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Matiné dominical: diversión en el Osorno de antaño

Eran jornadas obligadas de reunión social, ofrecidas por los dos únicos cines de la ciudad: el Teatro Osorno y el Teatro Principal. Se exhibían películas en horarios de matiné, vermut y noche, donde las favoritas eran las del oeste norteamericano.
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Los pueblos de provincia tenían esa pasividad que otorgaba la lejanía con la bulliciosa capital, tan llena de espectáculos y diversiones para su exigente juventud. La ciudad de Osorno de los años '50 aparecía ante los ojos afuerinos como una ciudad apática, sin entender que la sociedad osornina se daba otros parámetros para ser entretenida.

No existía la televisión ni tampoco los teléfonos móviles. Solo algunos hogares contaban con un teléfono fijo, lo que obligaba a la comunicación presencial, el tú a tú entre los conocidos. Por ello, la plaza de Armas se transformaba en un lugar donde se interactuaba sentados en sus escaños o caminando a su alrededor, especialmente los domingos después de misa o para Fiestas Patrias, cuando se transformaba en el centro del espectáculo con sus fuegos artificiales y el paseo lanzando chayas a la cara, como un gesto simpático de cercanía de los paseantes.

La matiné de los domingos era un lugar obligado de reunión social, ofrecidas por los dos únicos cines de la ciudad: el Teatro Osorno y el Teatro Principal, el primero ubicado con su frontis por calle Ramírez al llegar a Cochrane; y el segundo en la esquina de O'Higgins con Mackenna. Años después se incorporó el Cine Lido, dentro de la galería Lido de calle Ramírez.

El edificio del Teatro Osorno albergaba un sinnúmero de entretenciones para una juventud ávida por divertirse. Al ingresar, a la mano derecha funcionaba el café Victoria, que mantenía mesas y una barra donde se ofrecía la primicia culinaria de esos días: un gran vaso de leche con plátano preparado en una bulliciosa juguera eléctrica -una novedad por aquellos tiempos- junto con los más sabrosos hot-dog de la zona. Dentro del café, adosado a una pared, se disponía un Wutlizer que funcionaba con monedas introducidas por un parroquiano que había elegido un disco de la colección dispuesta en un carrusel que giraba, dejando caer el preferido.

Bajando hacia el subterráneo por una escalera situada al lado del café, se llegaba a la gran sala de billar y pool, cuyo aire se saturaba por el denso humo de cigarrillos y el ruido seco de las bolas impulsadas por el taco de campeones que se lucían con sus carambolas frente a un público que los avivaba. Ese era el lugar predilecto de las escondidas cimarras escolares, por lo cual en las mañanas se transformaba en un sitio concurrido de chicos con uniformes de colegio, tímidos, siempre temerosos.

Auditorio de Radio Sago

Por ese mismo sector del edificio se subía hacia las amplias dependencias de Radio Sago, que ocupaba el segundo piso, donde se vivía un rico mundo pleno de actividades. Los niños acudían para ser espectadores de un programa infantil que animaba el Tío Pinocho, personaje creado por Pepe Larrea, que hacía cantar, recitar y vocear a coro "el tío Pinocho cuenta cuentos…", desarrollado en un amplio auditórium con amplio escenario para el animador. Allí también nacieron Mickey Alarcón (años después solista de Los Ángeles Negros) y otros cantantes que hicieron fama.

Los días jueves, después de clases, una pareja de jóvenes corríamos desde el colegio hacia los estudios de la Radio Sago para grabar "Club Musical", un programa creado por Raúl Montecinos y financiado por la casa discográfica de Eugenio Junguinger, por cuya sintonía desfilaban los últimos discos de cantantes de moda, que acompañaban las fiestas y malones sabatinos celebrados en las casas particulares.

El mismo "Club Musical" organizaba, junto con el auspicio de la casa Junguinger, campeonatos de Rock & Roll en la casona del Instituto Chileno-Norteamericano, situado a la vuelta del Teatro Osorno, por calle Cochrane. Allá se daba cita una juventud vestida de fuertes colores, como los "teen ages" norteamericanos que se mostraban en las películas musicales. Se presentaban al ruedo grupos de diez parejas que, al ritmo de Bill Haley o Elvis Presley, se iban seleccionando para llegar a una final donde los bailarines se la jugaban por pasos con piruetas acrobáticas de coreografías ensayadas.

Películas del oeste

El Teatro Osorno disponía de un gran cine donde se exhibían películas en horarios de matiné, vermut y noche. Para las acomodaciones existía una platea baja, platea alta y galería, más conocida por "galiche", o "paraíso". Las plateas baja y alta tenían ingreso por calle Ramírez y la galería por Cochrane.

Cuando se exhibían películas sobre la conquista del oeste norteamericano, era tal el interés, que las filas para comprar entrada desbordaban el edificio y se extendían por calle Ramírez. Allí los amigos, amigas, pinches y pololos llegaban en grupos para reunirse en platea baja y ubicarse en la "fila de los cocheros", llamada así por el chasquido que hacían con los labios los conductores de transporte público, avivando a sus caballos.

La matiné comenzaba con la exhibición del noticiero Emelco, en modo documental y música de fondo, con la lectura en off del locutor Sergio Silva y luego se daba paso a la película del oeste, que en su parte más expectante mostraba a la diligencia rodeada de jinetes indios sioux que atacaban gritando y disparando a los pasajeros. La situación era dramática y se producía un silencio sepulcral de la concurrencia. De pronto se escuchaba una trompeta y aparecía en escena una patrulla de soldados que venía al galope a salvar a los pasajeros. Los espectadores celebraban este salvataje gritando y zapateando el piso de alegría, y de pronto se cortaba la cinta cinematográfica volviendo a iluminarse la platea.

"Ya pus cojo, córtala", gritaba en coro la platea, frustrados por la interrupción en medio de la trama. Así le llamaban al operador de la cinta, que en su cabina del alto buscaba reparar nerviosamente el accidente.

La película finalizaba y los jóvenes en grupo abandonaban en silencio el Teatro Osorno, comentando la performance del "jovencito" convertido en héroe que había salvado a los colonos del oeste norteamericano. Programaban también reunirse para la próxima matiné, con nuevas emociones del cine y de nuevos pololeos, nacidos en la oscuridad de la platea.