LA RIQUEZA DEL BOSQUE nativo propició el desarrollo de la zona
En los siglos XIX y XX se formaron aserraderos en las áreas con mayor potencial. Era una época donde no existía la conciencia ambiental.
Fotografías: Archivo Guillermo Sáez y cedidas
La abundancia y generosidad del bosque nativo de la provincia fue aprovechada desde un principio por los colonos españoles en el siglo XVI, aunque a una escala de uso práctico, sin grandes explotaciones madereras con fines comerciales. La situación comenzó a cambiar desde la segunda mitad del siglo XIX, con el crecimiento y desarrollo industrial de la ciudades. Los nuevos europeos que llegaron al territorio trajeron consigo maquinaria para aserrar mejor y más rápido, así como nuevas técnicas constructivas en madera, que se fusionaron con las ya existentes de origen hispano y chilote. El bosque nativo era el gran proveedor de materiales para levantar casonas y galpones de dimensiones colosales para la época. Pellín, laurel, raulí, alerce, coigüe, mañío, entre otras, fueron las especies más usadas y presentes en las cada vez menos construcciones centenarias que quedan en las urbes del territorio. Era una época donde, ciertamente, no había conciencia ambiental ni se hablaba de la conservación del bosque nativo como recurso para las nuevas generaciones. Esta semana mostramos una serie de imágenes que muestran parte de esta actividad en las décadas pasadas.
1. Dos campesinos posan frente a un árbol nativo de gran dimensión a fines del siglo XIX.
2. Un bosque talado para la explotación maderera o agrícola.
3, 4 y 5. Algunos de los cientos de aserraderos que funcionaron en las zonas rurales de la provincia. De ellos provenían las maderas nobles con que se hacían las construcciones. Toda una casta de finos artesanos y carpinteros proliferó en torno a este auge maderero, capaces de crear verdaderos palacetes sin utilizar un solo clavo de metal.