar a los chilenos de su historia, de sus tradiciones y de su identidad nacional e imponer ideologías que pueden llegar a corroer la sociedad desde sus cimientos y a comprometer la existencia misma del Estado; en situaciones de subversión interna y de insurrección revolucionaria que ponen en riesgo la estabilidad institucional de la República; en la pretensión de la mayoría de los convencionales constituyentes de destruir la nación chilena y la esencia de un régimen democrático y de sentar las bases de un régimen totalitario; en la existencia de grupos armados de guerrilleros y terroristas en la denominada "macrozona sur" que actúan con la complicidad o el beneplácito de políticos y amparados por la lenidad de los gobernantes -que no cumplen con su obligación esencial que es la conservación del orden público, aplicando la violencia física legítima del Estado si fuere menester- y que tratan de imponer por la fuerza sus objetivos de control territorial, político y militar de la zona.
Esta "amenaza interna" no está latente o en potencia, sino que en acto y amenaza los fundamentos mismos de la patria y los intereses permanentes de la nación.
Adolfo Paúl Latorre
Brecha de género
Hace algunos días se presentaron los resultados del segundo estudio "Radiografía de Género en Ciencia, Tecnología e Innovación", corroborándose que la brecha de género persiste en el sistema de CTI nacional. Aun cuando este estudio identificó una serie de desigualdades asociadas al rol de la mujer en ámbitos tales como actividades I+D y en la producción científica-tecnológica, creo que es importante destacar el reconocimiento de sus pares disciplinares. Ejemplo de esto es el hecho que siete de los 12 grupos de estudio definidos para evaluar el concurso Fondecyt Iniciación 2022, tienen a una mujer como directora.
Sin embargo, en las revistas académicas las inequidades de género no solo se traducen en un menor número de autores femeninos, sino que se reflejan en la conformación de los comités editoriales. En este contexto, solo en el 20% de las 126 revistas chilenas indexadas por Scielo una mujer cumple la función de editora jefe, mientras que en los comités editoriales solo 9 revistas poseen un grupo paritario.
Sin duda, y tal como lo señaló la subsecretaria de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Carolina Gainza, estamos ante un problema estructural y cultural instalado en las distintas áreas de investigación, el cual requiere un compromiso serio de todas las partes interesadas para reducir la brecha de género y aumentar la participación de mujeres en todas las áreas del conocimiento.
Es urgente cambiar y mejorar la participación de las mujeres en todos los ámbitos relacionados a la investigación, hay que trabajar por conseguir la igualdad de género en un área que ya dejó de ser exclusiva de los hombres.
Nosotros, como academia debemos contribuir a este cambio, incentivando desde el comienzo de la formación universitaria a las mujeres para que se interesen y participen de los equipos de investigación, ya que son fundamentales para contribuir con su trabajo al desarrollo de la humanidad y de la sociedad en su conjunto.
Erwin Krauskopf, vicerrector de Investigación de la Universidad de Las Américas
Violentistas ¿prehistóricos?
Es un hecho preocupante constatar los innumerables actos de violencia que se suscitan casi a diario en nuestro país. Buses quemados a metros de liceos emblemáticos en Santiago o estudiantes apuñalados en el pecho por su compañero de clases en Castro. Estos son solo un pequeño y triste botón de muestra de una realidad que parece desatada en nuestra sociedad actual. El otro día escuché a alguien llamar "prehistóricos" a los jóvenes con overol blanco quemando un autobús en Santiago y también a todos aquellos que rayan y destruyen monumentos y edificios en nuestras ciudades.
Según los antropólogos, la violencia es parte del ser humano desde su mismo surgimiento como Homo sapiens. Sin embargo, ésta no es la característica que lo define como tal o por lo menos no debiera serlo. Por mucho tiempo se consideró al hombre de las cavernas como un individuo salvaje y violento, como un ser más cercano al animal que al ser humano.
Sin embargo, los nuevos estudios revelaron su error y mostraron a un individuo más inteligente y culto de lo que se creía. Basta traer a colación el arte prehistórico plasmado en las maravillosas pinturas rupestres que nos legó. Dibujos de bisontes, ciervos o mamuts lanudos trazados con maestría sobre las paredes de piedra en las cavernas prehistóricas halladas ya sea en Altamira (España) o en Lascaux (Francia), por mencionar solo algunas de ellas.
Estatuillas de piedra y de marfil, herramientas de sílex o instrumentos musicales confeccionados con huesos de animal, muestran a un ser humano amante y necesitado de arte y cultura. Frente a estos hallazgos no podemos si no reconocer que la civilización humana dentro de esas cavernas estaba en camino de convertirse, luego de un arduo y accidentado itinerario evolutivo, en lo que hoy somos como civilización. Esta es la razón por la cual después de más de 35 ó 40 mil años de antigüedad continuamos admirando los trazos, colores y formas de sus pinturas en el interior de las cuevas prehistóricas cargadas de un hondo sentido artístico, simbólico y religioso.
Cuando observamos atónitos en la actualidad que se destruyen y queman en nuestras ciudades monumentos, iglesias o plazas sin más motivación que dejar aflorar un descontento que, más bien parece entretención y desahogo irracional, no podemos sino negarnos de manera rotunda a llamar a estos nuevos bárbaros "hombres prehistóricos".
La violencia, en este sentido, es ciega y perniciosa en cuanto subvierte el orden establecido de los valores ganados a pulso desde que el ser humano comenzó a perfeccionarse como individuo y como sociedad. Si el prehistórico hubiese confundido el respeto con la desconsideración, la valentía con la temeridad o la construcción con la deconstrucción, seguramente se hubiese auto destruido hace mucho tiempo.
Guillermo Tobar Loyola, académico del Instituto de Filosofía Universidad San Sebastián de la Patagonia