No deja de sorprender que cada vez es más común encontrar estudiantes de enseñanza media presentando certificados que indican u ordenan que no pueden terminar "normalmente" sus estudios del año, obligando a los establecimientos educacionales a finalizar anticipadamente su periodo escolar con las calificaciones que tienen a esa fecha.
En otras palabras, uno pudiese entender que en la sociedad hay profesionales que técnicamente justifican que algunos estudiantes no aborden situaciones de normal esfuerzo, trabajo y aprendizaje. Sin duda, tal vez adolecen todavía de las herramientas para enfrentar este tipo de situaciones y será la experiencia la que les brinde el desarrollo de ellas. ¿Pero no habrá otro modo que no sea eludir completamente la tarea? ¿La escuela tendrá algo que decir al respecto o sólo debe someterse a un certificado?
Entiendo que no todas las personas y mucho menos los adolescentes han desarrollado mecanismos que les permitan sobreponerse a situaciones difíciles o de stress, pero a esta altura de la vida bien sabemos que educarse es parte de quienes pretenden vivir en sociedad. Manipular o forzar excepciones es un acto plenamente injusto con los demás estudiantes, ya que es evidente la ventaja que se gana al no rendir todas las evaluaciones y tener tiempo extra para poder prepararse para el ingreso a la educación superior en el caso de los estudiantes de cuarto medio.
En algún momento compartía a unos alumnos que el estrés es parte de la vida, que se traduce en preocupación y cierto nivel de angustia frente a las tareas que por algún motivo propio o externo se nos acumulan o coinciden apresuradamente. Les manifestaba que, a lo largo de la historia, la humanidad se ha visto enfrentada a situaciones que han puesto al límite esa sensación: cómo no se iban a estresar los primeros humanos frente a la falta de alimento, a la depredación de los grandes felinos, a la esclavitud, a la guerra… y a propósito del próximo inicio del Mes del Mar ¿qué hubiese hecho Prat ante el inminente combate desigual que debió enfrentar?
Afortunadamente hay profesionales de la salud que incorporan otras estrategias de ayuda, mejorando su comunicación con los establecimientos educacionales y distanciándose de esa anticuada y conservadora postura unilateral de decretar una medida sobre una institución sin mediar una mínima conversación. Están buscando otras alternativas de apoyo que no pasan por el término exclusivo del curso académico del estudiante, sino que comprometen más intensamente a la familia en el proceso, dando cuenta de una mejor comprensión respecto al rol que tiene el entorno cercano sobre el estado anímico del alumno.
El retorno a la presencialidad ha dejado en evidencia que las dificultades socioemocionales no se generan exclusivamente al interior de los colegios y escuelas; sino que también se generan el seno de la familia y si ésta no se sana o dispone a mejorar, los niños y adolescentes no superarán las dificultades que los afectan.
Finalmente, hoy más que nunca, necesitamos encender la llama de la inquietud en los más jóvenes, que comprendan que no es necesario competir, que no es necesario compararse con nadie más que consigo mismo, que las artes, el deporte y las ciencias son espacios enriquecedores en los que volcar sus intereses. Que abandonar la escuela es un graso error y que, por último, está la alternativa de buscar otro ambiente, pero no abandone la posibilidad de convivir con sus pares o estaremos ante un futuro adulto depresivo, inconforme o sociópata que, ante la más mínima adversidad, explotará o vivirá permanentemente pensando que todos quieren dañarlo.
Los caminos se pueden acortar, de las cosas podemos prescindir, pero lo humano es nuestra esencia y en ello, tanto la felicidad como la tristeza, los éxitos como los fracasos son necesarios para vivir plenamente por lo que debemos abordarlos, superarlos y aprender de ellos. Está bien cuidar a nuestros niños, hay que hacerlo, pero la sobreprotección y la evasión no son el camino.