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lo principal", detalló Cárdenas.

Vocación de servir

El 15 de octubre de 2001 Nora Cárdenas, Miriam Medel -quien ya no es religiosa- y Soledad Moya, actualmente en Talca, llegaron a la ciudad para brindar principalmente atención a los enfermos. En aquel entonces la realidad que se encontraron era muy distinta, con un Osorno menos urbanizado que no contaba con Cesfam ni colegios en Quinto Centenario, donde además había pocas calles pavimentadas.

"Por intermedio de una amiga muy querida, directora del Star College, las hermanas venían a hacer promoción vocacional. Fue un compromiso que si había siete vocaciones osorninas, las hermanas vendrían a fundar acá, así que nosotras cumplimos nuestra palabra. Llegamos aquí prácticamente sin saber nada. Una de ellas, la superiora en ese momento, sí conocía la situación, pero cuando uno empieza tiene que hacerse camino. Nosotros entramos a las casas de las personas por la parte de enfermería y había mucha pobreza, no estaban todas las poblaciones, todo esto era campo", relató la religiosa Nora Cárdenas sobre el panorama en la parte alta de Rahue Alto Norte.

Durante un tiempo, las Siervas de Jesús de la Caridad estuvieron enfocadas en el área de salud, como parte de su misión, visitando casa por casa, que les permitió darse cuenta de la necesidad de alimentación que existía. A partir de allí, gracias a la comunidad árabe-siria y al Star College, recolectaron donaciones para tratar de revertir esta situación.

Un año más tarde, en octubre de 2002, en la sede del Comité de Desarrollo Social de la misma población comenzó a funcionar la olla solidaria con pocas raciones, unas 70. Utilizaban implementos que habían sido regalados u otros que consiguieron comprar por su cuenta. "Se vio que la comida era primordial. Así partió todo esto, después fuimos conocidas, entrábamos a las casas de las personas por parte médica en el sentido de tomar presión, llevar la comunión, hacer curaciones, todo ese tipo de cosas. Porque siempre el comedor ha sido lunes, miércoles y viernes hasta mediodía. Siempre fuimos tres hermanas, una se quedaba aquí y las otras dos salían a hacer su trabajo", contó.

Para concretar esta acción solidaria, tenían que salir a la calle para pedir colaboraciones a carnicerías, panaderías o mandar cartas a las empresas, lo que les permitió ir subiendo en las cantidades progresivamente.

"La gente desde el principio siempre estuvo con nosotros. A veces me desesperaba porque veía que quedaba poco de gas, pero siempre antes de acabarse alguien llegaba. Siempre la providencia de Dios estuvo", enfatizó.

Nueva sede

Al transcurrir cuatro años, la hermana Nora se fue de Osorno y estuvo en otros puntos del país en labores de la congregación. Ese 2005 llegó sor Mariela Pérez para seguir con las diferentes iniciativas en la ciudad, sumando esfuerzos para gestionar la continuidad de la olla solidaria.

"Nosotras tenemos nuestra congregación, el trabajo o apostolado va todo relacionado con la parte de enfermería. De hecho, somos enfermeras, pero en estos lugares, Osorno específicamente, nuestra fundación es de misión. Esto quiere decir lo que veamos, donde podamos aportar, por medio de esta comunidad árabe-siria nos hemos establecido aquí. Nosotros nos teníamos que haber retirado, pero la gente nos pidió y pedimos permiso en el Obispado, así nos fuimos complementando", contó.

En 2012, las Siervas de Jesús llevaron a cabo un bingo para reunir fondos que les permitieran levantar la nueva sede del comedor. Tras varias actividades de recaudación, en 2014 pudieron materializar este sueño en un terreno que la Municipalidad de Osorno les dio a comodato.

Unos años antes, en 2010, la hermana Mariela también había dejado la ciudad para atender a enfermos en otros puntos del país, donde la congregación cuenta con residencias de adultos mayores o policlínicos.

En 2019, al igual que la hermana Nora, retornaron al sector, sin imaginarse que unos meses después la pandemia les haría cambiar la dinámica que habían tenido hasta ahora.

La contingencia sanitaria las impulsó a ir puerta a puerta con el objetivo de conocer la situación de los usuarios que habitualmente concurrían al recinto. "Íbamos a la casa de personas que teníamos inscritas, pero la pandemia nos obligó a salir y encontramos otras realidades, otras necesidades. A lo mejor había una inscrita, pero la de al lado no porque no había cupo o le daba vergüenza. Ahí empezamos a ayudar como podíamos porque las donaciones seguían llegando y no podíamos dejarlas. Con los campamentos igual, cuando es mucha la cantidad, entramos directamente porque no sabemos cuántas familias hay", expresó.

Además de comida contribuyeron con ropa de cama, leña y prendas de vestir, que seleccionaban cuidadosamente como parte de los protocolos sanitarios.

Historias de vida

Si bien nunca dejaron de aportar en este periodo de restricciones, a inicios de semana volvieron a las instalaciones en la "Olla solidaria Santa María Josefa". Días antes, cuando acudieron a limpiar, los vecinos ya habían mostrado su interés por saber en qué momento se retomaría esta noble labor.

"Nosotros entramos a las casas de las personas por la parte de enfermería y había mucha pobreza, no estaban todas las poblaciones"

Nora Cárdenas, Religiosa