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juventud. Si bien con sus años de experiencia esta contingencia le resultó novedosa, en su caso asegura no hubo ningún inconveniente a la hora de llevar a cabo sus funciones.

"Teníamos permisos para trabajar casi normalmente, nos daban una autorización especial como la de los camioneros, así que teníamos libertad todo el día. No tuvimos mayor impedimento, pero sí se notó que esos días de la cuarentena no había mucho ingreso de turismo, al que uno puede vender al detalle", manifestó.

La mayor parte de las repercusiones que han sufrido en verano, tienen relación con las ganancias en esta modalidad de comercialización; no obstante, un porcentaje de los productos que obtienen los ofrecen mediante intermediarios, lo cual sirvió para sobrellevar las pérdidas.

De igual forma viajaron hasta Osorno con mariscos y pescados congelados, que recibieron una amplia aceptación. Desde su perspectiva, a su gremio no le afectó tanto la pandemia como a otros sectores.

"Hay algo que nos duele más, que es la 'Ley Longueira'. Poco a poco nos ha matado a los pescadores, yo creo que la pandemia no es nada al lado de esa ley. Ahora viene la mantarraya en abril y tenemos que fomentar mucho el compañerismo entre nosotros porque nos han quitado las especies por una y otra cosa", explicó en referencia a la Ley de Pesca que -considera- le ha traído complicaciones para registrar su habitualidad, ya que lo obliga a asumir costos extras para ir a Puerto Montt y así registrar sus estadísticas.

Respecto al escenario general en La Costa, Salinas señaló que el avance a fase 2 representó un cambio positivo para quienes subsisten del turismo. "Están llegando las personas y le están dando un valor agregado al recurso del marisco y el pescado. Los últimos días ha estado bien porque se ve público por acá. El salir de la cuarentena ayudó a todos", enfatizó.

"Película de terror"

En cuanto a los propietarios de restaurantes, también han vivido verdaderos momentos de angustia al estar cerrados once meses. En el transcurso de un año, vieron el declive de sus emprendimientos: pasaron de tener recintos repletos y cupos agotados, a dejar de recibir clientes.

Esta es la realidad de Gloria Díaz, dueña del restaurante "Glorimar" en Bahía Mansa, quien tiene diez años en este rubro. En aquel tiempo partió con un local pequeño para 20 personas y creció hasta aumentar la capacidad a 120 gracias al apoyo de su familia.

"Mi esposo es pescador artesanal, entonces saltamos al rubro de la gastronomía viendo que no estaba dando el tema del mar por los planes de manejo que se hicieron, así que ya no era lo mismo. A través del tiempo nos ha ido muy bien, somos reconocidos nacional e internacionalmente, hemos tenido reservas desde el extranjero y abrimos un restaurante en Osorno", relató.

La pandemia los obligó a cerrar en marzo de 2020. A partir de allí, implementaron protocolos sanitarios y habilitaron una terraza para 38 personas, pero sólo alcanzaron a abrir una semana antes de volver a fase 1 en enero.

Debido a que es propietaria del establecimiento y tiene un minimarket pudo seguir generando ingresos mientras aguardaba recibir usuarios. "Ahora recién estamos trabajando de lunes a viernes, nos ha ido bien, ha llegado harta gente. Ojalá esto siga así no más, porque si nos vuelven a bajar a fase 1 ya sería demasiado. Hay gastronómicos que han quebrado. Este rubro ha sido el más afectado", detalló.

Si bien se mantienen laborando en invierno de lunes a domingo, para la emprendedora las ganancias del verano son fundamentales. Más allá de las pérdidas, cree que atestiguar esta pandemia nunca pasó por su mente.

"Estaba todo desolado como nunca habíamos visto algo así. Mucho calor y nadie en la playa, toda la gente con mascarilla. Era como una película terror, uno cree que esas cosas no van a pasar, ahora compruebo que sí. Es algo terrorífico porque, donde corre el aire, no hay contaminación, pero todos están todos usando mascarilla. Era muy raro. Ha sido un cambio rotundo, yo he sido criada toda mi vida aquí y la verdad es que siempre hemos sido libres", finalizó.