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"Al cerrar estábamos con 230 raciones y ahora empezamos con 100. Paulatinamente las tenemos que ir aumentando, porque uno entiende que los tiempos son difíciles, sabemos que vamos cuesta arriba, quizá va a ser más difícil todavía. Estos lugares son golpeados porque se junta el frío, la lluvia y eso incrementa la necesidad. Esperamos subir las cantidades para que vengan a buscar su comida", expresó Pérez.

Además de las tres hermanas, el comedor funciona gracias a un grupo de voluntarios, que lo conforman residentes de la comuna e, incluso, varios que tienen otras creencias, como evangélicos o luteranos. Todos han logrado fomentar la armonía, ya que tienen como premisa mirar más allá del color político, condición social o religión. "Dios nos manda, así que tenemos que tener una mirada muy amplia, muy elevada", añadió.

Ahora con esta reapertura disponen únicamente de modalidad para llevar. Aunque siempre su concepto ha sido que la gente retire su comida para compartir en familia, ocasionalmente recibían a personas en situación de calle que se alimentaban en las dependencias, lo que no podrán hacer hasta nuevo aviso para garantizar el cumplimiento de las medidas sanitarias.

De igual forma, tienen el respaldo de empresas como Frigosorno, Panadería Central, organizaciones como el Club de Leones y miembros de la sociedad civil que acuden a dejar donaciones los días que realizan esta acción solidaria.

A lo largo de estos casi 20 años, la "Olla solidaria Santa María Josefa" no sólo ha sido un lugar para cocinar, sino un rincón de encuentro de muchas familias. Ahí, las religiosas han conocido de cerca las dificultades de la gente, que llega de la misma zona o sectores aledaños como Villa Lololhue, las poblaciones Alday o Schilling.

Necesidades

"Es harta la necesidad, siguen llegando las mismas personas o se suman otras. Nosotras cerramos, regresamos y encontramos cuatro campamentos alrededor. Hemos visitado esos campamentos y ahora con el comedor parte de esas familias están llegando también", contó sor Mariela.

Agregó que "nosotros conocemos muy concretamente las necesidades que hay en el sector. En 20 años hemos visto muchas cosas, cómo han crecido niños que sus mamás vinieron con ellos chiquitos. No somos asistentes sociales, pero a veces nos toca hacer ese papel, es un abanico muy grande que tienes acá detrás de la olla solidaria; la comida es una cosa, la gente acude y no puedes decirle que no".

La hermana Nora Cárdenas, una de las fundadoras, considera que la pobreza ha aumentado, lo que queda en evidencia por los asentamientos. Esto ha provocado que varios habitantes no hayan podido superar su compleja realidad, por lo que continúan asistiendo todavía.

No obstante, destaca que ha quedado marcada por historias de superación y han forjado vínculo con todos los que llegan hasta el recinto. "Nos encariñamos mucho, nos conmueve, tenemos más de cuatro casos de mamás con hijos con dificultades y me ha llamado la atención es que nunca se han quejado. Eso te da esperanza, una madre que sufre tanto, pero que lucha a diario y tiene tanta fe", remarcó.

"No somos asistentes sociales pero muchas veces nos toca hacer ese papel, es un abanico muy grande que tienes acá detrás de la olla solidaria "

Mariela Pérez, Religiosa