Cáncer: cultura preventiva
En Chile, la incidencia del cáncer crece y se estima que este año pasará a ser la primera causa de muerte. Si bien se trata de una patología que puede tener su origen en múltiples causas, sólo uno de cada 10 casos responde a un factor meramente hereditario, escenario en el que la prevención y el autocuidado juegan un rol clave.
Actualmente 45 mil chilenos son diagnosticados con esta enfermedad al año. De estos, la mitad fallece, desenlace que bien pudo ser distinto con un diagnóstico temprano, que permite controlar esta enfermedad en sus primeras fases, donde no existe dolor ni mayor sintomatología.
Actualmente existen iniciativas importantes, pero que no cuentan con la difusión que merecen entre los grupos de mayor riesgo. Ejemplo de esto es el examen gratuito al que por ley toda mujer afiliada a Fonasa o a alguna isapre puede acceder, consistente en la toma del Papanicolaou (Pap) y mamografía. No obstante, no todas las mujeres cumplen con los controles recomendados por los especialistas.
Tampoco es de amplio conocimiento el permiso de media jornada que establece el Código del Trabajo, que permite a hombres (mayores de 50) y mujeres (mayores de 40) ausentarse por la toma del Pap, mamografía o examen de próstata, considerando el tiempo utilizado como tiempo trabajado, es decir, el uso de este derecho no puede incurrir ningún tipo de descuento.
La promoción de hábitos saludables también debe mejorar. Factores de riesgo como el sedentarismo, el consumo de alcohol y tabaco, los malos hábitos alimenticios e incluso desórdenes emocionales deben ser abordados con más determinación. Una población poco feliz, será también poco saludable, el 90% de sedentarismo y el 5% de incidencia de los cuadros depresivos en Chile son también un llamado de atención.
Con esperanza hemos sido testigos del avance de la Ley del Cáncer en el Congreso, el desarrollo del Plan Nacional del Cáncer, el notable trabajo de instituciones sin fines de lucro, como la Fundación Arturo López Pérez, y el comprometido rol de la academia.
En el Día Mundial contra el Cáncer (4 de febrero) el llamado no puede ser otro: que cada cual sea responsable del cuidado de su cuerpo, aportando a una consciencia colectiva de autocuidado, o si se prefiere, a una alfabetización en salud que genere un cambio de actitud en los seres humanos, un gran complemento para los avances tecnológicos que nos benefician hoy.
Tatiana Soto, directora Escuela de Salud AIEP
Ilusiones perdidas
El Gobierno, el Banco Central, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el mercado han reducido sus proyecciones de crecimiento económico para Chile en alrededor de 2 puntos. El FMI, previo a la crisis y violencia surgida hace quince semanas, había señalado que nuestro país crecería 3% durante el 2020; ahora estima que será apenas 0,9%.
Sorprende la insensibilidad de algunos sectores del sistema político y de la opinión pública, que tratan los cambios en expectativas de crecimiento como algo lejano, un problema de los empresarios grandes o, cuando más, el costo que sería necesario pagar para alcanzar una sociedad más justa. La realidad es que la pérdida de crecimiento es pérdida de progreso para la clase media, menores oportunidades de trabajo y menos recursos fiscales para transferencias a los más pobres; en definitiva, mayor desigualdad en salud, educación y pensiones.
En términos monetarios, dos puntos de menor crecimiento implican que Chile dejará de generar, durante este año, aproximadamente 4 billones de pesos (5 mil millones de dólares). En magnitud, esta cifra equivale a borrar el PIB de las regiones de Arica y Parinacota, Magallanes y Aysén, sumadas. La recaudación tributaria se reducirá en aproximadamente 1.500 millones de dólares.
Con esos ingresos se podría haber financiado, por ejemplo, la construcción de cinco hospitales de alta complejidad; un incremento en la pensión básica solidaria de $160.000 al mes para cada beneficiario; o las viviendas básicas para un significativo número de personas que no tienen un hogar. Aun cuando algunas de estas políticas puedan realizarse con otros fondos, el impacto del menor crecimiento afectará transversalmente a la ciudadanía y posiblemente generará renovada frustración en muchos compatriotas.
Miles de pequeñas y medianas empresas sufrirán el estancamiento en la demanda por sus productos, tendrán dificultades en cumplir sus compromisos crediticios y contratarán menos personas. Muchas pymes estarán en peligro de quiebra. En emprendimientos y empresas de todo tamaño, el menor crecimiento impactará las decisiones de inversión y la creación de empleos. Los sueldos reales y otros ingresos de las personas no podrán aumentarse en lo anhelado en el escenario de crecimiento original.
Los sueños de ser un país desarrollado, de superar la pobreza, de consolidar instituciones democráticas fuertes se desvanecen tristemente y hoy no parecen más que "ilusiones perdidas", como los sueños de gloria del joven de Rubempré, en aquella gran novela de Balzac.
Karin Jürgensen, decana de Ingeniería Comercial Universidad de los Andes