Los sistemas de fabricación de alimentos y bebidas muy transformados y poco saludables están impulsando una ola de obesidad, aumentando el cáncer y las enfermedades cardíacas, al tiempo que generan un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

En nuestro país, desde hace tiempo que en diversos sondeos el tema de la salud es mal evaluado por la ciudadanía. En 2020, el Instituto de Salud Pública de la Universidad Andrés Bello dio a conocer la encuesta nacional, en la cual los usuarios en general le dieron una nota de 3,7 a su sistema. El registró la peor valoración de los últimos años, lo que posiblemente estuvo influido por la congestión de los servicios en el periodo de pandemia.

Estas cifras son preocupantes si se considera que los gobiernos han aumentado los presupuestos de salud pública y algo similar ha realizado el sector privado. En consecuencia, ha habido un descontento de los usuarios respecto de ambos sistemas. En ese estudio, el 67% de los afiliados a Fonasa dijo sentirse desprotegido, mientras el 28% de los usuarios de las Isapres también tenían esa percepción.

Algunos de los aspectos peor evaluados fueron el tiempo que tuvo que esperar para recibir una atención médica, el tiempo que le dio el médico en la atención, el monto que tuvo que cancelar, y la forma de solicitar horas por teléfono, especialmente por la pandemia. Hay una crítica casi generalizada en cuanto a que los sistemas de salud son demorosos o poco oportunos en el acceso a las prestaciones, las urgencias y las hospitalizaciones. A ello se suma el temor de los afiliados por la forma cómo podrían enfrentar una enfermedad grave no considerada en el Auge. Según las encuestas, cada vez más los ciudadanos indican que deben destinar una mayor parte de su presupuesto a gastos en salud y en medicamentos, en especial para los adultos mayores.

Hay que abordar el tema de salud en forma integral, para atender las necesidades de las personas y contribuir a mejorar su entorno. La OMS ha dicho que las economías deben velar por el bienestar de las personas, la equidad y la sostenibilidad medioambiental.

Sepa usted que los niños que hablan un segundo idioma tienen una serie de ventajas durante su vida, en comparación con aquellos otros niños que sólo hablan la lengua materna. Así lo determinó una investigación que fue realizada por la doctora Gitit Kavé, neuropsicóloga del Instituto Herzog, en la Universidad de Tel Aviv (Israel).

El equipo de investigadores descubrió que conocer y hablar más de un idioma tiene el poder de proteger al cerebro contra los efectos del envejecimiento. Este estudio se basó en una encuesta aplicada a cientos de personas de edades que fluctuaban entre los 75 y los 95 años. A cada persona se le preguntó cuántos idiomas hablaba, además de la lengua materna.

Una vez recabada la información, los investigadores compararon a hablantes bilingües, trilingües, multilingües y monolingües. Finalmente, los resultados sacaron a la luz -de manera concluyente- que mientras más idiomas hablaba una persona, mejor era su estado cognitivo y capacidad intelectual.

Las conclusiones de este estudio apoyaron claramente los resultados de investigaciones anteriores que aseguraban que entre mayor era el nivel educacional de una persona, tanto mejor era el funcionamiento que tenía el cerebro durante la vejez, agregando que el número de idiomas que habla un individuo es de gran utilidad como método predictivo para conocer el nivel de aptitud cerebral que tendrá el sujeto en el futuro.

De acuerdo con los datos suministrados por este estudio, el acto de aprender un nuevo idioma aporta grandes beneficios a las personas, principalmente para los niños, ya que incrementa el número de redes neuronales y evita desde la infancia la posibilidad de decadencia mental propia del envejecimiento.

Otra investigación demostró que el bilingüismo -incluso cuando se practica en la edad adulta- beneficia de manera clara al cerebro durante el envejecimiento. El hecho de "obligar al cerebro a una atención constante para diferenciar entre un idioma u otro tiene beneficios de largo plazo", tal como lo sostiene el Dr. Thomas Bak del centro de Envejecimiento y Epidemiología Cognitivos de la U. de Edimburgo (Escocia), autor del estudio publicado en la revista Annals of Neurology.

Dr. Franco Lotito, profesor de MBA de la UACh