Con pocas o nulas posibilidades de inserción en la dinámicas sociales de las ciudades, los barrios aparecen muchas veces como territorios invisibilizados y marginales.
Hoy, en medio del estallido social que vive nuestro país, el barrio ha vuelto a tener vida, convirtiéndose en el locus desde donde surgen ideas, diálogos, reivindicaciones y la solidaridad que el capitalismo parecía había oscurecido. El barrio es el lugar para mirarnos de nuevo a la cara, para reconocernos. Lo que ha ocurrido en estas semanas nos invita a observar las diferentes dimensiones y escalas que coexisten en los barrios: por un lado, las de las diversidades que lo constituyen, es decir, las de sus prácticas, resistencias, contradicciones, repliegues y movimientos. Y por el otro, la de la acción de quienes los construyen "desde afuera".
El barrio se yergue como el lugar de encuentro de las prácticas de los habitantes, de los dispositivos institucionales y de todo un conjunto de representaciones.
Definido como la zona intermedia entre la vivienda y la ciudad, el barrio es también espacio de proximidad, cercano y familiar.
El barrio es, actualmente, el lugar desde donde surgen las prácticas y los sentidos colectivos que reclaman, gritando, cambios mayores. Parece necesario volver a mirar los barrios de antaño como los lugares de encuentro, de vida y cotidianeidad, con historias y sueños propios, con nombres cercanos en sus calles y pasajes; todos signos de una identidad olvidada que resurge con fuerza hoy. Los vecinos de diversos barrios se han organizado para conversar y dialogar: estudiantes, pensionados, enfermos, mujeres, lesbianas, homosexuales e indígenas se ven a la cara, conversan en la sede de la junta de vecinos, en la pequeña plazuela o en la calle cerrada. Tenemos que revisitar (considerar) el barrio no sólo como un espacio físico que contiene prácticas, sino -y por sobre todo- como el lugar de las relaciones sociales y de los universos de significación, ahora con voces diferentes, oídos atentos, miradas profundas y brazos y piernas dispuestas a trabajar por su lugar en la agenda social nacional.
Alejandra Lazo Corvalán, profesora de antropología e investigadora Ceder, Universidad de Los Lagos