El país en general ha dado importantes pasos en la implementación de medidas que ayuden a la movilidad de personas con problemas de desplazamiento, pero aún falta mucho por hacer para lograr construir ciudades realmente amigables con quienes tienen habilidades diferenciadas. Los esfuerzos están y van en la dirección correcta -aunque no con la celeridad necesaria- ya que casi la totalidad de los edificios públicos y una parte importante de los privados cuenta con rampas especiales que posibilitan a una persona en silla de ruedas acceder por sí sola. El problema radica, hasta ahora, en el transporte público.

Si bien por algunas ciudades ya circulan algunas máquinas de la locomoción colectiva mayor que cuentan con medidas especiales que las hacen más amigables con quienes tienen problemas de movilidad, la verdad, aún falta para lograr una real inclusión que permita a todos los usuarios del transporte público, independiente de sus capacidades y habilidades físicas, acceder de forma eficiente a este servicio.

Es importante en esta tarea el apoyo del Estado, incentivando la implementación de estos modernos sistemas que permitirán -en el mediano plazo- transformar a la mayor cantidad de comunas con acceso universal al transporte público.

Se trata de una tarea en extremo necesaria, toda vez que acceder a un sistema de transporte público expedito y eficiente es un derecho de todos los ciudadanos, independiente de sus capacidades. Por ello, es de esperar que se logren avances más significativos en esa dirección, ya que un transporte público moderno e inclusivo no solo traerá beneficios a quienes presentan problemas de desplazamiento, sino que a toda la ciudadanía, pues en la medida que la locomoción colectiva se modernice la gente preferirá este servicio por sobre los vehículos particulares, ayudando con ello a descomprimir las calles y, de paso, a mejorar la calidad de vida de todos quienes lo necesitan y siguen esperando.

Para el sector de ganadería, y en forma muy especial el sector de bovino, los aspectos de inocuidad son esenciales. Y si bien siempre hay un camino importante que queda por recorrer, también es importante precisar que, en la cadena cárnica, hay al menos tres puntos críticos de control. Ello ayuda a mitigar y evitar las chances que residuos antibióticos y microorganismos resistentes puedan contaminar la carne bovina, y contribuir así al problema de resistencia microbiana en humanos.

Aplicación de antimicrobiano (antibiótico): Este punto crítico es aquel relacionado con el uso prudente de antimicrobianos en predio. Es aquí donde el programa REDUCE busca contribuir a que los fármacos se utilicen en forma estratégica.

Residuos de antimicrobianos en carne: En este sentido, SAG audita a nivel de industria en forma estricta de acuerdo a parámetros internacionales, ya que todo alimento que no respete los periodos de carencia o resguardo de antibióticos, no es apto para el consumo humano. Corresponde al programa de Residuos.

Bacterias resistentes: También con una fiscalización muy estricta, es la razón por la cual se toma tanto resguardo que el contenido intestinal, incluso ruminal, no tenga contacto con la canal, previniendo contaminación cruzada con bacterias que pudieran ser resistentes a algún producto. En forma complementaria, está el Programa de Control de Patógenos, que pesquisa bacterias nocivas tanto en superficies como en el propio alimento.

Considerando entonces que existe un esfuerzo a diferentes niveles para garantizar la inocuidad de la carne bovina y ovina, el programa REDUCE es importante para demostrar nuestras buenas prácticas. Primero, es una forma gráfica de mostrar que como sector tenemos interés en el manejo sustentable. En segundo lugar, permite ir perfeccionando el programa hacia el año 2022, de acuerdo a los plazos internacionales. En términos prácticos, no se trata de suprimir el uso, como muchos pueden pensar, sino de utilizar productos en forma adecuada.

Invitamos a los productores de carne a sumarse a ésta iniciativa, ya que son sistemas en los que los antibióticos se utilizan a muy baja escala.

Sergio Willer, presidente de Corpcarne