Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada 160 niños presenta Trastornos del Espectro Autista (TEA) o Condición del Espectro Autista (CEA); mientras que en Chile se calcula que actualmente hay 50 mil menores de 18 años que registra alguna manifestación de este ámbito, las cuales son de origen genético la mayoría de las veces y regularmente se identifican en la comunicación y el comportamiento social.

Según explica Sandra Urra, directora de Psicopedagogía y Educación Parvularia de la Universidad Andrés Bello, mucho hay de mitos y estereotipos en torno al autismo, en parte alimentados por personajes televisivos o cinematográficos que, más que brindar una ventana a la comprensión, llevan a generar etiquetas caricaturizadas que limitan el entendimiento sobre las diversas formas de expresión, vinculación y desenvolvimiento de quienes presentan esta condición.

Hablar sobre autismo no es común a nivel nacional, pero en el último tiempo sí se ha analizado un poco más, al ponerse en agenda pública las medidas especiales en el contexto de la pandemia, para las personas que lo viven. De hecho, ahora existe un permiso diferenciado de desplazamiento para este grupo y sus cuidadores, el cual autoriza salidas diarias, por dos horas, y en todas las comunas, incluso las que están bajo cuarentena por coronavirus.

Esa consideración se alcanzó gracias a las organizaciones de familiares y especialistas del área, quienes lograron generar conciencia social al respecto. De hecho, se motivaron también otras iniciativas que apuntan en la misma línea: la del mayor conocimiento y, por consiguiente, comprensión sobre esta condición. Aquello, por cierto, es un proceso necesario para derribar prejuicios, los cuales se fundan en la ignorancia o distorsión de las verdades.

Todas esas acciones han permitido observar una realidad especial. Por lo mismo, esos pequeños avances debieran proyectarse más allá de las urgencias sanitarias de hoy, para superar barreras discriminatorias que hoy existen en materias como la educación y en la salud, pues no siempre hay capacitación en los equipos para atender a personas distintas; como también en el apoyo a sus familias.

Hoy como ayer el circo!... No es por pelar, pero desde que un circo se instaló con su enorme y pomposa carpa en Valparaíso, nuestro país nunca más fue el mismo.

¿El mismo? Aquí entre nos ¿cuál país?, ¿ese donde no había suficientes teléfonos fijos y el auto era un lujo? ¿O el de hoy donde hay más celulares que personas, autopistas taconeadas y cualquiera puede ser parlamentario o autoridad?

¿Cualquiera?

Sin duda, después de ver lo que vemos a diario es imposible no preguntarse ¿siempre fue así la política?, ¿eso es la democracia?...

Según nuestra historia republicana, hemos pasado de revueltas a dictaduras, gobiernos buenos, malos y pencas y aún, a pesar de eso, hemos logrado conformarnos y crecer como nación, libre y soberana.

¿Libre y soberana?: este si que es pelambre, hace rato que dejamos de ser libres ¿o acaso ser libres es, por ejemplo, poder matricular a nuestros hijos donde estimemos conveniente o poder trabajar las horas que queramos? ¿O ser soberanos, es estar atados de manos mientras gobiernos de turno hacen y deshacen con nuestro territorio patrio? ¿Un pedacito de tierra más un pedacito menos? ¿unos kilómetros más de mar, unos kilómetros menos? ¿libres y soberanos? Y no podemos salir a la calle sin temor a que nos maten y peor creer que somos dueños de nuestro país; y La Araucanía está secuestrada y en manos ajenas... ¿libres y soberanos?: a otro perro con ese hueso.

¿Y? ¿Sirve para algo repetir lo que todos sabemos, lo que comprobamos en carne propia día a día, lo que escuchamos en la radio, vemos en televisión y leemos en los diarios? Obvio, no sirve para nada.

Si por una parte se sabe que los barcos no se hunden por el agua que los rodea, se hunden por el agua que les entra. Y si por la otra, si este espectáculo decadente y terrorífico, este circo con sus payasos, contorcionistas y malabaristas en lo que se ha convertido el Congreso son los que están dirigiendo, capitaneando esta barca llamada Chile, sin duda estamos fritos. Perdón, !nos estamos hundiendo!

Por supuesto, todos lo sabemos, pero pareciera que a nadie le importa, tal vez porque las consecuencias de esta farra no la vamos a pagar nosotros… ¿O sí?...en fin…

Vivian Arend