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"El dulce almacén": cuando una abeja no

Investigadores y académicos de la Uach, junto con la Dirección Museológica de la casa de estudios son responsables de una iniciativa de puesta en valor del patrimonio natural y de cuidado del medio ambiente donde es crucial entender que no hay una, sino cientos de abejas.
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En Chile hay aproximadamente 450 especies de abejas reconocidas y se estima que al menos hay otras 400 por descubrir. Sin embargo y pese a la gran diversidad, son insectos que popularmente solo se asocian a la producción de miel. Lo cierto es que no todas existen en función del fluido dulce y viscoso; y eso limita el interés por un amplio grupo que cumple otras funciones igualmente importantes.

Bajo esta premisa es que la Universidad Austral de Chile puso en marcha un proyecto de divulgación científica y puesta en valor del patrimonio natural. Un equipo de académicos e investigadores del Laboratorio de Entomología (Instituto de Producción y Sanidad Vegetal de la Facultad de Ciencias Agrarias y Alimentarias), trabajó con la Dirección Museológica. Y con financiamiento de la Dirección de Vinculación con el Medio Uach, se montó "El dulce almacén: flores para las abejas nativas de Frutillar".

Es una exposición masiva de ejemplares de distintos tipos de abejas que se pudo ver en el Museo Colonial Alemán de Frutillar. La muestra consideró además láminas informativas y jornadas de avistamiento para complementar la experiencia. Hubo aproximadamente 8 mil visitantes (entre escolares y público general) y se dispuso de las tres hectáreas de terreno que posee el museo para ubicar de manera estratégica plantas nativas con flores atractivas para la apidofauna.

De esta forma se abordó de manera didáctica y en un lenguaje sencillo, la importancia de las abejas nativas y la conservación de un entorno natural propicio para la polinización.

"Hay una relación directa entre la desaparición de ciertas plantas y que ya no podamos ver con tanta frecuencia ciertos tipos de abejas. Entonces nos propusimos crear una instancia en la que las personas pudieran entender ese vínculo, conocieran la diversidad de especies e incluso se animaran a identificarlas en observaciones al aire libre", dice Esteban Basoalto, entomólogo doctor en ciencias agrarias y director del proyecto.

El vínculo

Desde el Laboratorio de Entomología se colabora permanentemente con actividades fuera del ámbito académico. En este caso, la idea de revitalizar el protagonismo de las abejas permitió que un museo también diversificara su oferta en los meses previos a la pandemia. En este caso, con la colaboración del Club de Jardines de Frutillar.

"Es por lejos la muestra que ha generado más interés en la comunidad. Las abejas son propias de algunos lugares, como también de algunas plantas, y eso las vuelve parte del patrimonio natural que como museo nos interesa defender y promover. Habitar un territorio implica conocerlo y cuidarlo; y este proyecto apunta precisamente a que la gente pueda saber más de su entorno. Es necesario comprender que el patrimonio no solo son las casas, documentos o colecciones que allí se preservan, si no también se refiere a lo que nos identifica, nos importa, nos hace particulares o nos caracteriza y eso puede ser costumbres, cosas, edificios, plantas y animales, como las abejas", aclara Karin Vogel, encargada de gestión y planificación del Museo Colonial Alemán de Frutillar y directora alterna del proyecto.

Importancia

En el amplio universo de abejas nativas (las de la miel son introducidas) las hay de todo tipo. En su mayoría son solitarias. No cuentan con una reina o un séquito de obreras. Algunas son carpinteras, otras son asiduas a beber el sudor de los animales e incluso hay algunas que producen una lámina delgada y flexible, como el celofán, que las vuelve impermeables. "Son variadas y fascinantes, pero muy desconocidas. Por lo general las palabras 'abeja' y 'miel' funcionan casi como si fueran sinónimos;y no es lo correcto. Dar a conocer que existe un mundo mucho más grande al margen de eso, es nuestra tarea, porque eso implica un cambio de actitud de la comunidad y el respeto que debe haber con la naturaleza", apunta Basoalto.

¿Pero de qué sirve entender que existe una variedad inmensa de especies? El entomólogo, contesta: "Porque eso implica entender el rol polinizador que juegan en la cadena alimentaria y como influyen en actos que parecen simples, como por ejemplo que tengamos fruta para poder comer. Ellas hacen un trabajo permanente de mejoramiento de la calidad y cantidad de semillas".

Esta idea es reforzada por Leticia Silvestre, encargada del Laboratorio de Entomología. "Si se llegaran a acabar las especies tanto nativas, como la introducida, eso se vería reflejado en lo que ponemos en nuestra mesa a diario. Es simple: sin polinización no hay frutos. De todas maneras las extinción de las abejas depende de muchos factores. Que dejen de existir por completo no es algo que vaya a ocurrir de la noche a la mañana, porque además debemos considerar que existen en el planeta desde hace mucho más tiempo que nosotros. Han sabido adaptarse".

En lo que no hay discusión, es que actualmente se están dando las condiciones para que les acabe el alimento. "El crecimiento de las ciudades y la urbanización de zonas donde antes nunca se pensó que podrían construirse casas o edificios, ha implicado sacar de su lugar distintas flores. Que el escenario actual no sea en extremo preocupante, no significa que no llegue a serlo en el largo plazo. Por eso hay que crear conciencia ahora", indica Basoalto.

Acción ciudadana

Si bien el proyecto tuvo su máxima vitrina en Frutillar, se hizo pensando en instalar el tema en la agenda pública y en buscar formas de replicarlo en otras zonas del país. Por ejemplo, para la muestra se elaboró una guía ilustrada con las flores más adecuadas para las abejas nativas. En la lista están la galega (Galega officinalis), amancay (Alstroemeria aurea), chaura (Gaultheria phillyreifolia) y palo santo (Weinmannia trichosperma).

La idea es que también se tenga conocimiento de estas especies, cuya existencia favorece la de las abejas, que se podrían poner en los jardines de cualquier casa. "Si bien el bosque valdiviano provee de especies muy atractivas, creemos que cada persona puede aportar a la conservación para que las abejas tengan de donde sacar su alimento", dice Silvestre.

Es algo que también se aseguró con la plantación de especies nativas en el museo para los meses que duró la iniciativa. "Los insectos y las plantas tienen una historia antiquísima que ha permitido una tremenda diversificación. Hay una comunicación química y visual entre las especies. Es un mundo fantástico por descubrir, incluso hay plantas que muestras colores que solo las abejas pueden distinguir. Entonces propender a que la polinización siga ocurriendo es hacernos un favor a nosotros mismos al asegurarnos alimentos primarios", aclara Esteban Basoalto.

Las abejas se alimentan en los estratos herbáceo, arbustivo y arbóreo. "Entonces se podría aportar en alguno de estos tres niveles. Lo que tenemos que comenzar a hacer es valorar estas especies nativas, como especies ornamentales. Un ejemplo es la amancay, que es una flor que ve mucho a orillas de caminos, pero que bien podría integrarse a jardines de casas. En general hablamos de plantas nativas que tenga flores en su ciclo de desarrollo. Con el Club de Jardines de Frutillar estamos precisamente potenciando esta idea de repoblar aquellas áreas verdes y en generar un sentido más profundo de ayuda a la naturaleza", dice Karin Vogel.

En ese sentido, quienes son responsables de "El dulce almacén: flores para las abejas nativas de Frutillar", entienden que la propuesta se puede desarrollar a distintas escalas, creándose incluso una iniciativa piloto para que municipalidades o colegios ornamenten espacios públicos con especies nativas. Incluso, liceos agrícolas podrían producir plantas y tener viveros con este propósito.

Cambio de actitud

Debido a la pandemia por coronavirus, la exposición debió cerrar y se terminaron por un tiempo indefinido las visitas. No obstante, por estos días se trabaja en coordinar itinerancias por establecimientos educacionales cuando las condiciones sanitarias lo permitan.

Mientras tanto, los investigadores apuestan a que las acciones realizadas puedan surtir efecto a nivel personal. "Nos dimos cuenta que existe bastante desconocimiento sobre el tema de que las abejas no son solo aquellas de la miel. Pero logramos un avance muy importante al trabajar el tema junto a un museo, ya que eso automáticamente generó que las personas se detuvieran a observar y trataran de entender el entorno de una manera distinta. Hay una gran diferencia entre ver y observar, sobretodo si ahora vamos a caminar por un jardín para redescubrir lo que nos rodea. El común de las personas suele hablar de 'bichos' y cuando se ponen un poco más intelectuales entonces los clasifican en arañas, avispas, moscas y abejas. Suena divertido, pero hay que cambiar ese lenguaje entendiendo entre otras cosas que no todos los insectos son una amenaza y que no podemos andar por la vida con una revista pegándole a cada cosa que se mueva y que nos parezca peligrosa. Por diminutos que sean, los insectos y las abejas en particular cumplen un rol muy importante", concluye Basoalto.


solo es sinónimo de miel

"Nuestro proyecto busca desmitificar ciertos conceptos y que la gente entienda la importancia de las abejas, más allá del vínculo con la miel".

Leticia Silvestre, Laboratorio Entomología Uach

"Dar a conocer que el mundo de las abejas es mucho más grande, es ayudar a entender el respeto que debe haber con la naturaleza".

Esteban Basoalto, Director del proyecto