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Advierten "pérdida alarmante" de la biodiversidad tropical

ECOLOGÍA. A pesar de la gran riqueza biológica existente en la región, numerosas especies se encuentran amenazadas debido a fenómenos como el cambio climático, la deforestación y la explotación maderera.
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Agencias

Los trópicos albergan el 80% de la biodiversidad del planeta, sin embargo, en 2020 se perdieron cerca de 2,3 millones de hectáreas solo en la selva amazónica, una de las áreas más extensas de esta zona central del globo terráqueo.

Es una "pérdida alarmante" que está acelerando aún más el cambio climático, advierten desde el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP) en el marco de la celebración del Día Internacional de los Trópicos.

Los científicos llevan años advirtiendo de que, a pesar de la gran riqueza biológica existente en la región tropical, numerosas especies se encuentran amenazadas debido al cambio climático, la deforestación y la explotación maderera, convirtiéndola en la zona con la mayor tasa de pérdida de biodiversidad del planeta, lo que conlleva graves problemas a nivel económico, político y social, según Naciones Unidas.

Los trópicos se encuentran en la zona central del globo terráqueo, entre los trópicos de Cáncer y Capricornio, y abarcan casi toda la superficie de muchos países, como Brasil, Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Tailandia, Lagos, Indonesia o Malasia, entre otros.

Los trópicos se caracterizan por presentar temperaturas cálidas durante todo el año, con una media entre 25 a 28 grados Celsius. Esto se debe a que los rayos del sol inciden con menor inclinación sobre esta zona del planeta, impidiendo que se debiliten al atravesar la atmósfera.

Como consecuencia, tampoco experimentan las estaciones como el resto de la Tierra y solo se registran dos a lo largo del año: la estación húmeda y la estación seca.

Dispares realidades

El volumen de lluvia puede variar mucho de una zona a otra del trópico. Algunas partes de la cuenca del Amazonas en Sudamérica, reciben casi 3.000 milímetros (litros por metro cuadrado) de lluvia al año. Sin embargo, otras tienen un clima más seco, como el desierto del Sahara en África, que solo recibe entre 35 y 100 litros por metro cuadrado de lluvia al año.

Las temperaturas cálidas y las precipitaciones influyen en el tipo de flora y fauna de esta región, la cual alberga el 80% de toda la biodiversidad que habita el planeta, según un informe de Naciones Unidas.

Entre los casos curiosos de los trópicos, se encuentran el árbol baobab, que almacena agua en su tronco y crece en los trópicos áridos de África, mientras que en la lluviosa isla de Sri Lanka se pueden encontrar hasta 250 especies de ranas.

Entre sus zonas más características, están los manglares, ecosistemas únicos formados por árboles o arbustos que crecen en agua salada y viven semisumergidos en la zona intermareal de las costas tropicales o subtropicales.

Como están "adaptados a condiciones muy especiales de salinidad, nivel del agua, sustrato y clima, las cuales se están viendo alteradas, su funcionamiento se ve muy negativamente afectado", explicó Diana Colomina, coordinadora de bosques del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).

80% de la biodiversidad del planeta se halla en la franja central del globo,

2,3 entre los trópicos de

Estudio demuestra que los triglicéridos son importantes en la aterosclerosis

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Los triglicéridos pueden ser factor de riesgo cardiovascular tan relevante como el colesterol alto, según un estudio del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) publicado en The Journal of American College of Cardiology (JACC).

La investigación demostró, por primera vez, que en individuos con riesgo cardiovascular de bajo a moderado, la hipertrigliceridemia (exceso de triglicéridos en la sangre) se asoció con aterosclerosis (acumulación de grasas, colesterol y otras sustancias en las arterias) subclínica e inflamación vascular, incluso en personas con niveles normales de LDL-C o colesterol 'bueno'.

Hasta ahora, los triglicéridos habían quedado en un segundo plano tras el colesterol.

De hecho, de forma general, "a la hora de prevenir el desarrollo de aterosclerosis, los expertos no recomiendan tratar los niveles altos de triglicéridos si el colesterol LDL está dentro de la normalidad", explica Sergio Raposeiras-Roubin, primer autor del artículo.

El estudio pone de manifiesto, por primera vez, que, "en pacientes con bajo o moderado riesgo cardiovascular (que son la mayoría de la población), niveles altos de triglicéridos se asocian con un mayor riesgo de aterosclerosis, incluso en pacientes con colesterol LDL normal".

Efecto inflamatorio

El trabajo responde a un proyecto del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y el Banco Santander, sobre el desarrollo de placas ateroscleróticas en tres tipos de arterias -carotídeas, aórtico abdominales e ilio-femorales- en población asintomática de entre 40 y 50 años.

Además de desvelar la asociación entre triglicéridos y aterosclerosis, la investigación observó una relación con la inflamación vascular.

Por lo tanto, destaca el director de Investigación Clínica del CNIC, Borja Ibáñez, se trata de una asociación marcada entre los triglicéridos y las fases iniciales de la aterosclerosis, "algo que es importante a la hora de establecer estrategias preventivas".

Para los investigadores, el punto de corte a partir del cual el riesgo de aterosclerosis se eleva sería 150 mg/dL. "Parece razonable aconsejar a la población las medidas higiénico-dietéticas adecuadas para su consecución", añade Ibáñez.

El trabajo tiene implicaciones importantes para modificar las guías de práctica clínica, haciendo hincapié en la necesidad de controlar el colesterol-LDL y los triglicéridos.

Hace 3.500 millones de años, marte tenía condiciones para albergar vida

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Marte reunió hace 3.500 millones de años las condiciones imprescindibles para albergar vida, según una investigación internacional liderada por la española de la Universidad de Vigo Elisabeth Losa-Adams y que publicó Nature Astronomy.

Esta científica, que forma parte del grupo de Geología Marina y Ambiental de la UVigo, lidera un equipo internacional en el que también participan otros investigadores españoles y también del CNRS/Université de Nantes y de la NASA, los cuales forman parte del equipo del Curiosity, uno de los rovers actualmente en Marte.

El artículo, titulado "Long-lasting habitable periods in Gale crater constrained by glauconitic clays", se centra en el estudio de glauconíticas recogidas por el rover Curiosity en el cráter Gale, en Marte, en 2016.

Según los investigadores, ese tipo de material, que también existe en la Tierra, sólo se puede formar en entornos de vida similares a los de nuestro planeta, por lo que su presencia en Gale "indica que durante el periodo de tiempo en se formaron hubo condiciones favorables para la vida tal como la conocemos hoy en día", dijo Losa-Adams.

El estudio se centró en el cráter Gale, una antigua formación que probablemente se formó como consecuencia de un gran impacto sobre la superficie marciana hace unos 3.800 millones de años, influyendo u ocasionando cambios climáticos en el planeta.

El lago

Los investigadores contaban con múltiples evidencias que indicaban que "esta depresión albergó cuerpos de agua poco después de su formación, considerándose esto un lago, lo que implica "la existencia en el pasado de un clima más húmedo que el exigente de la actualidad, y una atmósfera de mayor espesor que impidiese la evaporación inmediata de agua".

Con lo que no contaban los científicos era con evidencias de si el lago reunía realmente condiciones adecuadas para la vida, supuesto que confirma la identificación de las arcillas glauconíticas que hallaron.

Esos minerales, según la autora, son conocidos en la Tierra y "realmente complejos por el amplio espectro de modificaciones estructurales que ponen en función del tiempo transcurrido desde el comienzo de su formación y del ambiente en el que se forman".

El estudio de estas modificaciones permitió constatar "procesos acuosos y condiciones químicas que prevalecieron en el tiempo de formación de estos minerales".

Así, las evidencias demuestran que hace 3.500 millones de años hubo un lago en el cráter Gale de aguas tranquilas, con escasa sedimentación, y una lenta evaporación y bajas temperaturas". Estas son "condiciones óptimas para la vida tal y como la conocemos hoy día", dice la investigadora.