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Destrucción, olvido y repoblamiento: bases del osorno actual

Sucesos únicos en Chile marcaron su existencia en el periodo colonial.
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cronica@australosorno.cl

Grabado hecho por el naturalista alemán Rudolph Amandus Philippi en 1852. Se observa la plaza de Osorno con aspecto colonial español, casi igual que en la repoblación iniciada en 1796.

Osorno cumple hoy nada menos que 464 años de existencia, aunque en realidad debemos restarle los 193 años que estuvo abandonada tras su destrucción en 1603, periodo donde permaneció olvidada y oculta, devorada por el bosque, hasta que fue repoblada en 1796 por iniciativa y empeño personal del gobernador y presidente de Chile, Ambrosio O'Higgins (padre del libertador de la Patria) que proyectó en muchos aspectos la ciudad que conocemos hoy en día, incluso su carácter y potencial agrario. De ahí, entonces, que la ciudad -sus autoridades y habitantes- mantienen una gran deuda con el verdadero reimpulsor del Osorno actual.

En el mapa nacional, es una de las ciudades más antiguas, fundada en 1558 (en el siglo XVI) por el gobernador español García Hurtado de Mendoza en honor a su abuelo, el conde de Osorno.

Las crónicas indican que se eligió el comedio del territorio huilliche, un sitio que los naturales llamaban Chauracaví. La gesta fundacional fue narrada por Jerónimo de Vivar: "llegado el gobernador (Hurtado de Mendoza) a este lago o archipiélago (Chiloé), por mejor decir, y viendo que no hallaban sitio conveniente y que el invierno se acercaba, y en aquella tierra era trabajoso, dio la vuelta hacia el norte y llegó al río de las Canoas y le pasó. Riberas de él, en un llano de muy hermosa vega y en buena comarca, pareciéndole que era un sitio convenible, fundó una ciudad y creó alcaldes y cabildo, y la intituló ciudad de Osorno. Repartió a caciques y principales de toda aquella comarca en 70 conquistadores".

Sobre el terreno apunta que era un llano, con madera disponible para leña y construcción, que la tierra era fértil y "se darán todas las semillas y árboles de nuestra España que se pusieren".

La jurisdicción otorgada por Hurtado de Mendoza fue de 5 leguas hacia el norte, y por el sur hasta el río Bueno, por el oeste, el mar, y "de la banda oriente todo lo que fuese descubierto", señala Cristóbal Suárez de Figueroa, en "Hechos de Don García Hurtado de Mendoza, cuarto marqués de Cañete, en Medina", citado en el libro "La frontera de arriba en Chile colonial", de la doctora Ximena Urbina.

Según todas las fuentes, el paraje estaba abundantemente poblado de indígenas. Entre 1571 y 1574 tenía un importante número de 130 vecinos españoles, 55 de ellos encomenderos, cuando en la ciudad había obraje de paños y otras labores.

En cuanto a la edificación, la abundante y buena madera permitía la construcción de sólidas casas. Orgullo de la ciudad eran sus monasterios: uno de franciscanos, otro de dominicos y un tercero de monjas.

La relación de Osorno con los indígenas de la jurisdicción fue bélica, con repetidos agravios y represalias en ambos bandos, incluyendo parajes cordilleranos.

La crisis total de las ciudades españolas en el sur se presentó entre 1598 y 1604, donde el sur "se perdió" y entonces se pasó al sistema supra-urbano con la creación del ejército regular, aunque ya era tarde.

En 1600 la ciudad de Osorno fue incendiada y quedó reducida a un estrecho recinto fortificado. Los huilliches se sumaron a la sublevación comenzada en diciembre de 1598 por los mapuches de Curalaba.

Pese a la ayuda enviada por el gobernador del reino Alonso de Ribera y en particular del corregidor de Castro (la subsistencia de la ciudad chilota dependía de Osorno), finalmente Osorno fue abandonada en 1603. A Ribera "no le pareció conveniente mantener aquella colonia, que faltando las demás, era necesario socorrerla por Chiloé, y para eso necesitaba un cuerpo de 300 españoles que no era fácil verificarlo". Se envió orden al gobernador, capitán Francisco de Hernández, para que desamparase la ciudad y se retirase a la tierra llamada Carelmapu. En estas acciones se destacó al vecino de Castro Luis Pérez de Vargas, que socorrió a Osorno con 500 caballos para la retirada.

El avance se hizo con mucha dificultad, por temor a los indígenas rebelados y por la falta de mantenimiento. Murieron muchos y otros fueron cautivados. Se temía por las mujeres, especialmente algunas religiosas de Santa Clara, que tenían un convento en Osorno. Pero la huida se completó con éxito, "porque codiciosos aquellos indios por tomar los muchos y ricos despojos de esta opulenta ciudad, se arrojaron ciegos a coger cuanto podían, descuidados por entonces de los que iban huyendo" (González de Agüeros).

A los osornenses se les conoció como "los retirados de Osorno" y Ribera les encargó la fundación de los puestos de Carelmapu y Calbuco, mientras que las monjas fueron enviadas a Castro.

Renació desde sus cimientos

La repoblación ocurrida en 1796 es, junto con su fundación, destrucción, abandono y letargo de casi dos siglos, uno de los hitos más relevantes en la historia local, que finalmente dio origen a la ciudad que conocemos hoy en día.

La doctora en Historia y académica María Ximena Urbina ha dedicado parte de sus investigaciones al pasado colonial de Osorno, en especial en su libro "La frontera de arriba en Chile colonial", donde analiza in extenso el periodo de la refundación.

Señala que la repoblación de Osorno se inscribe dentro de la política fundacional emprendida en Chile durante el siglo XVIII, que tenía como fin reorganizar la administración del territorio y lograr con las villas la concentración de la población dispersa, con el consiguiente efecto civilizador que sacaría al reino del letargo. Pero el caso de Osorno es diferente al de las demás ciudades, por tratarse de la erección no de una villa, sino de una ciudad desde sus cimientos, en el mismo sitio donde estaba la antigua, según el plano levantado por Ignacio de Andía y Varela, prolijo dibujante y secretario de Ambrosio O'Higgins, conservando su trazado y el tamaño de las cuadras".

La repoblación fue una empresa estatal distinta, porque Osorno fue concebida como colonia, es decir, un enclave urbano en una tierra nueva, recién ganada y desconocida. Era la única ciudad fundada más allá del río Bío Bío, y cuyo borde norte eran las llanuras que comunicaban con los aún rebeldes mapuches. Asimismo, sus pobladores no fueron residentes dispersos en el territorio, que debían congregarse en una villa, sino gente venida de todas partes del reino e incluso del virreinato y de Europa (Osorno fue una ciudad intercultural desde su reinicio…), sin relaciones preexistentes entre sí ni con la tierra que debían trabajar con sus propios medios, y sin valerse de indios de encomienda, institución abolida en Chile en 1791.

Era una colonia de inmigrantes voluntarios, como más tarde sería la de franceses, suizos, alemanes y españoles que llegaron desde sus países de origen hasta Osorno a talar bosques y cultivar la tierra.

"Me parece que en Osorno se puede potenciar tanto para los turistas como para los propios habitantes, primero la tipología particular de su fundación como ciudad hispanoamericana, donde se puede destacar la arquitectura española tanto en el siglo XVI como en el XVIII, es decir, su sentido de ciudad hispana en América, que eso sea su ícono. También potenciar aquellas maneras que son propias del trabajo del campo y que han sido relevantes a lo largo de su historia, su diálogo con los llanos, su industria relacionada a la ganadería. La importancia de su río en la comunicación fluvial. O sea, cosas que son cotidianas, pero que una ciudad puede mostrar al visitante", indicó Ximena Urbina en una entrevista a El Austral de Osorno publicada en 2012.

Mapa de la región de 1776. Se observa el nombre de Osorno, aunque en esa fecha las ruinas de la ciudad estaban ocultas bajo el bosque.