El almirante Merino
Hace 25 años falleció el almirante y comandante en jefe de la Armada, José Toribio Merino Castro. Su capacidad de liderazgo, sumado a valores y principios destacaron en su gestión, con transparencia y sobre todo humildad, aspectos que se han convertido en paradigmas para muchos oficiales y gente del mar que tuvimos el privilegio de servir bajo su mando.
Es muy probable que su huella en el Chile 2021 y su proyección de futuro aún no sea valorada por los ciudadanos de bien de Chile presente, sin embargo, sin su liderazgo e integridad nuestra Patria sería muy distinta, obviamente para mal.
Hoy, después de 25 años y siendo testigo activo del rol estratégico que tuvo en los mejores años Chile, sólo puedo dar gracias y decir que por Dios que se añoran liderazgos que provoquen trascendencia.
Gonzalo Arias Salas
Informalidad laboral
De acuerdo a las últimas cifras entregadas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en el trimestre móvil mayo-julio se crearon casi 108 mil empleos en el país, en comparación con el trimestre anterior, con lo cual el desempleo descendió a 8,9%.
Si bien se trata de una noticia alentadora y de una señal esperanzadora para nuestra economía, lamentablemente el 96% de esos nuevos puestos de trabajo resultaron ser informales. Es decir, la mayoría de ellos no cumple con las exigencias que establece la normativa laboral.
Frente a este escenario preocupante, cabe destacar el doble rol que cumple la industria de las empresas de Servicios Transitorios de procesos, pues son una vía efectiva para acceder a empleos formales y de calidad, por una parte, y, por otra, una herramienta que provee la flexibilidad necesaria que las empresas y organizaciones requieren en determinadas circunstancias.
De acuerdo a la última encuesta de la Asociación Gremial de Empresas de Recursos Humanos de Chile (AGEST), dada a conocer este año, el sueldo promedio bruto pagado en los Servicios Transitorios fue de 721.000 pesos, valor que en términos concretos duplica el ingreso mínimo vigente hoy en Chile. A ello, también hay que agregar todos los beneficios legales que estos servicios entregan en materia de previsión social y salud, por mencionar algunos.
Claudio Oyarzún
APV-A de clase media
En la reforma previsional del año 2008, uno de los grandes avances fue el APV régimen A para la clase media, el cual entrega un beneficio tributario de un 15% del ahorro depositado, con un tope sobre el ahorro por 40 UTM ($2.100.000).
Luego de 13 años, el APV-A necesita una actualización, donde el beneficio tributario llegue al menos a un 20% o 25% sobre el aporte y que su límite suba a 60 UTM ($3.150.000).
Fortaleciendo el APV-A, se le quita presión a aumentar la tasa de cotización -gran piedra de tope de la actual reforma previsional-, pues si bien es muy necesario aumentarla, tampoco hay que encarecer la formalidad laboral y por ende recuperación del empleo.
Una ley corta que mejore el pilar solidario y el pilar voluntario sería un tremendo avance en materia previsional, dejando el pilar obligatorio para el próximo Gobierno, el cual no tendría la presión de ahora, pues con los otros dos pilares se pueden mejorar bastante las pensiones actuales.
Eduardo Jerez Sanhueza
Duelo e infancia
El duelo es un proceso activo, en constante movimiento, dinámico y diferente para todos. En la infancia es posible visualizar la importancia de cumplir con ciertas tareas que permitan superarlo. La primera es aceptar que la muerte es real y que la persona que ha fallecido no volverá, en segunda instancia es fundamental aceptar y trabajar con las emociones que se asocian a la pérdida, que para cada niño puede ser diferente. En tercer lugar, aprender a vivir en un mundo en que la persona que ha fallecido ya no está, lo que implica ajuste de espacios y roles. Resulta necesario reacomodar emocionalmente a la persona que ha fallecido para seguir viviendo, generar un recuerdo menos doloroso que permita ser un soporte amoroso de ser requerido.
Los niños en sus primeros años de vida no comprenden el concepto de muerte como algo irreversible, pero viven la ausencia, sensación de abandono y de separación de lo amado como un despojo. Entre los 4 y los 6 años persiste la irreversibilidad de la muerte, no hay diferencia entre fantasía y realidad, por lo que pedir deseos y esperar que se cumplan es común. Entre los 7 y 12 años ya logran entender que la muerte es irreversible.
Es fundamental acompañar a los niños en su proceso de compresión y relación con la muerte, ya que es un escenario que genera diversas dudas e inquietudes, acompañado de confusión y temor.
Giannina Mosca, académica de la Escuela de Psicología U. de Las Américas