Correo
Arqueología y ciudades
Las ciudades son uno de los temas preferidos de la arqueología: perdidas y en ruinas, ocultas en la selva o cubiertas por metros de arena, son el escenario predilecto de esta ciencia histórica y antropológica. Las más antiguas, protagonistas de la llamada revolución urbana, aparecieron en distintos puntos del globo hacen más de 5.000 años, pero cientos de otras fueron fundadas y abandonadas en un proceso que concita regularmente la atención del mundo científico y que hoy cobra vigencia al preguntarnos por el destino incierto de nuestras actuales ciudades: ¿las abandonaremos?, ¿seguirán creciendo hasta hacerse inviables?
Las tradiciones urbanas de todos los continentes varían entre sí y cada modelo de ciudad depende de la sociedad que las produce y habita. Nuestras ciudades actuales son herederas de elementos ancestrales (milenarios y centenarios): su emplazamiento en confluencias o desembocaduras de ríos, el uso del damero, la disposición de las plazas y zonas residenciales periféricas que reciben a familias migrantes.
Al constituirse en espacios de reunión de la diversidad social y cultural, la ciudad se transformó en crisol de desigualdad, donde conviven privilegios y pobreza; multietnicidad y segregación barrial por ocupación y estatus. Las ciudades han permitido vertebrar los territorios nacionales actuales y mejorar las condiciones de vida, pero los bajos niveles de planificación, el confinamiento de las teorías urbanísticas a los espacios académicos y la transacción aparentemente libre de terrenos en el mercado, han permitido que desigualdades urbanas se transformen en inequidades territoriales.
En Chile, las investigaciones arqueológicas han probado que, como en el resto de América, las principales ciudades hispanas fueron fundadas en territorios densamente poblados y con asentamientos habitados muchos siglos antes: Arica, La Serena, Santiago, Concepción, Villarrica, Valdivia, Osorno y Castro. Aunque las actas de los cabildos llamaban ciudades a núcleos que constituían inicialmente pequeñas villas o precarias aldeas, cabe recordar que las dos oleadas fundadoras de mediados del siglo XVI y XVIII establecieron la fisonomía de nuestra red urbana moderna. Hoy, según las estimaciones recientes del INE (2019) seis regiones entre Valparaíso y La Araucanía superan el millón de habitantes y más del 88% de la población chilena habita en ciudades cuyas capas arqueológicas superficiales transitamos cotidianamente.
En el último siglo, mientras la red ferroviaria estatal que articulaba desde Arica a Puerto Montt se transformó mayormente en un artefacto arqueológico, la concentración poblacional en las áreas metropolitanas de Santiago, Valparaíso y Concepción ha seguido su curso inexorable articuladas ahora por amplias carreteras concesionadas. Como ha planteado la consulta "cambiemos el mapa" de la Corporación Ciudades ¿ha llegado el momento de poner límites al crecimiento urbano?; ¿es el momento de pensar en redistribuir la población del país y fundar nuevas ciudades? Puesto que los efectos del centralismo, la segregación, el hacinamiento, las crisis climáticas, sociales y sanitarias nos imponen imaginar colectivamente nuestras ciudades del futuro, debemos transformar nuestra arquitectura tributaria y económica desconcentrando el poder político y el modo en que ocupamos nuestro territorio.
Simón Urbina, director Escuela de Arqueología U. Austral de Chile Sede Puerto Montt
Alto costo de medicamentos
Impacto ha causado en las últimas semanas la situación de Borja Díaz, un niño de un año y cinco meses que padece de atrofia muscular espinal, una enfermedad genética poco común que produce deterioro muscular progresivo, afectando funciones esenciales como la deglución y la respiración. Su última opción de tratamiento es el medicamento Zolgensma, cuyo valor sobrepasa los 2 millones de dólares.
A esta situación se enfrentan habitualmente quienes padecen de enfermedades de baja prevalencia en la población, conocidas también como enfermedades raras. Estas patologías generalmente tienen su origen en defectos genéticos, son progresivas, incapacitantes y presentan una alta mortalidad.
En los últimos años han sido aprobadas nuevas terapias para algunas de estas patologías, pero todas con un factor común: elevadísimos costos.
¿Se justifican estos precios? la industria farmacéutica argumenta los altos costos en el desarrollo de estos medicamentos, sumado a la demanda reducida. Independiente de la veracidad de estos argumentos, es urgente transparentar el mercado farmacéutico y generar estrategias de colaboración entre el mundo público y privado, dirigidas a asegurar el acceso a estas terapias.
Como sociedad no podemos seguir abandonando a su suerte a quienes padecen estas enfermedades.
Mario Navarro Académico Escuela Química y Farmacia U. Andrés Bello