A trece meses de la llegada del covid-19 al país y en plena campaña de vacunación masiva para lograr la inmunización del 80% de la población chilena, continuamos enfrentando los efectos de esta enfermedad: consecuencias en la salud física de los infectados, agotamiento y estrés laboral del personal de salud, colapso en centros asistencias y falta de camas críticas y, especialmente, un evidente daño en la salud mental de la ciudadanía.

El actual escenario nacional nos habla de una frágil trazabilidad, de medidas de la autoridad enfocadas en la restricción y el confinamiento, de un preocupante y elevado indicador de positividad del coronavirus, y un evidente incremento de fallecidos por el virus. Todo esto deja al descubierto otras secuelas invisibilizadas que afectan a enfermos crónicos y a niños, adolescentes y adultos mayores de estratos socioeconómicos vulnerables.

Según la docente de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Las Américas, Alejandra Lara, "son ellos los que cuentan con menos oportunidades de acceso a la información, conectividad, digitalización, atención de salud oportuna, educación, y con menos recursos para adaptarse a la difícil situación sanitaria actual. En el caso de las personas con patologías crónicas tienen dificultades para acceder a controles médicos y sus exámenes no se encuentran vigentes, desconociéndose si la enfermedad se halla controlada, lo que aumenta la probabilidad de otras complicaciones sistémicas".

En ese sentido, los menores han visto alterado su proceso de desarrollo, debido al escaso monitoreo del crecimiento que pesquisa de forma oportuna alteraciones que pueden causar complicaciones a largo plazo.

Como explica Lara, los adultos mayores han visto incrementadas las enfermedades degenerativas y demencias, y visto comprometida su funcionalidad por falta de actividad física y el escaso contacto social ha contribuido al incremento del envejecimiento. La pandemia no termina con la reducción de los contagios o inmunización de la población, es tiempo de que las autoridades desarrollen programas y políticas publicas orientadas a mejorar la seguridad social, salud y educación, que permitan mejorar la deteriorada calidad de vida de los más desposeídos.

Durante las últimas semanas hemos recibido noticias sobre la intención de varias potencias mundiales ganaderas, de iniciar ciclos de retención de masa ganadera. En tiempos en los cuales los escenarios de producción y comercio son fluctuantes, sin duda la decisión que tomen éstos países con grandes números de cabezas de ganado, tendrán repercusiones y ajustes sobre el resto del mundo. Y también en Chile.

Las razones que llevan a generar ésta situación son variadas. Incendios forestales, sequías prolongadas, impacto de la pandemia, elevación del valor de las materias primas, han llevado a dos situaciones: elevación de costos de producción, con consecuente incremento del precio del animal, y disminución directa de la masa ganadera (falta de alimento y muerte de animales y fauna local por desastres naturales).

La falta de ganado local, junto a precios mejorados en los últimos 3-4 años ha potenciado fuertemente el comercio de animal en pie.

Por otra parte, países que eran muy competitivos en la producción de carne a bajo costo, podían hacerlo, dado que el valor de sus propios granos producidos localmente eran igualmente bajos. Sin embargo, la exportación de estos alimentos a diferentes mercados internacionales que poseen una demanda importante, ponen en jaque los esquemas tradicionales de producción.

Chile enfrenta una situación en la que planificación y estrategia son vitales. Debemos lograr que nuestros modelos de producción mantengan en Chile la mayor cantidad de ganado, siempre considerando que debe poseer niveles de rentabilidad atractivos para la cadena productiva.

Por otra parte, otra fuente que desconcierta a las economías ganaderas, es el avance del sector lácteo por sobre la ganadería. Nuevamente, se requiere cambios en la estructura de producción y comercialización. Sin embargo, en este punto llevamos como país bastante avance, y la especialización de productores para la fase de crianza es el punto crucial, que se puede acelerar con programas de inversión y capacitación adecuados. Los resultados se pueden obtener en el corto plazo.

En resumen, poseemos herramientas para fortalecer la ganadería, ¡avancemos!

Sergio Willer, presidente Corpcarne