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sean otras personas las que continúen con su legado.

A sus casi 87 años, la reconocida comerciante que vive en calle República esquina Talca dijo que producto de la pandemia y ante la imposibilidad de atender decidió cerrar. Comenta que lo que más le dolió, además de dejar de funcionar, fue el hecho de estar obligada a despedir a sus dos trabajadoras que llevaban muchos años trabajando a su lado.

"Yo no podía seguir trabajando en estas condiciones por lo que decidí arrendarle el local a otra persona. Creo que van a seguir con el mismo rubro y van a vender otros artículos. El local ahora está cerrado y depende de mis arrendatarios cuándo volverán a abrir. En mi situación no me alcanzaba para pagarle el sueldo a mis trabajadoras, por lo que decidí arrendar", reconoce Silvia Plaza de los Reyes.

Agrega que sus trabajadoras eran parte de su familia porque llevaban unos 30 años apoyándola en su local de lanas. Indica que sigue en contacto con ellas porque se estableció una relación mucho más allá de lo laboral.

"Yo nunca fui como un patrón de fundo (ríe) porque teníamos una gran relación y además trabajaban muy bien", agrega.

En algún momento junto a su marido tuvo otros tres locales aledaños a su negocio de lanas, entre ellos uno de ropa usada, siendo una de las pioneras en este tipo de emprendimientos.

"Me da mucha nostalgia el tener que cerrar mi local porque yo trabajaba junto a mi marido, pero el 2011 falleció. Teníamos bastante personal cuando administrábamos los cuatro locales, entonces nos ayudábamos. En el caso de las lanas fui la primera en tener un local de este tipo", explica la ahora ex comerciante rahuina.

Comenta que para ella ha sido complicado desenvolverse en medio de la pandemia porque vive sola, precisamente en el segundo nivel de su local de lanas; no obstante sus tres hijas Carmen Gloria, Anita y Patricia Kortmann están en permanente contacto y se preocupan que no le falte nada.

"Mis hijas se preocupan de mi bienestar porque yo vivo sola. Cumpliré 87 años el próximo 10 de mayo, justo el Día de la Madre, así que tengo que cuidarme. No salgo para no exponerme, pero ha sido una etapa bastante difícil, por lo que espero que toda esta situación pueda pasar lo más rápido posible", comentó.

Cerrado

Desde el 20 de marzo del año pasado la comerciante rahuina, Patricia Jarpa, junto a su marido Carlos Pérez tuvieron que cerrar su restobar "Papi Chulo" de calle República, debido a la prohibición por parte de las autoridades de Salud de atender en medio de pandemia.

Y si bien hace algunos meses las mismas autoridades permitieron la utilización de terrazas bajo un protocolo determinado, como familia optaron por no abrir debido a que no estaban en condiciones de invertir en una nueva edificación ni menos en habilitar mesas en el frontis del local por un tema de seguridad.

"Desde que comenzó la pandemia cerramos nuestras puertas y desde ese entonces no hemos abierto nuevamente. Afortunadamente, a diferencia de otros comerciantes, nosotros somos dueños del local por lo que no tenemos que pagar arriendo, pero este es nuestro sustento y hemos tenido que apretarnos el cinturón para continuar porque hay que seguir pagando cuentas", comenta la emprendedora que tiene su restobar hace más de 10 años.

Hace unas semanas, añade, había pensado en arriesgarse e invertir en una terraza pero la gran traba -además del factor económico- es el clima imperante en el sur, porque son pocas las épocas de buen tiempo que se registran durante el año.

"Fui a realizar las consultas y hay que tener un protocolo bastante establecido, además que tampoco son muchas las mesas que uno puede instalar debido a que se debe mantener el distanciamiento. Ante ello decidimos esperar hasta que la situación comience a normalizarse, pero como se está dando todo no sabemos cuándo podemos funcionar de manera normal", añade Patricia Jarpa.

Sobre este año en medio de la pandemia, reconoce que ha sido complicado no sólo por el tema del confinamiento sino por el factor económico ya que tiene hijos en el colegio y universidad, así que existe una preocupación permanente por cancelar esos gastos, los que se suman hasta la patente del local aunque no puedan funcionar.

Añade que el 90% de sus clientes son personas de zonas rurales que acuden "a la pasada" en búsqueda de algún bebestible o algo para comer

"Desde que comenzó la pandemia cerramos nuestras puertas y desde ese entonces no hemos abierto nuevamente".

Patricia Jarpa, Dueña restobar Papichulo