Transcurridos unos meses desde que se inició el retorno de las clases presenciales en la mayoría de los establecimientos educacionales del país, la evaluación es bastante positiva. Las escuelas que abrieron primero sus puertas lo hicieron con todas las medidas de seguridad, por lo que sirvieron como ejemplo para que otras instituciones se fueran sumando y pudieran volver en forma paulatina a las clases presenciales.

Se calcula que más de 1.500 millones de estudiantes de todo el mundo tuvieron que abandonar las clases presenciales en 2020 por la contingencia del covid-19, y los países afrontaron un escenario sin precedentes. Sin embargo, de a poco se ha ido recomponiendo el tejido social de la comunidad educativa. La crisis permitió valorar la importancia de internet en la teleeducación, por lo que los colegios y universidades pudieron continuar con clases a distancia, aunque es evidente que esa experiencia nunca se puede igualar con la interacción presencial.

Según la ONU, el mundo estuvo ante la disrupción educacional más grande de la historia, con escuelas que se mantuvieron cerradas, afectando la vida estudiantil de niños y jóvenes. Millones de menores vieron interrumpida su formación en pleno período de educación preescolar. Si bien la educación se hizo a distancia, por internet, o con apoyo de televisión o la radio, muchos se quedaron atrás.

Un estudio realizado en Chile por la ONG Educación 2020 reveló que el 44% de los alumnos encontraban aburridas las clases a distancia y que aprendían poco, lo que resalta la importancia de la presencialidad. El análisis de la Agencia de Calidad de la Educación a cerca de 1.400.000 alumnos de 5.800 establecimientos en todo el país, tras el retorno gradual a clases, indicó que el 82% del alumnado declaraba que aprende "más fácilmente" cuando está con su profesor en la sala, y el 79% dice "sentirse más motivado por aprender cuando estoy en el colegio".

En la medida en que se ha avanzado en el proceso de vacunación contra el covid, se comenzaron a retomar las clases presenciales, con buena acogida. El proceso de regreso a clases presenciales ha sido fundamental, especialmente para los niños y jóvenes más vulnerables, quienes antes de la pandemia ya estaban en riesgo de abandonar la escuela.

A dos años del estallido social que se enmarca en masivas protestas pacíficas, pero también hechos de violencia y violaciones a los Derechos Humanos, derivó en un acuerdo político por la paz y el inicio de un proceso que nos permitió elegir una convención constitucional para discutir un nuevo contrato social. Propuesta de nueva Constitución que comenzó a escribirse una vez aprobado por la Convención Constitucional los reglamentos para su funcionamiento.

Algunos hablan de una conmemoración, otros mencionan que no hay nada que celebrar, lo cierto es que los hechos ocurridos hace dos años no dejaron indiferente a nadie y desde la confusión inicial de ataques concertados a las líneas del Metro, infiltración de países extranjeros y hasta alguna invasión extraterrestre por los privilegios de una clase favorecida, éstos no aludían al descontento social por demandas que no han sido resueltas por la clase política y su permanente cuestionamiento por actos reñidos por la probidad, la transparencia y la corrupción, que no sólo afecta al poder político, también a las Fuerzas Armadas y de Orden, como al sector empresarial.

¿Qué nos pasó? ¿En qué momento Chile dejó de ser el supuesto "jaguar de Latinoamérica"?, el país incorruptible y reconocido por la solidez de sus instituciones. Al parecer las vendas no estaban lo suficiente sujetas para ver que era necesario remover las bases del orden social y político. La ciudadanía bajo una opresión estructural del sistema político económico salió a las calles a manifestarse por mayor igualdad de oportunidades, una justicia social esquiva para quienes no cuentan con los medios económicos y que se transforma en una gran carga para quienes pueden endeudarse para lograr una mejor educación, salud o vivienda.

La tensión del rol de lo público en la sociedad es lo que nuestro país no ha logrado resolver, la desigualdad de un modelo socio-económico en base al esfuerzo personal y el individualismo, que se supone premia la meritocracia, pero la realidad es la de un sistema que ha producido profundas brechas sociales y agravado las inequidades y oportunidades de las familias a acceder a una mejor calidad de vida.

Lo que está por al frente, son grandes desafíos para nuestro país, esperanzas que están puestas en la nueva constitución, y a pesar de lo complejo que pueda ser, en la exigencia mínima de probidad y transparencia de las autoridades y un actuar sin improvisación, que permita recuperar la fe pública y la confianza en las instituciones.

Óscar Garrido, rector Universidad de Los Lagos