Una Constitución política es el marco jurídico fundamental de la casa común que es un país, dentro del cual se mueven todos sus habitantes; no es una ley cualquiera, sino un conjunto de normas fundamentales y de larga durabilidad. En nuestro país está comenzando el proceso que culminará con una nueva carta fundamental.
Ya el primer paso que se ha dado -la consulta ciudadana del 25 de octubre- indica que estamos ante un proceso histórico: será la primera constitución democrática de nuestro país. Es importante que reconozcamos y valoremos este hecho. Nace de una contundente demanda ciudadana, en la cual los jóvenes han tenido un rol protagónico, y que los actuales políticos supieron llevar por los mejores causes posibles, a pesar del clima crispado incluso hasta la violencia.
Se está comenzando un proceso que guarda mucha esperanza y del cual nadie debería sentirse marginado. Bien sabemos que esto surge como un verdadero clamor popular en el que convergen muchos anhelos postergados, en el cual se proyectan muchas expectativas sectoriales, políticas, económicas y sociales ciudadanas y de nuestra vida como nación.
El carácter democrático del proceso recién ojalá permanezca hasta el final. Ahora espera la máxima participación, sin que nadie se sienta excluido, en la búsqueda de los mejores constituyentes, y ojalá siga sobresaliendo el mejor espíritu del que somos capaces.
Todos somos llamados a participar, con dialogo pausado, en familia, en comunidad, para superar los monólogos, propios de los que creen que por el hecho de decir algo, basta, y es poco menos que ley. Con monólogos no se busca el bien común, sino el poder y el usufructo del poder. Tenemos la oportunidad de construir en común buscando el bien común. El diálogo, ojalá hasta con el que piensa muy distinto e inspirado por principios verdaderamente humanos, permite el encuentro. Sólo así seremos capaces de hacer una reflexión honesta, un discernimiento objetivo y tomar decisiones coherentes, con mirada de esperanza inclusiva, para el futuro de la vida de los habitantes de esta tierra.
A este punto me parece pertinente un pensamiento del Papa Francisco: "Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos." (Papa Francisco, Fratelli tutti, 77).
Aprovechemos esta oportunidad y volvamos a confiar en nosotros, porque Dios mismo confía en nosotros. Él deja en nuestras manos muchos bienes a nuestra disposición, bajo nuestra responsabilidad; bienes que no son para guardarlos, preservarlos, conservarlos, sino para que produzcan, no sólo en términos económicos -exagerados en nuestra sociedad mercantilista casi al extremo-, sino para que produzcan frutos buenos, ricos en humanidad, en dignidad, en justicia y fraternidad.
"Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos." (Papa Francisco, Fratelli tutti, 77).