Hace pocos días, desde el Ministerio de Salud (Minsal) dieron a conocer que Chile registra su tasa de natalidad más baja en los últimos 70 años, situación que preocupa pues -como todo en materia de desarrollo humano- esta situación genera consecuencias e incide en el bienestar global. En especial de los futuros adultos mayores. Ese grupo aumenta y, sin "recambio" generacional en la fuerza de trabajo, no hay forma de sustentarlo en el tiempo desde la perspectiva económica.

Aunque se espera que en enero de 2021 las cifras suban un poco, lo cierto es que ellas tienen un descenso sostenido hace tiempo. De acuerdo a los datos del Departamento de Estadísticas e Información de Salud (Deis), hasta el 9 de diciembre en el país se había registrado 180.007 nacimientos, mientras que en la misma fecha el año pasado era de 210.863; hace una década, 250.643 y en 1992, 279.059.

Las razones para la baja nacional de nacimientos pueden estar, de acuerdo a los análisis del Ministerio de Salud, en los efectos de la pandemia; pero también y más profundamente, en los cambios sociales experimentados por Chile, que llevan a hombres y mujeres a postergar la paternidad-maternidad (sube la cifra de varones que tienen hijos a los 45 años y más, según el INE) y a desarrollar proyectos personales, antes de hacer familia.

Más allá de ello, lo preocupante de esta situación es la proyección futura de lo que causará. Por lo mismo, es necesario revisar también las condiciones en las cuales una pareja puede tener hijos y las reales alternativas que el país ofrece para conciliar trabajo-familia.

Nuestro cerebro representa un complejo sistema neuronal que está en constante proceso de adaptación en relación con el medio ambiente con el que interactúa, en función de lo cual, recibe mucha información a cada instante, siendo capaz de aprender de la experiencia, al mismo tiempo que es el responsable de modificar la conducta de las personas.

La plasticidad cerebral hace referencia a la capacidad del sistema nervioso de cambiar su estructura y funcionamiento a lo largo de toda la vida, como respuesta a la diversidad del entorno que rodea al sujeto. La neuroplasticidad le permite a las neuronas regenerarse -tanto anatómica como funcionalmente- condición que redunda en la creación de nuevas redes neuronales, lo que hace que un sujeto que ha sufrido un daño en una zona de su cerebro, mueva las funciones del área dañada y busque otros "puentes" y caminos hacia otras áreas no dañadas, con el fin de recuperarse y volver a la normalidad.

Norman Doidge, experto en neuroplasticidad cerebral, asegura que los "pensamientos son capaces de modelar a nuestro cerebro", en tanto que el Dr. Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina 1906, anunciaba ya a inicios del siglo XX que "todos podíamos ser escultores de nuestro propio cerebro", algo que hoy ha sido probado científicamente.

El Dr. Daniel Kahneman, psicólogo, Premio Nobel de Economía 2002, considerado el "padre de la toma de decisiones", señala que el cerebro usa un tipo de sistema automático (o intuitivo) de toma de decisiones que estaría activo la mayor parte del tiempo -independiente de la voluntad-, y que se guía por principios de economía cerebral, simplificando aquello que ve o escucha, activando muy poco un segundo tipo de sistema cerebral más analítico, en función de lo cual -y contrario a lo que se nos enseña- no seríamos seres racionales y analíticos, sino que, por sobre todo, seres emocionales que decidimos en base a emociones, incluso, en situaciones complejas.

Dado que mucha gente se pregunta cómo mejorar la neuroplasticidad, una de las sugerencias es que la persona estimule a su cerebro a través del estudio, la lectura, el uso de la mano no dominante, realice actividad física, cambie paradigmas y puntos de vista, aprenda un nuevo idioma, a tocar un instrumento musical, etc.

Franco Lotito, profesor del MBA de la UACh