Si algo caracterizó a Chile en sus mejores años -desde el punto de vista económico y político- fue la fuerte convicción de la conversación necesaria. Ello era un activo, tanto es así que durante el proceso de transición que vivió el país en los años '90, hubo voluntad de hallar puntos en común. Sin embargo, con el paso del tiempo se ha ido perdiendo esa característica para pasar a una fuerte intolerancia.

Vemos especialmente a parlamentarios, con discursos que muchas veces parten desde la creencia de tener la verdad absoluta, pensando que la historia comenzó con ellos, lo que equivale a desconocer y negar los sacrificios de las generaciones precedentes. Ha habido una peligrosa degradación de lo que debería entenderse como la función política. Y es muy probable que la gran pérdida de confianza que afecta al país también esté muy influida por la soberbia con que muchos plantean sus exigencias antes de llegar a debatir. Es cierto, se habla más que antes, pero se escucha menos.

Hay que entender que la intolerancia siempre es peligrosa. Esta falta de diálogo, de conversación y sobre todo de capacidad para ponerse de acuerdo parece más evidente hoy, desde uno y otro lado, con algunos líderes que parecen creerse dueños de la verdad y que descalifican a sus interlocutores por el solo hecho de pensar diferente. Y en la medida en que se acercan las campañas electorales, lo más probable es que abunde la descalificación, de la cual es evidente que la ciudadanía ya se muestra cansada. Del mismo modo, queda la certeza de que la clase política no entendió lo que fueron las expresiones de descontento de la ciudadanía de hace un año y la expresada ahora en el plebiscito, sino que más bien trata de adaptar para su conveniencia los resultados y se hacen esfuerzos para controlar la composición de la Convención Constituyente que se encargará de redactar la nueva Constitución.

Hemos perdido la capacidad de escuchar con respeto a quien piensa diferente. En la mayoría de los casos, el que piensa diferente ante el grupo cae en una especie de censura, independiente de si tiene o no la razón. Hay que recuperar la capacidad de escuchar y el ejercicio de dialogar con respeto por el otro.

La deficiente regulación actual hace que en la práctica la cancha quede no sólo dispareja en favor de los partidos tradicionales, sino que impide la participación de independientes en el proceso constitucional, cuya problemática para los gremios se agudiza ya que se coarta significativamente la participación de nuestros posibles candidatos que llevan ideas desde el mundo de las pymes y de las asociaciones gremiales.

Sería incomprensible que los independientes quedaran relegados por normas legales. La gran mayoría de chilenos y chilenas no pertenecemos a los partidos políticos.

Quiero expresar mi rechazo absoluto a esta modalidad de elección de los constituyentes, debido a que nace de una clase política que no ha entendido nada, por lo tanto, el Estado debe concentrar sus esfuerzos para que la ciudadanía tenga una participación transversal, que acumule una diversidad de intereses, pluralista, con la capacidad para buscar lo mejor para este nuevo contrato social.

Al día de hoy, los independientes no quieren estar en listas asociadas a partidos políticos, debido a que moralmente no todos comparten sus ideologías o valores. Es un abuso que el sistema político se haya puesto de acuerdo en hacer una Constitución de la gente y para la gente, hecha por los políticos y para los políticos, ahí está el problema.

Hace dos semanas el Gobierno presentó la indicación presupuestaria a la Convención Constituyente, en donde se establece una cifra de $ 6 mil 700 millones para los siete meses en que opere la convención durante 2021, cuyos integrantes serán elegidos en abril. Para el resto de los meses, que corresponderán al año 2022, los recursos deberán definirse en la próxima Ley de Presupuesto.

Estos recursos parecen ser excesivos pero a la vez necesarios para redactar y declarar nuestros valores como país. Ahora, los partidos políticos deben tener un rol importante, siempre que acusen recibo de la señal que nos llevó a este plebiscito. Por lo tanto, el desafío es vincular al mundo político, productivo y el social, abriendo espacios de participación con simpatizantes y/o adherentes que tengan trabajo territorial. Los gremios estaremos presentes para contribuir y adecuar los esfuerzos para que los constituyentes elegidos sean capaces de trasmitir estos valores y principios en cada decisión que se tome para construir nuestro país.

Carlos Bustos, presidente Multigremial de Osorno