Apoco más de un año del denominado "estallido social", es importante recordar las lecciones que dejó este momento de la historia nacional que seguramente quedará marcado para siempre como un hito lleno de contrastes y también de encontrados análisis, dependiendo del prisma con el cual se mire.

Lo que es innegable es que lo ocurrido hace un año derivó en una profunda crisis social y política, inédita desde el retorno a la democracia, que remeció los cimientos de nuestra convivencia y desató expresiones de violencia que -solo un par de semanas antes- eran imposibles de imaginar para Chile.

Se debe reconocer, eso sí, que en medio de ese complejo escenario surgieron, especialmente en nuestra zona, muchas acciones que buscaron -por la vía del diálogo, la reflexión y el cuidado de la democracia- descomprimir el ambiente de fuerte tensión existente, lo que también tuvo un correlato a nivel político a escala país, especialmente con la suscripción de un amplio acuerdo, denominado "Por la paz social y la nueva Constitución".

El impacto que tuvo la ola de violencia que se apoderó durante las tardes y noches en gran parte del país es algo que no puede soslayarse ni relativizarse, especialmente porque tuvo graves consecuencias. En medio de los incidentes, surgió también la preocupación por los efectos de la acción policial.

Pero junto con este enfoque asociado a las nefastas consecuencias de la violencia, es importante destacar que muchos líderes y representantes de organizaciones comenzaron rápidamente a enfocarse en buscar respuestas a los temas de fondo asociados, como la inequidad y la necesidad de profundizar la calidad de nuestra democracia.

Fue la pandemia del covid-19 la que hizo cambiar absolutamente la agenda pública en torno a estas materias. Sin embargo, el contundente triunfo del Apruebo en el plebiscito ha vuelto a poner en el debate la necesidad de consolidar nuestra democracia y condenar con total claridad el uso de la violencia como método para conseguir objetivos, por muy justos que éstos parezcan.

El domingo pasado Chile, por una contundente mayoría, dijo Apruebo una nueva Constitución. Con esta decisión se abrió la puerta para un largo camino que al cabo de una ardua labor cristalizará con un nuevo texto que represente idealmente a toda la comunidad nacional, la cual en su gran mayoría demostró una clara desconfianza hacia los partidos políticos y su apetito voraz por acaparar parcelas de poder que les permita conservar sus intereses y continuar marcando la agenda.

Y es esto último lo que realmente preocupa para el porvenir de nuestro amado Chile. ¿Queremos que los políticos de siempre continúen siendo los que hagan y deshagan? A mi parecer, post 18 de octubre de 2019 la ciudadanía manifestó su inconfundible rechazo al establishment y clamó por cambios profundos al sistema, aludiendo a la desconfianza que inspira una casta política desgastada que ha venido repartiéndose la torta ininterrumpidamente desde el año 1990 en adelante.

Independientemente de que ese clamor legítimo se contaminó con la violencia y el lumpen que corrompieron la esencia del descontento de la gente, bien vale la pena detenerse a pensar en el importante paso que viene, esto es, en la elección de los constituyentes que tendrán la esencial misión de redactar la futura carta magna.

Necesitamos gente nueva, no contaminada con las viejas prácticas, que ojalá en su inmensa mayoría provengan del mundo universitario y que realmente se muevan por vocación de servicio y no por servirse de las circunstancias para mantener sus cuotas de poder.

Empero, las redes sociales activas desde el mismo domingo 25 han sido testigos del interés de muchos políticos de lado y lado que quedaron a la deriva tras la última elección y que con todas sus destrezas se están ofreciendo para servir los nuevos cargos de constituyentes.

Veamos entonces qué va a pasar con los independientes y con los pueblos originarios. Ojalá no tengan la necesidad de hacer reverencias a los actores políticos de siempre para conseguir escaños de participación en este inédito proceso constituyente.

Este es el momento para que la savia nueva proveniente de todos los sectores que no han sido escuchados levante con fuerza la voz para que sus mejores exponentes sean los autores de la nueva Carta Magna que lidere nuestros destinos los próximos lustros. El primer signo para un Chile sano lo darán las elecciones de abril del 2021.

José Manuel Baquedano, presidente Colegio de Abogados Provincia de Osorno