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20 personas de la comuna y que cumplían con los requisitos, tuvieron la posibilidad de encauzar sus vidas, entregándoles un hogar para que, de manera gradual, aquellos tiempos de frío y hambre queden atrás.

El Hogar de Cristo está a cargo en Osorno de este novedoso programa y el balance a más de un año de su puesta en marcha ha sido positivo.

El director de la entidad social, Yerko Villanueva, dijo que la experiencia es muy enriquecedora, porque durante años han luchado por evitar la muerte de personas que viven en esta condición, satisfaciendo sus necesidades básicas. Al ejecutar este tipo de programas, las perspectivas se abren completamente.

"Es un programa que nos cambia la mirada, que nos ayuda a entender que hay cosas básicas para el desarrollo humano y una de ellas es la vivienda. No puede ser que sea el último escalón, porque la seguridad que entrega una vivienda permite avanzar en los otros cuidados", dijo Villanueva.

Junto con agradecer a las personas que quisieron apoyar y creyeron en este programa, arrendando sus viviendas, dado que fue una situación complicada por los prejuicios existentes, señaló que gracias al trabajo desarrollado por el equipo encargado del programa, en conjunto con la Seremi de Desarrollo Social, han logrado construir un espacio seguro para los beneficiarios.

"Tenemos un porcentaje de éxito muy alto, porque más del 70 por ciento de las personas que han pasado por el programa se mantienen, dejaron su forma de vida en la calle, generaron alternativas reales de trabajo y han logrado recomponer vínculos familiares y afectivos, que en algunos casos se habían perdido. Se han generado reencuentros transformadores con familias o referentes que son importantes en sus vidas", destacó Yerko Villanueva.

Pérdida

En su acogedor departamento, Jorge Vásquez relata a grosso modo cómo ha sido su vida, sus dolores y sinsabores, que lo llevaron a vivir en la calle durante casi dos décadas. De manera tranquila, pero con un dejo evidente de pena y nostalgia, comenta que hace algunos años su pareja murió atropellada, se quedó solo y con una hija que tiene 11 años, a quien cedió en tuición a los abuelos maternos, quienes hoy por hoy no la dejan ver después de depositarles su confianza.

"Yo he tenido dos separaciones y mi última señora falleció atropellada. Viví en diferentes partes: bajo un puente, en una garita, en fin, donde me pillaba la noche. Comencé con esta situación cuando tenía 35 años y la verdad ha sido duro. Yo trabajaba en el área de estructuras metálicas, pero después lo dejé. Además, el alcoholismo también fue un factor", confesó Vásquez, quien también es usuario del Hogar de Cristo.

Sobre esta segunda posibilidad de volver a tener un hogar propio, Vásquez indicó que el proceso ha sido positivo y no le ha costado, ya que tuvo en su vida la experiencia de tener un techo familiar.

"Siempre me ha gustado el orden, cocinar, por lo que ha sido un proceso normal y estoy contento. Además, realizó algunos trabajos que me permiten tener plata para mis gastos, porque igual tenemos obligaciones que cumplir", manifestó orgulloso sobre esta nueva oportunidad que le entregó la vida.

Por sus hijos

La historia de Marianela Almonacid, de 58 años, también ha sido compleja, porque la calle ha sido su hogar durante varios años, también producto de problemas familiares. Tiene su departamento, ubicado muy cerca de donde vive Jorge Vasquez, impecable, porque le gusta mantener el orden.

"Cuando falleció mi mamá y mis hijos eran grandes, me quedé en situación de calle. Ellos se quedaron con una familia en Quilacahuín, mi lugar de origen, que se hizo cargo y les dio estudios. He vivido harto en la calle, sobre todo en el sector de Chuyaca o donde me pillaba la noche", relató la mujer.

Indicó que el consumo excesivo de alcohol fue también un problema, pero señala orgullosa que hace tres años lo dejó de manera definitiva. "Lo dejé principalmente porque mis hijos lo pidieron, ya que me vieron muchas veces viviendo en la calle y no en buenas condiciones. Por lo mismo decidí cambiar de vida, por mí y por ellos", agrega orgullosa.

La mujer ingresó el 19 de febrero al programa, viviendo primero en el sector de Francke, pero luego fue reubicada en un departamento también cerca de Amador Barrientos. "Este cambio ha sido positivo, porque ya no sufro en la calle, no paso frío ni hambre. Tengo un techo para recibir a mis hijos, lo que es muy importante", aseveró.

Hace un par de meses comenzó a trabajar en las tardes cuidando a una adulta mayor, lo que le permite tener sus propios recursos.

"Eso me tiene contenta, porque antes trabajaba en los arándanos, que era por temporada, y esto ahora es fijo. Además, las personas con que trabajo me tratan bien, me apoyan en todo, así que eso es bueno", expresó Marianela, quien sueña con tener en

"Este cambio ha sido positivo, porque ya no sufro en la calle, no paso frío ni hambre. Tengo un techo para recibir a mis hijos, lo que es muy importante".

Marianela Almonacid, Beneficiaria