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Pero también han sido dos años de reencuentro entre las comunidades católicas, liderados por monseñor Jorge Concha, quien el 8 de marzo del 2020 fue investido como obispo de la diócesis local, en una ceremonia realizada en la Catedral San Mateo donde participaron cientos de fieles, sacerdotes, prelados, religiosas y la comunidad local.

El pastor de la iglesia católica osornina fue nombrado por el Papa Francisco tras pasar 18 meses como administrador apostólico, labor que asumió en junio de 2018 luego que el Sumo Pontífice aceptó la renuncia del ahora obispo emérito Juan Barros Madrid, en medio del escándalo por el encubrimiento de abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia católica chilena.

Solidaridad y reencuentro

"La pandemia es una prueba muy dura que el mundo ha enfrentado durante los últimos dos años y que seguirá presente por algún tiempo más. No será eterno, pero siempre los momentos difíciles son largos, porque debemos adecuarnos a ellos, con un costo espiritual, emocional, social, económico y familiar muy alto. Pero también ha tenido cosas buenas, como las expresiones de solidaridad de las personas, organizaciones e instituciones a través de múltiples formas de ayudar a otros. Otro aspecto positivo es que la pandemia llevó a la reflexión a una gran cantidad de personas, a pensar en lo frágil que es la vida y nosotros como seres humanos. Hizo cuestionarnos sobre qué es lo más importante en la vida, acercarnos a nuestros seres queridos, a nuestras familias y la misma fe", dijo monseñor Concha.

Agregó que desde que fue nombrado obispo titular de la diócesis de Osorno, ha tenido una labor pastoral para avanzar en el reencuentro entre las comunidades católicas, entre los miembros del clero, entre religiosas y religiosos, entre la iglesia y los osorninos. Precisó que han sido pasos dados conjuntamente que han permitido ir recuperando confianzas, aunque reconoce que es un trabajo de largo aliento.

"La Iglesia está en un proceso de mayor unidad, hermandad, reencuentro, lo que durante estos dos años ha sido muy reconfortante para todos. Ahora, la Iglesia es una caja de resonancia de lo que ocurre en el país y todo repercute desde lo social, lo político, lo sanitario, la pandemia, las pérdidas de tantas vidas, la enfermedad de tantas personas no solamente de covid-19, sino también de otras patologías que se han agravado, entre tantos otros factores a los que todos, sin excepción, estamos expuestos, porque somos parte integral. La pandemia tuvo efectos en la vida espiritual de las personas y como diócesis e Iglesia Católica también hemos tenido una ardua labor, donde el foco central es el respeto y amor al prójimo", explicó el sacerdote franciscano nacido en 1958 en la comuna de Carahue, en La Araucanía.

La diócesis en pandemia

Desde el 17 de marzo del 2020 y hasta el 16 de julio del 2021, en toda la diócesis se suspendieron las misas diarias, dominicales, de funerales, actividades pastorales, catequesis, celebraciones litúrgicas, reuniones, asambleas, uso del agua bendita, festividades como La Candelaria, San Expedito, la Asunción de la Virgen y Lourdes, así como matrimonios, bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, entre muchas otras, actividades que se fueron retomando paulatinamente.

"Nos sentimos muy solos por varios meses, porque en la Iglesia no sólo nos acercamos a Dios, también generamos lazos de afecto con nuestros hermanos, tenemos actividades. La verdad, fue una forma de probar la fe de cada uno de nosotros. Para mí lo más difícil fue no realizar un funeral como se merecía a mi marido que falleció en junio de 2020, después de varios años de lucha contra un cáncer. Ahí me sentí sola. Muchas personas cuestionaron y hasta se burlaron de quienes queríamos ir a misa y no podíamos. Eso también fue doloroso, porque no respetaron las cuarentenas, pero exigían no hacer actos religiosos", indicó Violeta Castro, feligresa del sector Rahue Bajo.

La realización de misas difundidas a través de plataformas digitales y medios de comunicación como Radio Voz de la Costa, fue una alternativa que poco a poco sumó aceptación entre las comunidades. Esto, porque conjuntamente con la suspensión de todas las actividades vino el alejamiento físico de los sacerdotes y sus comunidades, ya que muchos de ellos son adultos mayores de avanzada edad o con patologías de base que los transformaron en personas de alto riesgo frente a los contagios.

"Tuvimos casos de covid positivo entre sacerdotes y religiosas, algunos muy complicados, pero también recibí solicitudes para realizar actividades presenciales, así como de algunos sacerdotes que querían estar más presentes físicamente. Fue difícil tener que manejar los tiempos, porque entendemos perfectamente que la fe y el mensaje de Dios son formas de consuelo y fortaleza para las personas. Hicimos todos los esfuerzos necesarios para cuidarnos y cuidar a nuestro prójimo. Entregar consuelo a quienes perdían a sus seres queridos y orar mucho por todos. Soy un convencido que Dios nos ayuda y acompaña de muchas formas y en la pandemia es a través del personal médico y de tantas personas que han estado ahí para salir adelante. La vacunación sin duda fue muy importante", indicó el obispo Concha.

Desde el inicio de la crisis, la Iglesia Católica local facilitó distintos recintos para ayudar a mitigar los efectos de la pandemia. Fue así como la Casa Betania (en Pilauco) se transformó en residencia sanitaria y la casa pastoral en hospedería para personas en situación de calle, entre otros inmuebles. Además, se realizaron campañas de la diócesis, así como parroquiales para ir en ayuda de familias de campamentos, vulnerables, con niños y adultos mayores, personas en situación de calle, etcétera.