Doctor Ugarte
En el tiempo duro que nos embarga, con noticias atormentadoras, especialmente de la TV, resulta un balón de oxígeno y de tranquilidad la presencia del doctor Sebastián Ugarte. Médico ducho, formado en una universidad estatal de Temuco y con el conocimiento objetivo a utilizar para enfrentar la epidemia. Ha destacado siempre. De suyo, en 2013 recibió el Premio a la Trayectoria por sus pares, ha escrito artículos y libros y ha sido el primer profesional chileno, presidente de la Federación Ibero Americana de Medicina Intensiva.
Posee esa sencillez del galeno de pueblo. Cercano. Amable. Claro. Características que desde hace tiempo se han perdido en el lenguaje público. Lejanos aquellos tiempos en que eruditos de diferentes campos, particularmente escritores, poetas, gente de la literatura o de las ciencias en general, participaban en conversaciones y entrevistas en la radio, la TV y la prensa, obligando a mejorar la expresión coloquial de los chilenos.
El lenguaje del doctor Ugarte, con gran asombro positivo para mí, lo ha llevado a estar presente de modo estable en matinales y noticieros de la TV, dejando a veces en silencio a sus colegas panelistas, varios de los cuales se sustentan allí sólo por ocupar cargos y un carisma político. Por lo mismo, también el médico está obligando, por fin, a los rostros habituales que conducen a documentarse sobre lo que tratarán en sus programas, como sobre esta pandemia que nos está matando día a día.
Su ejemplo nos hace abrigar la esperanza de recuperar algún día la cultura y la entretención adecuada en nuestra televisión pública
Gaspar Millas del Río
Un cero y la cajita feliz
En una reunión de apoderados, último año de la enseñanza primaria, le dice un padre a la audiencia: yo toda la vida he sido comerciante, tengo camiones y eso va a ser mi hijo, camionero. Mis padres me hablaron de esa reunión, que los profesores quedaron sin palabras. Lógico, mi profe, el señor Astes, llegaba en bicicleta, siempre con el mismo abrigo, donde vivía, nunca supe, sólo cuando falleció. La directora de mi colegio fue a vivir en una casa arrendada en mi población sureña de casas de madera con cocina a leña, para la cual si no ibas al bosque por leña te morías de frío. Sabía mucho la directora, nunca se sacó un cero y nunca pudo comprar casa.
Seguí estudiando, trabajé como profesional en varias empresas y en una de ellas un jefe me decía que su hijo no quería estudiar cosas técnicas. Para qué decía el padre, si en una tienda o en la cuneta se gana más que como tornero mecánico. Pero Eureka, otros estudiaron. Abogacía, medicina, ingenieros comerciales y el padre político le dice a su hijo: para qué vas a trabajar en tu profesión, si como político vas a ganar más. Ves mi caso...
Recuerdo de un letrero en la feria: cebollas a $XXXX, uno se ríe, pero cuando ve el turro de billetes del feriante en sus mano viene el recuerdo del hijo del camionero, que no siguió estudiando.
Llega la pandemia y el camionero, el feriante, el político e inclusive los de cuneta, están ganando dinero. Pero los otros que estudiaron diferentes profesiones están sin empleo, sin poder pagar dividendo o arriendo y llorando para que les devuelvan un poco de dinero de las AFP; ahora viven hacinados con parientes jubilados que también estudiaron y con pensiones inferiores a $200.000.
Qué importante es no estudiar... te dan subsidios buenísimos o casas gratis, como no demuestras ingresos, pasan piola. Porque el que estudió y nunca sacó un cero, no le corresponde nada y menos algo del dinero del cobre, que dicen es de todos los chilenos. Ni pensar en recibir la cajita feliz del 2020.
Guillermo Riffo Glaus
Servicio vergonzozo
Si es responsabilidad de Entel, Claro, Woom , Movistar, entre otras, qué más da, si entre todas en estricto rigor no se hace una. Por cierto, en estos momentos de restricción de movilidad y donde se hace más fundamental la comunicación, ésta, y menos que antes, no está ni en cantidad y menos en calidad; pero para los entes reguladores es como ver llover. Se podría emitir muchos epítetos al respecto, pero mejor callemos y quizás no valga la pena ni reclamar, total las compañías, de forma grosera o leonina, ya han almacenado mucho dinero como un hoyo negro, chupando todo a su alrededor y ¿qué les importa? vendiendo, vendiendo y saturando sin responsabilidad los sistemas o lo que corresponda para culpar en definitiva a sus clientes, nosotros. Es una vergüenza el servicio que tenemos. No nos confundamos, esto viene desde hace mucho tiempo, por tanto, no es la pandemia y la mayor demanda la causa del problema. Por ahora sólo queda practicar más paciencia. Recordemos que nosotros les hemos dado el estatus omnipresente de amos o de una cuasi religión.
José Manuel Caerols Silva