Según la Comisión Nacional de Seguridad del Tránsito, en Chile cada día fallecen en promedio cinco personas en accidentes de calles y carreteras. Y el anuario estadístico publicado hace unos días por Carabineros es alarmante. El último año murieron 1.688 personas debido a esas tragedias, la cifra más alta de una década. Respecto de las cifras de personas lesionadas, el análisis muestra que los heridos graves aumentaron un 4,5%, con 8.103 casos en 2021; los lesionados menos graves subieron 1,9% con 4.142 casos y sólo los lesionados leves disminuyeron en 13,6% al totalizar 39.683 casos.

En los accidentes influyen factores como la alta velocidad, la imprudencia de conductores y de peatones, y la conducción descuidada.

Es usual que durante los fines de semana largos, como esta Semana Santa, en fiestas como las de septiembre y de diciembre, y en vacaciones de verano, se incrementan estas tragedias, por lo que las autoridades llaman a adoptar medidas preventivas, sobre todo que por estos días viajan familias completas, con niños. Esto obliga a los distintos actores de la seguridad vial a tomar acciones de carácter urgente.

El tema de las muertes y lesiones por accidentes de tránsito es complejo, considerando el explosivo aumento que ha tenido el parque automotor. Los estudios indican que más del 90% de los accidentes ocurren por imprudencias o fallas humanas, lo que los hace los primeros responsables para mantener la seguridad vial. Muchos de éstos terminan con muertes que son evitables, por lo que la conducción responsable debe abordarse frecuentemente, sobre todo durante los períodos previos a los fines de semana largos.

Chile se ha destacado en los últimos años con campañas como las de tolerancia cero alcohol y la Ley Emilia, que buscan erradicar conductas altamente riesgosas al conducir, como manejar después de haber bebido o consumido drogas. A eso se suma la Ley No Chat y la reciente publicación de su reglamento, con lo que se espera que haya más fiscalización y sanción a conductores que manejan hablando o escribiendo en el celular. Sin embargo, sigue siendo importante que quienes intervienen en el sistema vial asuman con responsabilidad la conducción y su comportamiento en el tránsito.

Cada paso que da la Convención Constitucional desnuda un afán refundacional sin límites que la ha hecho objeto de críticas que hoy son transversales. Incluso personajes criollos del Apruebo comenzaron a amenazar públicamente con votar Rechazo en septiembre, mientras las últimas encuestas muestran que en la ciudadanía crece la opción de decirle "no gracias" al nuevo texto constitucional.

Una de las ideas subyacentes a la crisis de legitimidad del proceso es que los constituyentes "se pasaron de rosca" con propuestas que en nada responden al sentir de ese casi 80% de ciudadanos que les dio la posibilidad de escribir los destinos del país y tampoco responden a la idea de construir un mejor Chile para todos. La gente perdió la ingenuidad inicial y está perdiendo la paciencia frente a un espectáculo marcado por ideologías y prejuicios en un estadio de improvisación e imprudencia.

Por otro lado, el golpe de la Convención al establishment es fuerte, al nivel de un knockout. Corrieron el cerco desde las reformas institucionales a las reformas personales, es decir, ahora se sintieron afectadas personas de carne y hueso, entre ellos la casta política, que han detentado el poder excluyentemente por décadas. Y eso no sale gratis. De hecho, llama la atención la ingenuidad de la Convención que parece perpleja frente a la reacción de todos a quienes les viene pisando los callos.

En este sentido, la respuesta de la Constituyente de inyectar millones de pesos en agencias de comunicaciones para mejorar su imagen no es más que una señal de algo que ha sufrido todo este proceso: arrogancia y falta de autocrítica. Equivale a decir, no estamos haciendo algo mal que podamos mejorar, sino que implica sostener que están haciendo todo perfecto y que sólo se falla al comunicarlo. Idéntico problema tienen las instituciones y personas que se ven afectadas por los cambios, que en ningún momento han hecho una reflexión autocrítica ni han planteado propuestas concretas sobre lo que puede mejorarse en sus respectivas organizaciones. Simplemente todos se posicionan en sus respectivas trincheras, esperanzados en poder pasar el chaparrón.

En este escenario el camino se puso cuesta arriba para la revolución en curso, y no gracias a la pobre participación de la derecha en la Convención, sino porque los constituyentes cayeron en su propia trampa al construirse para sí mismos y no para los chilenos un laboratorio de egos que ha quedado al descubierto.

Marcos Emilfork, ex fiscal regional