S esperaba que los efectos de la emergencia sanitaria por el covid-19 se traducirían en el cierre de empresas, en el desempeño a media marcha de otras, en una notoria baja en las actividades productivas y en el incremento del desempleo. Así ha ocurrido y ha sido un duro golpe que ha afectado a todas las economías en el mundo, y Chile no ha sido la excepción.

Hace unos días el Instituto Nacional de Estadísticas informó que la tasa de desocupación nacional en el trimestre móvil marzo-mayo de 2020 fue 11,2%, incrementándose 4 puntos porcentuales respecto a igual período del año anterior, lo que equivale a 940.360 personas desempleadas.

Hay actividades que enfrentan severas crisis, como es el caso del transporte aéreo, el turismo, la hotelería, gastronomía, el comercio o la construcción.

Una reciente encuesta de la Asociación Chilena de Municipalidades sobre ingresos y desempleo, ha detectado que casi un 90% de las personas tiene temor a perder su empleo y un 80% vio reducidos sus ingresos. El sondeo tuvo por finalidad reunir información para ver cuál es rol que deberán asumir los municipios para apoyar a las personas que sufren la cesantía y que concurren a las municipalidades en busca de ayuda. Asimismo, un estudio desarrollado por la empresa Cadem y la Mutual de Seguridad, consignó que la pandemia de covid-19 y sus consecuencias no sólo han significado un aumento del temor a perder el trabajo, sino también cambios en la carga laboral, en los horarios de trabajo, en la forma de desplazarse a sus empleos, la incorporación del trabajo remoto en algunos casos, o variaciones en los roles o funciones.

El Gobierno ha presentado hace unos días un proyecto de ley que busca ampliar la ley de protección del empleo y los beneficios del seguro de cesantía, que en la actualidad está dando beneficios a más de 650 mil trabajadores en el país.

El escenario futuro es complicado y dependerá de que se supere la emergencia del coronavirus. Y cuando ello ocurra, exigirá esfuerzos enormes, disciplina y mucho trabajo de toda la sociedad para iniciar el proceso de recuperación de la economía, la reapertura de empresas y la creación de fuentes de trabajo.

El estallido social y la pandemia del covid-19 han dejado en evidencia que la principal crisis que afecta a nuestro país es la desigualdad y segregación que genera el modelo neoliberal. Pero como se dice por ahí: toda crisis representa una oportunidad. En este caso, la oportunidad estaría en no seguir haciendo lo mismo y, para ello, se requiere una transformación profunda de las actuales formas de desarrollo económico y social.

Una de las claves sería mediante acciones más localizadas, considerando que los problemas del desarrollo no sólo se resuelven a nivel estructural, sino que también pueden ser abordados desde abajo hacia arriba, desde lo micro a lo macro territorial, donde las ciencias sociales pueden jugar un rol fundamental como articuladores de estas demandas.

Con las ciencias sociales se ponen en valor dimensiones de lo social-cultural que no han sido del todo consideradas en la política pública, como son las prácticas e identidades del territorio. Por el contrario, han proliferado iniciativas de carácter centralista y homogéneo, que se alejan de las realidades locales al no considerar las cualidades y saberes territoriales.

En ese marco, para la recomposición de los territorios se requiere el compromiso efectivo de los profesionales y académicos del área social de la región, dado que serán los encargados de aunar los criterios entre distintos actores, pero sobre todo fortalecer las capacidades de las comunidades locales ante la asimétrica relación con las demandas del Estado y del mercado.

En términos concretos, las ciencias sociales en la región de Los Lagos deben apostar por mecanismos de participación ciudadana que permitan la democratización de las decisiones locales. En ese sentido, las universidades de la zona deben ser las garantes en estos procesos, mediante el desarrollo y articulación del conocimiento, la actualización y fortalecimiento de sus programas de estudios en estas materias y la ampliación de su oferta de carreras de las ciencias sociales que no están en la región (por ejemplo, sociología y geografía). Estos y otros elementos nos permitirían repensar las nuevas posibilidades y alternativas al desarrollo desde las regiones.

Alejandro Retamal, Centro de Estudios del Desarrollo Regional y Local (Ceder) Universidad de Los Lagos